Plovdiv: Capital Europea de la Cultura 2019
Al final del siglo XVIII el todopoderoso Imperio Turco empezaba a dar muestras de flaqueza. Al igual que en el Imperio Austrohúngaro, las distintas naciones que componían el Imperio en territorio europeo volvieron poco a poco a tener conciencia de sí mismas. Los búlgaros fueron uno de los mejores ejemplos. La naciente pequeña burguesía, recordando su glorioso pasado medieval, empezó pronto a promocionar su cultura entre la población. Uno de los más importantes símbolos de ese renacer fue la creación de una arquitectura peculiar. Casas caracterizadas por sus gráciles líneas curvas, sus colores pastel y, sobre todo, sus fantásticos trabajos de la madera. En todo el país quedan restos de esa arquitectura del llamado «resurgimiento» del siglo XIX pero quizás los lugares más emblemáticos son el casco antiguo de la ciudad de Plovdiv y el pequeño pueblo de Koprivshtitsa.
El día en que Plovdiv salió elegida Capital Europea de la Cultura para el año 2019 mucha gente tuvo que recurrir al mapa para localizar su ubicación. Sin embargo, Plovdiv es considerada la ciudad más antigua del Viejo Continente. Las pruebas arqueológicas sugieren que el lugar estuvo habitado desde el año 6000 a.C.. Tracios, Macedonios, Romanos, Bizantinos, Búlgaros y Turcos dejaron su impronta en la ciudad que cambio muchas veces de nombre: Odryssa, Eumolpia, Filipolis, Trimontium y Plovdiv. En sus calles todavía puede apreciarse parte del colorido étnico que siempre caracterizó a la ciudad; los búlgaros todavía comparten el espacio con gitanos, armenios, turcos y hebreos. Un paseo por su fascinante casco histórico basta para darse cuenta de que esta es la ciudad que mejor resume los valores culturales del país.
La puerta de entrada más frecuente a Bulgaria es el Aeropuerto Internacional de Sofía. Cuatro compañías conectan varias ciudades españolas con Sofía: Iberia (Madrid), Bulgaria Air (Alicante, Barcelona, Bilbao, Madrid, Málaga, Santiago de Compostela, Tenerife Norte), Ryanair (Barcelona, Madrid) y Wizz Air (Alicante, Barcelona, Madrid, Málaga, Valencia).
Un fin de semana largo es suficiente para visitar Plovdiv, Koprivshtitsa y el Valle de los Reyes Tracios. Eso sí, resulta imprescindible alquilar un coche en el aeropuerto para viajar por el país. Sofía y Plovdiv están unidos por una magnífica autopista. Los 145 km que las separan se recorren en poco más de una hora y media. Circular por las carreteras del centro de Bulgaria, atravesada por la Cordillera de los Balcanes, es bastante más lento. Entre Plovdiv y Kazanluk, la ciudad más cercana al Valle de los Reyes Tracios, hay poco más de 100 km y entre Plovdiv y Koprivshtitsa hay sólo 86 km, pero en ambos casos hay que prever algo más de hora y media de viaje. Fundamental asegurarse en la compañía de alquiler que el coche tiene la pegatina identificativa certificando haber pagado el impuesto de circulación. Si no es así, la viñeta se puede adquirir en las gasolineras (la tarifa para una semana es de alrededor de 8 EUR y para un mes ronda los 15 EUR).
Los búlgaros suelen referirse a los años de la dominación otomana de su país como un periodo de oscuridad. Lo cierto es que fue un apagón en toda regla. Los 500 años transcurridos entre la caída del Segundo Reino Búlgaro en 1393 hasta la independencia “de facto” en 1878 marcaron profundamente a Bulgaria aunque a ellos les cueste reconocerlo.
Una vez que los turcos consolidaron su poder en el territorio, es decir, cuando se cargaron a los nobles y desaparecieron todas las estructuras y centros del poder del antiguo reino, el país entro en un periodo de estabilidad y prosperidad. Ciudades como Sofía, Plovdiv, Shumen y Varna se convirtieron en grandes centros comerciales, dotándose de mezquitas, bazares y todo tipo de edificios públicos. En las ciudades convivían junto a los funcionarios turcos, artesanos búlgaros, mercaderes griegos y comerciantes de los países balcánicos. Una parte de la población se convirtió al islam. Los búlgaros conversos recibieron de sus compatriotas el calificativo de pomaks, ayudantes. Estas comunidades islámicas todavía habitan en el sur del país.
