Una visita a Füssen y el Castillo de Neuschwanstein
Las verdes y planas praderas que rodean el fascinante pueblo medieval de Füssen sirven como excepcional mirador de los Alpes Bávaros que se alzan abruptamente a escasos kilómetros al sur del pueblo. El bucólico paisaje compuesto de extensas praderas salpicadas por lagos de aguas azules y verdes bosques contrasta con las agrestes cumbres rocosas de los Alpes. No podía haber mejor escenario para un castillo de cuento de hadas.
Luis II de Baviera alcanzó pronto el sobrenombre de Rey Loco. Privado de sus prerrogativas de gobernante absolutista, se concentró en sus proyectos arquitectónicos donde quería revivir un pasado medieval que suponía más glorioso para la monarquía. Fue así como comenzó a levantar su gran obra, el Castillo Neuschwanstein (“El Nuevo Cisne de Piedra”). El emplazamiento es soberbio. Justo donde surgen los Alpes Bávaros ideó un inmenso castillo con altas torres y grandes estancias concebido como una poesía romántica. El castillo-palacio debía ser en su imaginario un lugar para exclusivo disfrute de la familia real. Hoy Neuschwanstein es el monumento más famoso de Alemania, millón y medio de visitantes “profanan” sus estancias cada año.
Füssen es también el final de la ruta turística más popular de Alemania, conocida como la Carretera Romántica, que va en dirección norte sur durante más de 400 km, desde Wurzburgo, a orillas del río Meno, a los Alpes Bávaros. El nombre deriva de la fascinación que ejercen los pueblos medievales que componen la ruta y cuya guinda es el espectacular castillo de Neuschwanstein.
La capital de Baviera es la puerta de entrada más frecuente a la región. El Aeropuerto Internacional de Múnich – Franz Joseph Strauss es el segundo en volumen de tráfico aéreo en Alemania. Las compañías Iberia, Lufthansa y Cóndor enlazan Múnich con varias ciudades españolas.
Desde el Aeropuerto de Múnich lo mejor es alquilar un coche para recorrer Baviera. Füssen está a 130 km de Múnich por una magnífica carretera (la mayor parte autopista) por lo que la distancia se tarda en cubrir alrededor de una hora y media.
El Ducado de Baviera nació alrededor del año 555, en tiempos de los reyes merovingios. Desde entonces se sucedieron distintas dinastías pero nunca dejó de haber soberanos de Baviera. El Ducado formo parte del Sacro Imperio Romano Germánico y desde 1623 los Duques figuraron como Príncipes Electores de Baviera. Esto suponía ostentar el mayor rango después del Emperador y quedaba reflejado en el teórico voto para la sucesión del Imperio.
Tras la abolición del Sacro Imperio Romano Germánico por Napoleón Bonaparte, el Ducado de Baviera fue elevado al rango de reino. Napoleón compensó así el apoyo prestado por el Ducado al ejército francés. Maximiliano I fue coronado rey el 1 de enero de 1806 y permaneció junto a Napoleón hasta su derrota en la Batalla de Leipzig. Tras la derrota se paso al bando de los aliados con la condición de preservar la integridad del reino. Aunque finalmente perdió el Tirol y Salzburgo en favor del Imperio Austriaco, pudo conservar el resto del territorio e incluso fue uno de los mayores contribuyentes a la Confederación Germánica. Maximiliano I murió en 1825 sucediéndole en el trono su hijo, Luis I, que gobernó como monarca absolutista pero fue obligado a abdicar tras la Revolución de 1848. Maximiliano II reinó entre 1848 y 1864 en un régimen teóricamente liberal aunque con claras tendencias al absolutismo. A él se debe la reconstrucción del Castillo de Hohenschwangau que convirtió en su lugar de veraneo. Allí creó una sociedad de artistas e intelectuales que dedicaron su tiempo a los estudios históricos y científicos.
Luis II de Baviera fue el primogénito de Maximiliano II y María de Prusia. Nació en el Palacio de Nympherburg, la residencia oficial de los monarcas de Baviera en Múnich, en 1845. Su infancia transcurrió entre Múnich y la residencia de verano en el Castillo de de Hohenschwangau. Recibió una esmerada educación y mostró siempre una especial predilección por las artes, especialmente la música y la arquitectura, y por el mundo medieval. Los dramas de Richard Wagner ambientados en la Edad Media ejercieron siempre en él una poderosa fascinación. La temprana muerte de su padre significó su acceso al trono a la edad de 18 años. Su ideal era gobernar como monarca absolutista pero los tiempos habían cambiado. En la Guerra Austro-Prusiana se alió con Austria. La victoria de Prusia supuso en la práctica la pérdida del poder político para la corona y la anexión de facto del Reino de Baviera. Había nacido el Imperio Alemán.
