La leyenda cuenta como Manco Cápac, el primer inca, recibió de su padre el sol, Inti, un cetro de oro. Con el cetro debía encontrar un suelo fértil en el que clavarlo, designando así el emplazamiento del ombligo del mundo. Así se fundó Cuzco. Debía correr el año 1200 dC. La ciudad nunca dejaría de ser la capital del Imperio Inca. La guerra con los chancas a comienzos del siglo XV significó su destrucción pero Pachacútec se encargó de la reconstrucción con su célebre plano en forma de puma. En ese plano, la cabeza sería la fortaleza de Saccsayhuamán, su gran lomo estaba dibujado por el río Tullamuyu, llamado por eso “río de huesos”, y la cola concluía en una calle que todavía conserva el nombre inca, Pumaq Chupan (“cola de puma”). La ciudad sagrada.
La capital del Imperio Inca fue conquistada por los españoles en 1533. Encontraron una ciudad asombrosa, muy bien trazada y con grandes construcciones de muros ciclópeos. Decidieron respetar el trazado original y simplemente construir los nuevos edificios administrativos y templos religiosos sobre los cimientos de los edificios preexistentes. De esta forma, la nueva ciudad, que ni siquiera cambio de nombre, representa hoy una especie de sincretismo entre los conquistados y los conquistadores. La importancia de Cuzco no dejo de crecer en los años siguientes, llenándose de palacios, casonas e iglesias de estilo renacentista y barroco. Aunque había perdido su importancia política, nunca dejo de rivalizar con la Ciudad de los Reyes. Sin embargo, tras la independencia de Perú, la antigua capital de los incas entro en declive y no salió de su letargo hasta 1950 en que un terremoto obligó a una importante reconstrucción. Los trabajos sirvieron para sacar a la luz los viejos cimientos incas y para comprender su importancia histórica. Cuzco fue la primera ciudad del Perú en ser reconocida como Patrimonio de la Humanidad.
El Aeropuerto Internacional Teniente Alejandro Velasco Astete está ubicado en el mismo centro de la ciudad (la construcción de un nuevo aeropuerto en Chinchero lleva años retrasándose en medio de furiosas polémicas de corrupción). Tiene vuelos frecuentes y muy económicos con las principales ciudades de Perú y algunos vuelos internacionales (Bogotá y La Paz fundamentalmente). Sin embargo, es preferible evitar el viaje aéreo directamente desde Lima a Cuzco por la cuestión de la altitud. Llegar desde el nivel del mar a los 3400 metros de la capital andina suele causar los síntomas del temido soroche. Mejor acabar en Cuzco después de un recorrido que incluya un poco de aclimatación en Arequipa, el Valle del Colca y Puno. Los vuelos pueden ser el mejor transporte para abandonar la ciudad.
La carretera que recorre el altiplano andino uniendo Puno y Cuzco es una de las medios más recomendables de llegar al Ombligo del Mundo en un viaje por Perú. Son alrededor de 400 km por un paisaje impresionante que se tardan en recorrer unas 6 horas y media. Otra alternativa es viajar directamente desde Lima. El problema es que son 1100 km de una carretera con pocos atractivos en su tramo serrano y el itinerario lleva alrededor de 18 horas y media.
La opción más bonita para llegar a Cuzco, toda una experiencia, es la de un viaje en tren de lujo. El Belmond Andean Explorer hace el recorrido desde Arequipa a Cuzco y viceversa dos veces por semana en coches camas (www.belmond.com/es/trains/south-america/peru/belmond-andean-explore). Otra posibilidad, bastante más económica, es el Perurail Titicaca que cubre el trayecto entre Puno y Cuzco tres veces por semana en trenes con vagones restaurante (www.perurail.com/es/trenes/perurail-titicaca)
Una vez en Cuzco resulta imprescindible adquirir en la Oficina de Turismo el boleto turístico para visitar los monumentos relacionados con el pasado inca más importantes. No es barato, 130 S/ ó 70 S/ niños y estudiantes, pero es difícil no sacarle rentabilidad porque es mucho más caro tratar de visitar los lugares por separado. El otro paquete interesante de adquirir es el boleto religioso (50 S/ ó 25 S/ niños y estudiantes) que vale para visitar la Catedral, el Museo de Arte Religioso y las iglesias de San Blas y San Cristóbal. Además, tendréis que pagar en otros sitios imprescindibles. Visitar Cuzco no es precisamente barato.
La última gran construcción política panandina fue el Tahuantinsuyo, un reino inmenso sometido al gobierno de un príncipe poderoso, el inca, hijo del sol. El nombre con el que hacían llamar a su imperio significa en quechua “los cuatro puntos cardinales”, toda una declaración de intenciones. Su capital era Cuzco, “el ombligo del mundo”.