En general los turcos fueron permisivos con la iglesia ortodoxa búlgara aunque la hicieron dependiente de la griega. El culto cristiano no estaba prohibido pero debía cumplir normas estrictas para no “escandalizar” a los fieles musulmanes. Algunas aldeas de montaña con población búlgara dedicada fundamentalmente a la artesanía, como Arbanasi, Koprivshtitsa o Tryavna, prosperaron a cambio de mantener los puertos libres de bandidos. Las tradiciones y costumbres de la población turca fueron asimiladas progresivamente por la población local. Y así transcurrieron los siglos…
A finales del siglo XVIII el Imperio Otomano daba ya muestras claras de debilidad. Los bandidos empezaban a ser los dueños de las montañas y la economía se hundía. Los búlgaros empezaron a tomar conciencia nuevamente de su glorioso pasado y de su situación. El líder espiritual de este movimiento fue un monje búlgaro que vivía en el monte Athos. Paisii de Hilendar redactó un manuscrito titulado Historia eslavo-búlgara que sirvió de manifiesto nacionalista. Los mercaderes búlgaros enriquecidos con el comercio empezaron a financiar proyectos culturales y la reconstrucción de los monasterios clásicos. El movimiento patriótico se denominó resurgimiento nacional.
A lo largo del siglo XIX se fue creando un estilo arquitectónico plasmado en la construcción de nuevas iglesias, reforma de los viejos monasterios, creación de escuelas donde se enseñaba en búlgaro y, sobre todo, en las viviendas que los comerciantes edificaban inspiradas en el arte popular búlgaro. Las grandes casas de coloridos diseños mostraban verdaderas filigranas en los trabajos de la madera. Este legado artístico se puede contemplar especialmente en Plovdiv y Koprivshtitsa.
A mediados del siglo XIX lo que hasta entonces había sido un movimiento cultural pasó al ámbito de la política. Los movimientos clandestinos revolucionarios ganaron adeptos rápidamente. En 1876 comenzó el levantamiento en Koprivshtitsa. Los turcos sofocaron la rebelión sin problemas pero se pasaron un poco de fuerza. La masacre perpetrada calentó a la opinión pública europea especialmente a Rusia que tenía muchas ganas de pelear con los turcos. En abril de 1877 los rusos declararon la guerra al Imperio Otomano e invadieron Bulgaria. La batalla de Shipka supuso el fin de la dominación turca.
En el Tratado de Berlín las potencias occidentales recelosas de la expansión de Rusia decidieron dividir Bulgaria. Al norte de la Cordillera de los Balcanes se creó un principado autónomo con capital en Sofía. En la zona sur surgió una provincia del Imperio Otomano con autogobierno y capital en Plovdiv que se llamó Rumelia Oriental. Sin embargo, en 1885 los propios dirigentes de Rumelia declararon el derrocamiento del gobierno y la unión con el principado.
Uno de los problemas que tenía el nuevo Principado de Bulgaria era elegir un príncipe. La línea sucesoria del II Reino Búlgaro se había perdido y se necesitaba a alguien de sangre azul. Encontraron el candidato ideal en la familia ducal de los Sajonia-Coburgo-Gotha. Fernando fue proclamado Príncipe Regente de Bulgaria el 7 de julio de 1887. El apuesto chico funcionó bien como príncipe. Defendió con bastante éxito los intereses de su nuevo país y se caso con María Luisa de Borbón-Parma asegurando la descendencia real. A cambio los búlgaros no se metieron mucho en su vida personal.
El 5 de octubre de 1908, aprovechando la crisis que se había desatado en Bosnia, se proclamó la independencia del Reino de Bulgaria. El príncipe Fernando I paso a ser zar y su heredero adoptó el título de Príncipe de Veliko-Tornovo.
Angel Wagenstein: “Lejos de Toledo”. Ed Libros del Asteroide. 328pags
Los más de 45.000 judíos que vivían en Bulgaria procedían de España, hasta allí habían llegado tras el edicto de expulsión de 1492. Las mayores comunidades sefardíes estaban en Sofía y Plovdiv. Gozaban de una buena integración en el seno de la sociedad búlgara, probablemente una de las mejores de Europa. A pesar de que Bulgaria se alineó con Hitler en la II Guerra Mundial, la población presionó a su gobierno y consiguió que ni un solo judío fuera deportado desde el territorio, protagonizando así uno de de los episodios de solidaridad más increíbles durante el devastador conflicto. Lamentablemente el éxodo de los judíos llego más tarde, tras el nacimiento del estado de Israel.