Luis II se refugió en sus creaciones arquitectónicas dando rienda suelta a su imaginación. El estilo ecléctico, basado en utilizar elementos artísticos mezclados y extraídos del pasado, le sirvió perfectamente a sus propósitos. Su obra más emblemática fue el Castillo de Neuschwanstein. No fue la única. Diseñó también el Palacio de Linderhorf, un pequeño pastel de estilo Rococó enmarcado en un idílico coto de caza de la corona, y el Palacio de Herrenchiemsee, una imitación de Versalles que ocupa una isla del lago Chiemsee y que no llego a completarse.
La muerte del rey no significó la abolición del reino de Baviera aunque el territorio tenía ya una autonomía ficticia. El trono fue ocupado por su hermano con el título de Otón I (1886-1913). Sin embargo, su enfermedad mental supuso que el gobierno fuera ejercido por regentes, primero su hermano menor, Leopoldo, y más tarde el hijo de éste, Luis. A la muerte de Otón su sobrino Luis le sucedió en el trono como Luis III de Baviera. Su reinado fue efímero. Tras la derrota sufrida por Alemania en la I Guerra Mundial fue obligado a abdicar y el Reino de Baviera desapareció finalmente del mapa.
En el siguiente mapa interactivo podrás localizar con exactitud todos los lugares y las rutas de los que se habla en el artículo. Podéis usarlo para llegar hasta ellos fácilmente.
Otras visitas en Baviera:
El trazado del casco histórico de Füssen revela claramente su origen romano. La calle principal, Reichenstrasse, sigue el mismo trazado que la famosa vía romana que atravesaba la ciudad. La Vía Claudia Augusta unía Verona y Augsburgo (Augusta Vindelicum) y era la principal ruta a través de los Alpes.
Füssen fue fundada como Foetes o Foetibus (derivada de la palabra latina fauces) para salvaguardar el difícil paso por los Alpes, razón suficiente para que allí se estableciera definitivamente la Legio III Itálica.
Hoy la Reichenstrasse está flanqueada por típicas casas medievales del siglo XVI. Fue en ese siglo cuando el municipio, harto de los periódicos incendios, obligó a que las casas no fueran construidas con madera. Al final de la Reichenstrasse se alzan los dos edificios más emblemáticos de la ciudad. En la cima de la colina el Hohes Schloss, el Castillo Alto, residencia de los obispos-príncipes de Augsburgo que desde época medieval convirtieron a la ciudad en su residencia de verano. El Castillo ocupa el mismo lugar que siglos antes había servido de cuartel general a la legión romana. Su torre se alza como vigilante de la vida en la ciudad. Abajo, a la vera del caudaloso río Lech, el enorme Monasterio de St Mang. La abadía benedictina fue fundada en el siglo IX pero el aspecto actual se debe a su total reconstrucción a principios del siglo XVIII en estilo Barroco. La orden fue despojada del monasterio en las guerras napoleónicas. La iglesia del monasterio se convirtió entonces en templo parroquial y el resto de dependencias fueron ocupadas por el ayuntamiento y el museo de la ciudad. Por cierto, el museo posee una de las colecciones de laúdes mejores del mundo (la ciudad se especializó en la producción artesanal de este instrumento musical).
El encanto de Füssen se descubre en sus recoletas calles y plazas que guardan aún los nombres de los diferentes gremios. Entre las viejas casas adornadas con pinturas y coronadas por inclinados tejados a dos aguas se pueden contar hasta 12 iglesias, todas ellas reformadas en estilo Barroco. La más espectacular por su fachada es la Iglesia del Hospital del Espíritu Santo, situada enfrente de la abadía benedictina.
Los alrededores de Füssen deparan grandes sorpresas. No sólo por los castillos de Hohenschwang y Neuschwanstein. La naturaleza es realmente idílica. Algunos de los lugares sirvieron de escenario a la inolvidable película “La Gran Evasión”. Se pueden hacer, andando o en bicicleta, un montón de deliciosas excursiones. Hay algunas imprescindibles (descritas con una línea verde en el mapa):
Cascada y Garganta del Río Lech: Descendiendo desde el Monasterio hasta el puente se sigue primero la carretera que lleva a la frontera con Austria por la orilla derecha del río hasta llegar a una gran cascada. Una pasarela situada sobre la cascada permite contemplarla de cerca y ver el desfiladero en el que se precipita el río antes de llegar a la ciudad. Luego se puede descender al pueblo por la otra orilla e incluso dar un rodeo por el pequeño lago de Mittersee.
