Paraty: Oro, Literatura y Aguardiente

Un puñado de casas blancas frente a la bahía brillan al sol contrastando con la frondosa selva tropical que puebla las altas montañas que la rodean. Al desembarcar enseguida percibes que el pueblo no es pequeño, pero la atmósfera de película de piratas permanece. Una retícula de calles estrechas, empedradas con grandes losas heterogéneas. Una forma de invitar a circular despacio. Casas blancas de uno o dos pisos con puertas y ventanas pintados de colores. Patios y plazas con exuberante vegetación. Sabor a aguardiente de caña. Y un sol tropical que lo inunda todo. Ya Américo Vespucio descubrió la fascinación que ejerce el lugar:

‘¡Oh, Dios! Si hubiera un paraíso en la tierra no estaría lejos de aquí’

Paraty fue fundada por los portugueses para unir la costa de Río de Janeiro con las minas de oro de Minas Gerais. Allí embarcaba todo el oro extraído en las minas y en el puerto recibían los vergonzosos cargamentos de esclavos que nutrían de mano de obra a las explotaciones mineras. Entre 1539 y 1815, sobre todo en los últimos 100 años de este periodo, alcanzó todo su esplendor. Luego fue sustituido por Río de Janeiro y casi fue sepultado por la voracidad de la selva. Solo hace unas pocas decenas de años Paraty fue redescubierto y rehabilitado para ofrecer el mejor ejemplo de arquitectura colonial brasileña. Hoy es Patrimonio de la Humanidad.

Un Poco de Historia: La Estrada Real - El Camino del Oro Portugués

A finales del siglo XVII se descubrió oro en el interior del Brasil. Los bandeirantes (aventureros conocedores de las formas de vida indígenas) se lanzaron a explorar toda la zona y de paso expandieron el territorio portugués más allá de los límites fijados por el Tratado de Tordesillas. Los yacimientos de oro resultaron ser los más grandes de Suramérica. La fiebre del oro no se hizo esperar. Más de 400.000 portugueses acudieron a explotar las minas. Fundaron asentamientos que pronto se convirtieron en las ciudades más ricas del país. El distrito recibió el nombre de Minas Gerais. La capital, Villa Rica (luego rebautizada como Ouro Preto, Oro Negro, por las características del oro extraído de las minas), fue ganando en prosperidad hasta llegar a ser, a mediados del siglo XVIII, la ciudad más poblada no sólo del Brasil sino de toda América del Sur.

La fiebre del oro fue la más larga de la historia. Se mantuvo hasta principios del siglo XIX. El oro debía exportarse a Portugal y para ello se necesitaban caminos que enlazarán Minas Gerais hasta los puertos del país. El primer camino, conocido Estrada Real, se trazó siguiendo una vieja ruta indígena. Los más de 700 km entre Villa Rica y Paraty se tardaban en recorrer casi 100 días. Se calcula que alrededor de 800 toneladas de oro fueron transportadas por este camino. Se necesitaba mano de obra para el trabajo duro de las minas, así que el camino se convirtió también en el triste recorrido al que eran obligados los esclavos que llegaban al puerto rumbo a su penoso trabajo bajo tierra. Hasta medio millón de esclavos se precisaron en la explotación de las minas.

Paraty fue así el puerto con mayor actividad del Brasil en el siglo XVIII. Hasta que a finales de ese mismo siglo se abrió una ruta más corta, que llevaba hasta el puerto de Río de Janeiro, y el comercio basculó hacia la que se convertiría en la nueva capital de Brasil desde 1763. La nueva Estrada Real monopolizó todo el tráfico mercantil y Paraty fue siendo abandonada progresivamente hasta casi caer en el olvido.

Cómo llegar

Paraty está a medio camino entre Río de Janeiro y São Paulo. Lo más fácil para llegar es contratar un transporte privado desde cualquiera de las dos ciudades. Hay muchas empresas que se dedican a cubrir el trayecto. Dos agencias recomendables son Paraty Tours (www.paratytours.com.br) y Top Transfer (www.toptransferbrasil.com.br). El coste por persona dependerá del tipo de vehículo que se prefiera (compartido o privado). En una furgoneta de transporte compartido suele rondar los 25€ por persona y trayecto. Cuidado con los vehículos que no son de compañías identificadas, ofrecen precios muy baratos, pero en la mayoría de los casos no son de fiar.

Paraty está bien comunicado con las playas de los alrededores. Desde la estación de autobuses parten guaguas a las playas de Trindade y Paraty-Minim. En el puerto se pueden alquilar barcas que permiten acceder a las calas más recónditas y prácticamente salvajes de la zona.