Ángel Wagenstein nació en el seno de una familia sefardí de Plovdiv. Cursó estudios cinematográficos en Moscú y tuvo una reconocida carrera como guionista y realizador. La vocación literaria le llego en su época de madurez. La trilogía sobre el destino de los judíos en la Europa del siglo XX, a la que pertenece esta obra, constituye uno de los hitos de la literatura búlgara.
Lejos de Toledo no habla sólo de la comunidad judía de Plovdiv. Narra esencialmente la convivencia entre búlgaros, turcos, armenios, griegos y judíos desde las postrimerías del siglo XIX hasta mediados del siglo XX. La grandeza de la ciudad estaba en ese cosmopolitismo que le daba la convivencia entre los diferentes pueblos que se habían ido asentando en la ciudad. Hoy en día sólo quedan las cenizas de lo que fue aquella tolerancia pero sin conocerla no se puede entender la ciudad actual.
En el siguiente mapa interactivo podrás localizar con exactitud todos los lugares de los que se habla en el artículo. Podéis usarlo para llegar hasta ellos fácilmente.
La fértil llanura tracia ocupa el centro de Bulgaria, un enorme valle formado al dividirse la cordillera balcánica en dos sistemas montañosos. El nombre deriva de haber sido el epicentro del pueblo tracio, que ocupó la zona oriental de los Balcanes desde tiempos prehistóricos. El río Maritsa es el más importante de la llanura. Su curso alto cruza la llanura de este a oeste, antes de girar hacia el sur para ir a desembocar en el Egeo. Plovdiv se extiende sobre unas escarpadas colinas que surgen repentinamente en la orilla sur del curso alto del río. En un principio la población ocupaba sólo las tres colinas más orientales: Nebet, Dzhambaz y Taksim Tepe (de ahí el nombre Trimontium que le dieron los romanos). Luego, la ciudad se fue extendiendo hasta llegar a la orilla del río por el norte y al resto de las colinas por el oeste.
Entre las colinas de Sahat Tepe y del Taksim Tepe, dos magníficos miradores sobre la ciudad, se extiende el corazón de la nueva Plovdiv. La animada calle peatonal de Aleksander I discurre desde la plaza Tsentralum, donde se distinguen perfectamente los restos del Foro Romano y la plaza Dzhumaya, ocupada por la gran Mezquita Dzhumaya. Así que en el paseo entre el Foro, construido en el siglo I, y la Mezquita, levantada en el siglo XIV, se recorren 1400 años. Un periodo suficiente para olvidar que la rectilínea calle había sido trazada por arquitectos romanos. Cuando se realizaban obras muy cerca de la Mezquita los obreros se toparon con una cantera de mármol que no era otra cosa que el cierre del graderío de un gran circo romano en su extremo norte. Las excavaciones han sacado a la luz, casi intacto, el extremo de ese circo. Todo hace suponer que el resto del estadio permanece bien conservado bajo la calle principal y los edificios colindantes.
Al norte de la plaza Dzhumaya, prolongándose hasta el río, se extiende el animado barrio de Kapana, donde se establecieron los comerciantes turcos y armenios. El barrio está lleno de tiendas de antigüedades, que incluyen también recuerdos de la época comunista del país, buenos restaurantes y de los mejores locales de ambiente para disfrutar de las cálidas noches veraniegas de la llanura.