Lago de los Cisnes – Schwansee: Todos los lagos de los alrededores de Füssen merecen ser visitados. La mayoría de ellos tienen senderos que los rodean y se pueden recorrer a pie o en bicicleta. El que a mí más me gusta, quizás por ser uno de los menos concurridos o simplemente por su nombre, es el Lago de los Cisnes, rodeado por un precioso bosque y con increíbles vistas a los Alpes. Casi todos los lagos tienen lugares acondicionados para bañarse, sólo hay que tener la templanza suficiente para soportar las frías aguas de los Alpes.
St Coloman: La meseta de Schwangau es perfecta para andar en bicicleta. El mejor destino es la iglesia de St Coloman, una de las más representativas del barroco en Baviera, que surge aislada en medio de una gran pradera. El camino es una muestra de la arquitectura tradicional bávara: casas con tejados a dos aguas, paredes pintadas, balconadas y ventanas con filigranas de madera y sobrios pajares de madera.
Teleférico al Tegelberg: Una de las grandes atracciones del valle es el teleférico que sube hasta el Monte Tegelberg, a 2150 metros. En el trayecto se contemplan vistas únicas del Castillo de Neuschwanstein. Ya en la cima el panorama de los Alpes Bávaros al sur y la meseta del Allgäu al norte es grandioso. En vez de descender nuevamente el teleférico se puede optar por un sendero que lleva directamente hasta el Puente de María y el Castillo de Neuschwanstein a través de un frondoso bosque de pino negro. Las dos horas de caminata esconden sorprendentes vistas del Castillo del Rey Loco.
Cuando nos acercamos desde Füssen hacia el sur, en busca de los Alpes, las torres del Castillo de Neuschwanstein parecen surgir por encanto sobre las copas de los árboles. Más cerca, descubrimos la silueta completa del Castillo sobre una colina, como empotrado en las paredes rocosas de la montaña.
Al llegar a Hohenschwangau, la pequeña localidad surgida al pie del lago Alpsee entre los castillos de los reyes bávaros, ya no podemos ver Neuschwanstein. El lugar surgió a finales del siglo XIX cuando los castillos empezaron a atraer a los viajeros. Los edificios de aire modernista con preciosas fachadas se ven un poco deslucidos por el constante trasiego de gente en busca de sus entradas para visitar los castillos o esperando a los autobuses que suben hasta el Puente de María. Basta andar hasta el lago para que el bullicio desaparezca. Los majestuosos Alpes Bávaros se reflejan en las claras aguas del Alpsee mientras el Castillo de Hohenschwangau, que destaca con su estridente color albero sobre el frondoso bosque de pinos, permanece vigilante a nuestra espalda.
Los billetes para la entrada a los castillos pueden reservarse vía online (con un pequeño recargo) en la página web oficial: www.hohenschwangau.de/ticketcenter.0.html. La ventaja es que así se evitan las largas colas que tienen lugar cada día en el Ticket Center situado en Hohenschwangau. Si no se han reservado previamente hay que procurar madrugar porque a partir de las 9 de la mañana, especialmente en verano, las colas alcanzan proporciones gigantescas y es frecuente quedarse sin la posibilidad de visitar el/los castillos.
La visita es bastante cara. En 2018 el precio era de 13 EUR por castillo, si bien las entradas combinadas a ambos castillos o a uno de los castillos y al Museo de los Reyes de Baviera permiten pequeños ahorros.
El horario de visita de Neuschwanstein en verano (1 de abril a 15 de octubre) es de 9 de la mañana a 5:30 de la tarde mientras el de Hohenschawangau en el mismo periodo es un poco más amplio, de 8:30 de la mañana a 6 de la tarde. No obstante, las visitas son por rigurosos turnos y el último turno suele ser media hora antes del cierre.