Qué visitamos en este post

En el siguiente mapa interactivo podrás localizar con exactitud todos los lugares de Paraty y alrededores sobre los que se habla en el artículo:

Descubrir Paraty

El Puerto de la Fiebre del Oro

Paraty (pronunciado «Parachi») era un pequeño asentamiento portugués desde el comienzo de la colonización del Brasil. Todo cambió en aquel minúsculo puerto cuando estalló la fiebre del oro, tras el descubrimiento de los yacimientos de Minas Gerais y el trazado de la Estrada Real entre Vila Rica y Paraty. Desde aquí zarparían toneladas de oro extraídas y desembarcarían los ignominiosos cargamentos de esclavos destinados a trabajar en las minas.

La ciudad fue diseñada como una cuadrícula perfecta que penetra en la bahía. Calles rectilíneas con casas sencillas, generalmente de un sólo piso, con tejados a dos o cuatro aguas, salpicadas de pequeñas iglesias. Las puertas y ventanas de colores chillones contrastan con el blanco inmaculado de casas e iglesias, con el rojo de las tejas y con la selva verde que rodea a la ciudad. Una sinfonía de colores que te atrapa desde el primer momento. La intensa luz tropical  refuerza las distintas tonalidades. En las calles enlosadas los charcos formados por los frecuentes aguaceros reflejan las puertas y ventanas amplificando la imagen. El ambiente, bohemio y alegre, hace el resto. Enseguida te sientes cautivado por el lugar.

Lo más característico de Paraty es el enlosado de sus calles. Grandes piedras irregulares que hacen que caminar sea una odisea. Además, hay que evitar los grandes charcos que se forman en el centro. Uno pretende caminar admirando su arquitectura, pero termina mirando siempre al suelo para evitar chapotear. Este característico deambular tiene un nombre propio en la ciudad; los oriundos, lo llaman “Pé-de-moleque” (“Pie de Niños”) por la semejanza con un niño que aprende a caminar. Cada poco nos paramos para admirar un rincón o una nueva perspectiva. Curioso resulta ver a los destartalados carromatos que pasean a turistas, imitando también ese devenir. Sus ruedas oscilan continuamente en todas direcciones, y parece como si de un momento al otro, fueran a quebrarse en mil pedazos… milagrosamente, sin embargo, aguantan.

 

En Paraty, incluso las iglesias parecen inclinarse a saludar al viandante. En realidad, a causa de un suelo muy inestable y fangoso, que otrora ocupaban manglares y zonas pantanosas, las fuertes lluvias se filtran por todas partes socavando los débiles cimientos. Puedo aseguraros que esta inclinación no les resta atractivo sino que añade encanto.

Cada iglesia identifica un barrio y con él a un gremio. La de Santa Rita es la más antigua, su estampa, tras una gran explanada frente al mar, es la que identifica a la población desde su fundación. La preferida de los marineros. La de Nuestra Señora de los Dolores fue construida para la aristocracia, entre el río y la bahía. Los esclavos abarrotaban la más pequeña de todas, la humilde Nuestra Señora del Rosario y San Benedito, en el centro (como es habitual en casi todas las ciudades brasileñas, si habéis visitado Río o Salvador, podréis dar fe de ello). La más grande de todas es la Iglesia Matriz de Nuestra Señora de los Remedios que en su última versión quedo inacabada, ni la Estrada Real ni el puerto funcionaban ya, y no hubo dinero para construir las torres. Pero la plaza y el templo siguen allí, recordando la antigua opulencia de la ciudad.

La Capital de la Cachaça

Cuando el comercio en la ciudad se hundió, la población tuvo que buscar otra actividad. El cultivo de la caña de azúcar se convirtió en su mayor fuente de riqueza. Y claro, pronto los alambiqueros se pusieron a trabajar para obtener la cachaça, la bebida alcohólica más popular de Brasil. Un aguardiente obtenido de la destilación del jugo fermentado de la caña de azúcar.

La cachaça se bebe sola, pinga, o en cocteles como la caipiriña. Las elaboradas en Minas Gerais y Paraty son las más famosas del país. En los años 80 se empezó a celebrar aquí el Festival de la Cachaca, una fiesta que pronto se hizo muy popular, hasta saturar la ciudad durante los días de su celebración.

Pero no hay que coincidir con el Festival para poder probar la cachaça. Basta darse un pequeño paseo por las calles de Paraty para advertir el número de destilerías y establecimientos de venta. Irse de la ciudad sin disfrutar del ambiente nocturno y sin probar una caipiriña sería imperdonable. Las calles cercanas a la iglesia de Nuestra Señora de los Remedios suelen abarrotarse al anochecer. Eso sí, hay que tener cuidado con la bebida; entra muy bien, pero rápidamente se sienten las consecuencias de su graduación. Lo mejor es acompañar la bebida con una buena cena que incluya la famosa «moqueca de camarones», el plato estrella local.