Pero lo mejor de Plovdiv está en el casco antiguo, situado sobre las tres viejas colinas que dieron origen a la ciudad. La larga calle Saborna enlaza la plaza Dzhumaya con el casco antiguo. En ella descubrimos la vieja Farmacia Hipokrat, conservada tal y como estaba en el siglo XIX. El laberinto de calles empedradas que trepan por las colinas da un ambiente especial a la vieja ciudad. Las fascinantes casas son representativas del Renacimiento búlgaro (siglos XVIII y XIX). Mansiones de mercaderes que se enriquecieron gracias a que las rutas comerciales entre Oriente y Occidente pasaban por esta parte de Europa. Las fachadas están profusamente decoradas con ventanas y puertas labradas en madera y pintadas con llamativos colores. Una de sus características es que cada planta sobresale un poco más que la anterior y está apuntalada con vigas de madera. La más famosa es la Casa Kuyumdzhiogh, construida en 1847 y que hoy acoge el Museo Etnográfico. Muy cerca de ella, la pequeña Iglesia de los Santos Constantino y Elena es la más antigua del barrio. Otras casas que permiten visitar su interior para hacerse una idea de la vida de estos mercaderes en el siglo XIX son la Casa Balabanov, propiedad de un comerciante búlgaro, la Casa Hindliyan, levantada por un rico mercader armenio, y la Casa Lamartine, propiedad de la Unión de Escritores Búlgaros. Las diferentes nacionalidades de origen de los propietarios nos hablan de la convivencia y tolerancia características de la ciudad. Lo ideal es perderse por las estrechas calles, que suelen estar prácticamente vacías, y descubrir sus rincones más apartados.
Paseando por la ciudad vieja acabaremos en las colinas que marcan los dos extremos del barrio. Al sur, en la colina de Taksim Tepe, unas excavaciones en los años 70 sacaron a la luz el magnífico Teatro Romano, construido en tiempos del emperador Trajano. El Teatro se ha convertido en el símbolo de la ciudad y acoge cada verano al festival más famoso de Bulgaria. Vale la pena asistir a una opera en este escenario…¡por un precio que no puede verse en ninguna otra parte de Europa! (nosotros pagamos por las entradas 8 EUR/persona). Al norte, el Nebet Tepe, Colina de la Oración, sirvió de emplazamiento para la fortaleza medieval de la que hoy sólo quedan las piedras de los cimientos.
Plovdiv oculta otras sorpresas entre los insulsos y decadentes barrios modernos de estética soviética. Dos buenos ejemplos son la basílica paleocristiana que se ha excavado cerca de la ciudad vieja y en la que se han descubierto excepcionales mosaicos o el mayor tesoro en orfebrería de oro labrada por los tracios (el tesoro de Panagyurishte) que es el emblema del Museo Arqueológico.
Koprivshtitsa fue declarada hace ya más de 50 años la ciudad-museo de Bulgaria. Fundamentalmente porque agrupa a los mejores ejemplos de la arquitectura del resurgimiento. Hay casi 400 casas catalogadas como monumentos históricos. Todas lucen vivos colores y fantásticos trabajos de madera en sus ventanas, balcones e interiores. El pueblo es cuna de muchos revolucionarios destacados. No fue casualidad que aquí comenzará el levantamiento de 1876. Y todo esto en un entorno bastante salvaje, a los pies de los montes de Sredna Gora, en plena Cordillera de los Balcanes.
Fundada en el siglo XIV, durante el II Imperio Búlgaro, como centro ganadero, mantuvo cierta autonomía durante el Imperio Turco a cambio de cobrar tributos para los otomanos. A principios del siglo XIX fue saqueada e incendiada por los bandidos pero después se recuperó y los ricos comerciantes construyeron sus casas de piedra y madera de estilo resurgimiento.
El pueblo tiene actualmente alrededor de 3.000 habitantes y un pequeño paseo a lo largo del río Topolnitsa permite conocer rápidamente los edificios más característicos. El centro de Koprivshtitsa es la Iglesia de Sveta Bogoroditsa, construida a principios del siglo XIX y cuyas campanas anunciaron el inicio del levantamiento. Muy cerca está la Casa Kableshkov, donde vivió el líder del levantamiento, y el Puente del Primer Disparo, donde murió la primera víctima turca.
Las otras casas del resurgimiento imprescindibles son la Casa Debelyanov, residencia del poeta del siglo XIX que murió en la I Guerra Mundial; la Casa Lyutov, propiedad de un mercader de leche; la Casa Karavelov, construida por un ideólogo del movimiento de liberación (estos son básicamente los que piensan y no van al frente de batalla); la Casa Benkovski, mucho más modesta, donde vivió otro de los revolucionarios que fundó el destacamento de caballería alado (este sí que fue de los que murió); y, sobre todo, la Casa Oslekov, símbolo de Koprivshtitsa, con una fachada y unos salones impresionantemente decorados.