Hohenschwangau fue reconstruido por Maximiliano II de Baviera a partir de la antigua fortaleza de Schwanstein que había quedado en ruinas. El rey, entusiasmado por la belleza del entorno, adquirió la propiedad en 1832 y en 1837 ya tenía listo el castillo neogótico que sería la residencia oficial de veraneo de la familia real bávara. El interior fue adornado con frescos que representaban la historia de Scwangau y los romances medievales alemanes Parsifal y Lonhengrim, el rey de Swan, en los cuales pocos años más tarde Richard Wagner basaría sus operas. Luis II y su hermano, que sería también coronado rey con el nombre de Otón I, pasaron aquí su infancia y adolescencia.
Hay que subir desde Hohenschwangau hasta el Puente de María, nombrado así en honor a María de Prusia, la madre de Luis II, para contemplar la más bella panorámica del conjunto del Castillo de Neuschwanstein. Estamos sobre el desfiladero del río Pöllat, justo en la línea donde emergen repentinamente los Alpes. Allí surge el inmenso edificio con altas torres de un blanco inmaculado que resaltan sobre el verde oscuro de los bosques que lo rodean. Un castillo de cuento de hadas. No es extraño que Walt Disney encontrara aquí la inspiración para el diseño del castillo de la Bella Durmiente, el emblema de su mundo de fantasía.
El Puente de María suele estar abarrotado de gente pero basta alejarse por la otra orilla del puente y trepar por un sendero bien trazado (que lleva en realidad hasta el Monte Tegelberg) para disfrutar en soledad de magníficas vistas sobre el Castillo de Neuschwanstein.
Neuschwanstein mezcla los grandes estilos medievales: neorománico, neogótico, neobizantino e incluso algo del arte árabe que tanta notoriedad alcanzó a finales del siglo XIX. El interior se fue configurando como un decorado teatral. De un lado estaban los grandes espacios propios de cualquier castillo medieval: Sala del Trono, Sala de los Cantores, Sala de los Caballeros, Sala de las Damas, Capilla, Torre del Homenaje…De otro, las pinturas y decorados según un programa iconográfico basado en las operas de Wagner sobre sagas medievales: Lohengrin, Tannhäuser, Tristán e Isolda, el Anillo de los Nibelungos y Parsifal. Por si fuera poco Luis II no olvido los avances tecnológicos de la época. Las estancias estaban dotadas de calefacción, agua corriente, sistemas de conexión eléctricos entre estancias e incluso teléfono. Las obras del castillo avanzaron con gran rapidez. En 1869 empezaron los trabajos de demolición de los restos de los castillos existentes en la cima de la colina. En 1873 la portada con las torres y barbacanas de la entrada ya estaban terminadas y desde las habitaciones construidas Luis II podía supervisar la marcha del proyecto. La obra fue la mayor fuente empleo de la región. Y el proyecto no dejaba de crecer con las nuevas fantasías que se le ocurrían al rey.
Luis II empleó todo su patrimonio en la construcción del castillo pero, contra lo que la gente cree, no echo mano del presupuesto del reino. El rey fue incapacitado y detenido en el castillo en 1886. Pocos días más tarde murió ahogado en circunstancias extrañas en el lago de Stamberg. Las obras del castillo aún no habían acabado. Lo fundamental, de forma rápida y menos exuberante de lo programado, fue terminado en los años siguientes. Sin embargo, la Capilla, la Torre del Homenaje o los Jardines nunca llegaron a ser construidos. El castillo había sido concebido por Luis II para su uso y disfrute, libre de las miradas de extraños. Paradójicamente, a las pocas semanas de su muerte el castillo fue abierto al público y en poco tiempo se convirtió en la mayor fuente de financiación para la corona de Baviera. El edificio que había acabado con su fortuna y había provocado su incapacitación llego a ser el mejor recuso económico para su familia y aún hoy es una magnífica fuente de ingresos para el Estado Libre de Baviera.
La comarca de Füssen en los Alpes Bávaros es uno de los destinos preferidos por los alemanes para sus vacaciones y el lugar más visitado fuera de las grandes ciudades. La oferta de alojamientos es extensa pero hay que reservar con antelación y los precios no son precisamente baratos. Hay que elegir entre quedarse en Füssen, con los alicientes propios de una pequeña ciudad, o buscar un alojamiento más rural en los alrededores, a menudo a la orilla de uno de los numerosos lagos. Dos buenas opciones son
Hotel Sonne: Prinzregentenplatz 1, 87629 Füssen. Tf: 0049 (0) 83628000 (www.hotel-sonne.de). Ubicado en un edificio medieval del corazón del casco histórico de Füssen. Original decoración con trajes de época. Desayunos fabulosos. Desde 125 EUR la habitación doble con desayuno en temporada alta.