Los incas hacían coincidir el nacimiento de su civilización con la fundación de su capital. Los míticos fundadores, Manco Cápac y Mama Ocllo nacieron de las aguas del lago Titicaca por voluntad de Viracocha, el dios creador, y de Inti, el dios sol. Los incas serían, si hemos de creer la leyenda, continuadores de la Cultura Tiahuanaco. Los arqueólogos sitúan la fundación de la ciudad y con ello el nacimiento de su civilización hacia el año 1200. Hacía el año 1350 ya se había consolidado el pequeño reino en el valle de Cuzco.
Con Inca Roca se inicia la auténtica dinastía de los emperadores incas. Hasta el siglo XIV los incas sólo dominaban los valles de alrededor de Cuzco pero a partir del siglo XV la expansión se acelera. Viracocha y Pachacútec derrotan a los chancas y unifican todas las tierras altas andinas. Fue entonces cuando Pachacútec se autoproclama emperador y se lanza a conquistar las tierras bajas. Allí derrota al estado Moche y se apodera de su capital, Chan-Chan. La unificación fue rápida. A la muerte de Pachacútec los incas ya dominaban más o menos todo el territorio del actual Perú. Los vencidos eran obligados a someterse a sus estructuras administrativas y de poder, que incluían el uso del quechua como idioma común, pero se permitía el mantenimiento de las religiones particulares. El hijo de Pachacútec, Túpac Yupanqui, consolidó el Imperio y lo amplio anexionando las tierras de Bolivia y del norte de Chile. Sólo fracasó en su lucha contra las tribus amazónicas. Su sucesor, Huayna Cápac, termina a comienzos del siglo XVI la expansión del imperio incorporando en el norte más o menos los territorios del actual Ecuador y del sur de Colombia. En ese momento el Imperio Inca tenía alrededor de un millón de km2. Y fue entonces cuando empezaron a merodear por allí los españoles. Primero llegaron los virus europeos (viruela, rubeola, sarampión, varicela). El propio Huayna Cápac muere de una infección vírica en 1527. Para colmo de males, la extensión del imperio le había obligado a dividirlo en norte, con capital en Tomebamba (la actual Cuenca), y sur, con capital en Cuzco, entre sus hijos Atahualpa y Huáscar. La guerra civil no se hizo esperar. Cuando Atahualpa derrotó a Huáscar y se coronó como 13º emperador inca, recibió la noticia del desembarco de hombres blancos y barbudos en la bahía de Tumbes. Era el principio del fin de los hijos del sol.
Los incas construyeron su gran imperio en muy pocos años. Lo que sorprende es la rápida consolidación de su estado. Las bases para esta unificación fueron la construcción de unas buenas vías de comunicación, la existencia de una eficaz estructura administrativa y la imposición de un poder altamente jerarquizado y centralizado. El inca, hijo del sol, era la autoridad suprema. Como encarnación divina ejercía una autoridad absoluta y era intocable para sus súbditos. Contaba con todo un ejército de sirvientes y con numerosas esposas y concubinas. Al morir, los soberanos eran divinizados y sus cuerpos eran embalsamados y momificados con gran pompa.
La nobleza cuzqueña, generalmente parientes de la familia real y algunos nobles de provincias, eran el grupo siguiente en el poder. Ellos ejercían de autoridades administrativas, ocupaban los cargos militares y habitualmente también los religiosos. Un poco por debajo estaba la nobleza de los pueblos conquistados. Por último, como siempre, el pueblo, estructurado en ayllus (comunidades de familias) con muchas obligaciones y ningún privilegio.
Los incas no conocían la escritura. Lo que sabemos de ellos proviene de los hallazgos arqueológicos y de lo transmitido por los conquistadores y primeras generaciones de españoles. Tampoco conocían la rueda, el hierro u otros animales de carga distintos a la llama. Sin embargo, alcanzaron grandes habilidades técnicas en los sistemas de explotación agrícola en bancales y en las técnicas de irrigación. Poseían también grandes conocimientos astronómicos, que empleaban para mejorar su agricultura. No manejaban la moneda como unidad de medida pero realizaban complejos cálculos matemáticos con los quipus, libros de cuentas cuyo código aún no se ha descifrado, y las yuponas, una especie de ábaco en el que calculaban según un sistema cuadragesimal.
Los dioses fundamentales eran el Inti y Viracocha. Inti se vinculaba a lo de Arriba: el Sol, el cielo, la cima de las montañas, el fuego. Viracocha era el dios de lo de Abajo: la tierra, el agua, los hombres. La principal fiesta inca era en Inti Raymi, ceremonia de la divinidad solar que tenía lugar el 24 de junio. Se rendía también culto a la Luna y la Tierra, identificada con la diosa de la fertilidad Pachamama y la producción agrícola. Se practicaba una auténtica veneración a los astros de las montañas, apus, y a los lugares sagrados, huacas (entornos naturales o figuras de ancestros). Los seres sobrenaturales estaban representados por la serpiente del inframundo, el puma terrenal y el cóndor del supramundo. El culto a los muertos era de primordial importancia. No creían en la resurrección pero había que conservar el cuerpo mediante la momificación para que el alma pudiese disfrutar.