Todas estas sorprendentes casas han sido convertidas en pequeños museos que permiten hacerse una idea sobre la vida en las postrimerías del Imperio Otomano. Hay una entrada conjunta para visitar las 6 mansiones por el módico precio de 5 BGN = 2,5€ aprox.
La infraestructura turística de Plovdiv ha mejorado mucho en los últimos años. Lo más recomendable es alojarse en el casco antiguo. Todos los sitios de interés son fácilmente accesibles a pie desde allí y el barrio es especialmente tranquilo al caer la noche, mientras el bullicio continúa al pie de las colinas. Dos lugares recomendables son:
Hotel Hebros: Konstantin Stoilov Str 51, 4000 Plovdiv (www.hebros-hotel.com). Ocupa una casa del siglo XIX en el corazón del casco antiguo decorada con esmero con todo tipo de artesanía de madera. Tiene un patio muy acogedor, especialmente agradable en verano. Alrededor de 90 EUR la habitación doble con desayuno en temporada alta.
Hotel Evmolpia: Pernik Str 4, 4000 Plovdiv. Tf: +359 32957795 (www.hotelevmolpia.com). Situado en una casa tradicional, en un apartado y tranquilo rincón del casco antiguo. Decorada con muebles de época. Alrededor de 75 EUR la habitación doble con desayuno en temporada alta.
En Koprivshtitsa muchas casas se han reconvertido en viviendas de alquiler o tienen habitaciones para viajeros. Si preferís un hotel con encanto, una buena opción es:
Gozbarov’s Guest House: Ivan Borata Str 9, 2077 Koprivshtitsa. Tf: +359 71843044 (www.gozbarovhouse.com). Una auténtica casa del resurgimiento convertida en un hotel con encanto prácticamente en el centro de la población. Las camas son bastante estrechas. Alrededor de 35 EUR la habitación doble con desayuno.
Los Sabores de la Cocina Búlgara
La cocina búlgara tiene muchos parecidos con la griega y la turca, aunque se emplea más el aceite de girasol que el de oliva y se utilizan más verduras y frutas. Hay también platos semejantes a los de la cocina del resto de los países eslavos de los Balcanes.
El yogur es el producto nacional. Les fastidia mucho que los griegos y turcos se hayan apropiado del producto porque según ellos el yogur genuino es el búlgaro.
Las verduras de las llanuras de Bulgaria tienen fama internacional, con ellas elaboran los guisos conocidos con el nombre genérico de gyuvetch. Los embutidos se suelen ofrecer como aperitivos, mezes, y suelen incluir salami, jamón curado, sarmi o un queso fuerte de color amarillo intenso llamado kaskaval.
Los 10 platos que bajo ningún concepto se debe uno perder cuando se visita el país son:
Tarator: Una sopa que se elabora con yogur, pepinos, eneldo, aceite de girasol, ajo y nueves. Se sirve fría y resulta muy refrescante. Se considera el palto nacional. Ensalada Shopska: Combina tomate, pepino, pimiento, cebolla y queso fresco (sirene). Es quizá el plato más conocido internacionalmente porque suele servirse en casi todas las comidas. Kyopolou: Berenjena, pimiento y tomate aliñados con ajo, perejil y vinagre de vino tinto. Kebapche: El bocata típico búlgaro está hecho con una pieza alargada de carne picada a la parrilla con queso rallado por encima de aproximadamente el mismo tamaño que un perrito caliente. La carne suele ser de cerdo. Muy parecido a los cevapcici del resto de los Balcanes. Ideal para acompañar una cerveza. Kavarma: Carne de ternera, cordero, cerdo o pollo guisada con cebolla y vino tinto. Kyufteta: Albóndigas con especias asadas, fritas o a la brasa. Musaka: La versión búlgara lleva patatas, huevos y carne de cerdo picada. Suele cubrirse con yogur en su parte superior. Pimientos dulces rellenos con diversos ingredientes como arroz, queso, huevo o carne. Se hornean o fríen. Banitsa: Pastel salado de hojaldre relleno de queso. También puede hacerse con manzana y nueves en su versión dulce o con verduras y carne en otras versiones saladas. Suele ponerse para desayuno o postre en todo el país. Baklava: Muy semejante a los de Turquía y países árabes. Hojaldre relleno con nueves y especias empapado en sirope.Los vinos de Bulgaria tienen fama de ser especialmente aromáticos. Los tintos de Plovdiv son uno de los más famosos.