Festival Internacional Literario de Paraty (FLIP)

No sólo de cachaça vive Paraty. Hay más de 20 ferias a lo largo del año: fotografía, teatro, música, moda…. La más importante es relativamente reciente. En el año 2003 la editora Liz Calder (conocida por descubrir el fenómeno Harry Potter) decidió montar una feria literaria dedicada a la literatura brasileña. Desde entonces el Festival Internacional Literario de Paraty (FLIP) no ha dejado de crecer. Cada mes de julio los hoteles se llenan para recibir no sólo a los grandes escritores brasileños sino a figuras de talla internacional. Quizás por eso la ciudad respira todo el año ese ambiente bohemio.

Hoy los grandes escritores suelen alojarse en la Pousada Literaria. Vale la pena darse una vuelta por las instalaciones del hotel que incluyen una coqueta librería donde se pueden encontrar los grandes títulos de la literatura brasileña en portugués y en español.

El Paraíso: Mata Atlántica y Playas Vírgenes

En los alrededores de Paraty se conserva el mayor espacio natural virgen de todo el litoral sur brasileño. La Sierra de la Bocaina cubre toda la escarpada costa con un espeso bosque conocido como Mata Atlántica. Un manto verde prácticamente impenetrable. De cuando en cuando la costa se hace menos abrupta y aparecen playas maravillosas de refulgente arena blanca. Algunas de ellas son sólo accesibles en barco.  Los arenales de Praia Vermeiha, Paraty-Mirim, Melo o Cachadaco figuran entre los más bellos de Brasil.

Recorrer en barco la estrecha bahía conocida como Saco de Mamanguá es todo un espectáculo. Desde el muelle situado frente a la iglesia de Santa Rita se puede negociar con los patrones de las barcas un precio para explorar el Saco y recalar en uno de los arenales vírgenes de la zona. La otra opción es viajar en autobus hasta Trindade y desde allí optar las playas de Melo o Cachadaco. Desde el extremo del arenal de Cachadaco parte una senda entre la espesura de la Mata Atlántica que lleva a unas bellas piscinas naturales.

Imposible no disfrutar del paraíso de Paraty y su entorno. Lo difícil es tener que marchar…

Dónde Dormir

En los últimos años la demanda turística ha hecho proliferar en Paraty todo tipo de alojamientos, en especial magníficas Pousadas en el casco histórico. Es cuestión de adaptarse al presupuesto. Dos magníficas posibilidades en alojamientos con encanto son:

Pousada Pardieiro: Rua Aurora, 287, Paraty – Rio de Janeiro 23970- 000  (www.pousadapardieiro.com.br). En el corazón del casco histórico. Un lugar para relajarse y soñar. Habitaciones y apartamentos amplios alrededor de un jardín tropical y una piscina que invitan a reposar. Silencio absoluto al lado del bullicioso casco histórico. Uno de los hoteles preferidos por los escritoires que acuden al FLIP. Desde 100€ la habitación doble con desayuno en temporada alta.

Posada Pardeiro

Pousada Morro de Forte: Rua Orlando Carpinelli 413, Bairro Pontal, Paraty 23970-00 (www.pousadamorrodoforte.com.br). Una casa de campo situada en lo alto de la colina que domina por el norte la ciudad, con vistas a la bahía. Rodeada de vegetación tropical. Habitaciones amplias y muy cuidadas. Desde 85€ la habitación doble con desayuno en temporada alta.

Dónde Comer

Tampoco faltan restaurantes en todo el casco antiguo. Sentarse en sus terrazas con sillas y mesas de madera y saborear no sólo los platos sino el ambiente de la ciudad es una experiencia inexcusable. Un par de locales que representan lo mejor de la comida de la región, aunque no sean aptos para todos los bolsillos son:

Restaurante Caminho Do Ouro: Rua Dr. Samuel Costa, 236 – Centro Histórico, Paraty, Rio de Janeiro 23970-000. Pequeño local rústico con unas pocas mesas en el interior y otras en la terraza. Estupendos platos de cocina brasileña e internacional. Alrededor de 30€ por persona.

Restaurante Banana da Terra: Rua Dr. Samuel Costa, 198 – Centro Histórico, Paraty, Rio de Janeiro 23970-000 (www.restaurantebananadaterra.com.br). El templo de la moderna cocina brasileña en Paraty. Magnífica comida, pero a un precio alto. Alrededor de 50€ por persona.