Hotel Landhaus Kössel Hopfensee: Höhenstraße 8, Hopfen am See, 87629 Füssen. Tf: 0049 8362 91670 (www.landhaus-koessel.de). Hotel rural situado a la orilla del lago Hopfen am See. Una casa de típica arquitectura bávara rodeada de un inmenso jardín. Habitaciones y apartamentos amplios. En temporada alta es necesario reservar para, al menos, 5 noches. Alrededor de 125 EUR/día la habitación doble o 150 EUR/día el apartamento para 4 personas.
Füssen y sus alrededores están plagados de pequeños restaurantes que ofrecen desde las especialidades bávaras a todo tipo de cocina internacional. Cuidado con intentar cenar tarde. A pesar de la amplia oferta os será difícil encontrar un restaurante abierto más tarde de las 9 de la noche. Algunos restaurantes que no os defraudarán son:
Waldwirtschaft am Mittersee: Badseeweg 5, Bad Faulenbach, 87629 Füssen. Tf: +49 8362 9303930 (www.waldwirtschaft-am-mittersee.de). Emplazado en un lugar idílico. Una preciosa casa típica bávara de madera a la orilla de un pequeño lago al que se puede llegar fácilmente andando desde Füssen. Se puede comer en la terraza contemplando el lago. Cocina alemana. Alrededor de 30 EUR/persona.
Madame Pluesch: Drehergasse 48, 87629 Füssen. Tf: +49 8362 9300949 (www.madame-pluesch.de). El local situado en la Plaza del Mercado cuenta con un comedor interior decorado con muebles de época y una pequeña terraza que da a la plaza. Cocina alemana e internacional. Alrededor de 30 EUR/persona.
Woaze Gasthof Weizenbrauerei: Schrannenplatz 10, 87629 Füssen. Tf: +49 83626312 (www.gasthof-woaze.de). Uno de los locales más populares en Füssen para degustar las especialidades alemanas. Un local con bancos y mesas de madera al más puro estilo alemán, que tiene también una tranquila terraza en un patio interior. Alrededor de 25 EUR/persona.
Una excursión imprescindible desde Füssen es la que recorre la vecina comarca de la Alta Baviera, situada al este de los Alpes Allgau. En un recorrido de menos de 100 km se pueden conocer algunos de los lugares más emblemáticos de los Alpes Bávaros.
La primera parada es la iglesia de Weiss, una joya del Barroco que ha merecido la declaración de Patrimonio de la Humanidad. La iglesia fue construida entre 1745 y 1754 por los hermanos Zimmermann para albergar a las multitudes que acudían en peregrinación después de que una campesina asegurará haber visto llorar a una estatua de Cristo. La sobrecargada decoración del interior, en un elaborado estilo Rococó, culmina en el fresco de la bóveda que representa el Juicio Final y la entrada al Paraíso.
Un poco más al este se encuentra el pueblo de Oberammergau, famosos por sus casas pintadas con trampantojos del siglo XVIII. Los frescos en las fachadas son típicos de toda Baviera pero aquí alcanzan su expresión más recargada. La localidad es célebre por su artesanía de tallas de madera pintada que llegan a alcanzar precios exorbitantes. Cada 10 años (la próxima será en 2020) se representa en Oberammergau la Pasión de Cristo, una tradición que se remonta a 1633 cuando los habitantes prometieron realizar la escenificación si eran protegidos de la peste. En las afueras de Oberammergau se encuentra el enorme monasterio benedictino e iglesia barroca de Etal.
La joya de la excursión está muy cerca, ya en dirección hacia el suroeste, se trata de los Jardínes y el Palacio de Linderhorf. Luis II no se conformo con el Castillo de Neuschwanstein. Ideó y construyó otros dos fantásticos palacios. El Palacio de Linderhof fue el único que llego a completarse en vida del rey. Aprovechando un coto de caza de la corona situado en un precioso valle de la Alta Baviera levantó un pequeño palacio de estilo rococó rodeado por unos espectaculares jardines de estilo inglés en los que es posible descubrir fuentes barrocas, coquetos edificios de estilo neoárabe y sorprendentes espacios dedicados a algunas operas de Wagner (Parsifal, Valquiria, Tannhäuser).
La vuelta a Füssen se hace por una preciosa carretera que se adentra en Austria para seguir el recorrido del río Lech.