Restaurantes
Plovdiv es una ciudad con una gran vida nocturna y en constante efervescencia cultural, sobre todo ahora que ha sido nombrada Capital Europea de la Cultura. No es difícil encontrar buenos restaurantes con una de las mejores relaciones calidad-precio de la Unión Europea. Algunas de las mejores opciones son:
Pavaj: Zlatarska 7, Kapana District, 4000 Plovdiv. Tf: +359 878111876. En el barrio de moda de la ciudad. Este pequeño local se ha convertido en una de las mejores referencias culinarias entre los habitantes de la ciudad. Imprescindible reservar. Carta en español y camareros especialmente amables. Alrededor de 15 EUR/persona con un primero compartido, segundo, postre y bebidas.
Alafrangite: Kiril Nektariev Str 13, Hotel Alafrangite, 4000 Plovdiv. Tf: +359 032623187 (www.alafrangite.eu). Ubicado en una preciosa casa tradicional que da a una pequeña calle del casco antiguo. Ofrece los platos típicos de la cocina búlgara servidos en el sencillo comedor interior o en la recoleta terraza. Alrededor de 15 EUR/persona con un primero compartido, segundo, postre y bebidas.
Philippopolis: Saborna Str. 29, 4000 Plovdiv. Tf: +359 032624851 (www.philippopolis.com). Un clásico en Plovdiv. Situado en el centro del casco antiguo, ofrece un comedor interior elegante o una agradable terraza con vistas sobre el barrio de Kapana. Comida búlgara e internacional. Precio elevado para los estándares búlgaros pero es una apuesta segura. Alrededor de 20 EUR/persona con un primero compartido, segundo, postre y bebidas.
Entre las ciudades de Shipka y Kazanlak se ha excavado la mayor concentración de tumbas tracias de Bulgaria por lo que se conoce como el Valle de los Reyes Tracios. Al parecer era un lugar sagrado para la poderosa tribu de los odrisios, que habían establecido su capital en la cercana Seutópolis, por lo que fue utilizado para enterrar a los reyes y nobles tracios de la tribu. Son tumbas de piedra selladas y cubiertas con tierra por lo que aparecen como grandes montículos sobre la llanura (mogili). La mayor parte fueron construidas en el siglo IV aC, la época de mayor poder de los odrisios. La estructura general de la tumba consta de un estrecho corredor o dromos, una antecámara rectangular y una cámara funeraria de planta rectangular o circular.
El valle está salpicado de decenas de montículos que albergan las tumbas. Todas tienen sus diferencias pero os recomiendo visitar las dos que me parecen más espectaculares. La Tumba del rey Seutes III Golyama Kosmatka está a un par de km al oeste de Shipka y tiene una de las estructuras más grandes y mejor conservadas de todo el Valle. La de Mogila Ostrousha, unos km al sur de Shipka, conserva algunas pinturas en sus muros entre las que destaca el pequeño retrato de una niña pelirroja.
La joya de las tumbas tracias es, sin duda, la Tumba de Kazanlak. Situada en el nordeste de la propia ciudad de Kazanlak, la tumba original permanece cerrada por motivos de conservación pero hay una réplica exacta construida al lado de la original. El monumento funerario data del siglo IV aC y está formado por un estrecho corredor y una cámara funeraria redonda, ambas decoradas con frescos que representan diversas escenas. Son las pinturas mejor conservadas del período helenístico en Bulgaria por lo que han sido catalogadas como Patrimonio de la Humanidad.
Kazanlak es también la capital del conocido como valle de las rosas. La rosa damascena se cultiva por su fina fragancia para obtener un aceite que está presente en todos los grandes perfumes. El cultivo fue introducido en Bulgaria por los turcos en el siglo XIX. Las excepcionales condiciones del valle entre Karlovo y Kazanlak han convertido a esta pequeña región en el primer productor de aceite de rosas, con alrededor del 70% de la producción mundial. El aceite de Rosa de Bulgaria (Rosa Otto) está considerado el mejor del mundo. De ahí que las rosas sean uno de los símbolos del país. Desde finales de mayo hasta principios de junio, miles de rosas blancas, rojas y rosas florecen por estos campos. Resulta difícil dejar Bulgaria sin llevar un producto derivado del aceite de rosas en la maleta.
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