En el arte los incas se caracterizaron por su gran austeridad. Su mejor manifestación artística son sus monumentales obras arquitectónicas. La decoración era escasa. Apenas algunas esculturas o bajorrelieves y estatuillas votivas, generalmente representando alpacas o llamas. Sin embargo, destacaron en la orfebrería, cerámica y arte textil, heredando las técnicas de las culturas anteriores.
En el siguiente mapa interactivo podrás localizar con exactitud todos los lugares de los que se habla en el artículo. Podéis usarlo para llegar hasta ellos fácilmente y para seguir el itinerario propuesto que incluye los lugares más representativos del centro histórico.
Cuzco o Cusco (de las dos formas se puede decir y escribir) es una ciudad mítica. La cantidad de monumentos y obras de arte que atesora le han valido el apelativo de la “Roma de América”. Su posición, en un valle rodeado por las altas cumbres de los Andes, nos habla del verdadero significado del ombligo del mundo. Su altitud, 3400 metros, invita a recorrerla con calma para no tener que sufrir los efectos del soroche. Una ventaja porque hay mucho por descubrir en las calles dispuestas rectangularmente y llenas de viejas casonas, en las plazas repletas de vida donde la población nativa todavía luce sus trajes típicos y habla quechua, en las iglesias y conventos cuyos muros reposan sobre cimientos ciclópeos tallados por los incas y en las obras de arte que atesoran las propios templos y los museos, tan singulares que se conocen como pertenecientes a un estilo casi único, la Escuela Cuzqueña. Lástima que esta ciudad también tenga sus arrabales, poblados de chabolas que crecen rápidamente por las laderas de las montañas circundantes. Hoy Cuzco tiene 430.000 habitantes que viven fundamentalmente del turismo. No en vano es el lugar más visitado del Perú.
Plaza de Armas. El alma de Cuzco
La Plaza de Armas ocupa el emplazamiento de la antigua Huacaypata, “lugar de las lamentaciones”. Los incas celebraban aquí sus ceremonias religiosas y militares y las grandes festividades agrícolas. De aquí partían las cuatro grandes carreteras cardinales que unían Cuzo con las provincias de Tahuantinsuyu. Hoy el espíritu de Cuzco late en esta plaza. Los vendedores ambulantes compiten con los pequeños grupos musicales que interpretan música andina. Las casas con soportales parecen salidas de viejos pueblos castellanos transportados mágicamente al corazón de los Andes. Las cafeterías invitan a sentarse en sus balcones y contemplar el espectáculo antes de empezar con las visitas a las dos grandes iglesias, la Catedral y la Compañía de Jesús, que se miran desafiantes compitiendo por el protagonismo.
La plaza fue escenario de relevantes ejecuciones públicas tras la conquista: Diego de Almagro en 1538, Gonzalo Pizarro en 1548, Tupac Amaru en 1572 y Tupac Amaru II en 1781. Dicen que en las noches de luna llena aún se oyen sus lamentos en las estrechas callejuelas que desembocan en la plaza…Hoy preside la plaza una bonita fuente de bronce del siglo XVII. Sobre ella se sitúa la estatua del inca, protagonista de la gran celebración del Inti Raymi el 24 de junio.
Conjunto Catedralicio
La Catedral es una de las iglesias más fastuosas y originales de Hispanoamérica. En realidad consta de tres templos. La Iglesia del Triunfo y el templo de la Sagrada Familia flanquean la Catedral por ambos lados y le sirven de contrafuertes especialmente durante los terremotos. Quizás por eso sigue en pie.
1/ La Iglesia del Triunfo fue la primera en construirse. Conmemora la victoria de los españoles sobre el ejército de Manco Cápac en 1536. El nicho central del altar mayor conserva la Cruz de la Conquista, llevada a Sudamérica por los conquistadores. En la cripta están los restos del Inca Garcilaso de la Vega traídos por Juan Carlos I.
2/ La Catedral de Nuestra Señora de la Asunción de Cuzco fue levantada a partir de 1559 en el emplazamiento del antiguo palacio del Inca Viracocha. Su construcción fue dirigida por los arquitectos Juan Miguel de Veramendi y Francisco Becerra. La sobria fachada renacentista no delata el fastuoso interior, probablemente el mejor ejemplo del barroco suramericano. La basílica de cinco naves está decorada con 400 cuadros firmados por los mejores representantes de la Escuela de Cuzco. Entre las capillas laterales destaca la del Cristo de los Temblores, una escultura ofrecida a la ciudad por el emperador Carlos V que se ha convertido en la de mayor devoción en Perú. El altar mayor, del estilo neoclásico, está recubierto de planchas de plata. Cerca del altar, en la nave derecha, se encuentra el cuadro de la Ultima Cena pintado por Marcos Zapata. En él se puede ver como Cristo y los Apóstoles se zampan manjares propios de estas tierras como el cuy, guindillas y frutas exóticas, mientras beben chicha, la bebida fermentada de maíz. El coro alberga sillas de cedro del siglo XVII esculpidas con figuras de ángeles y sirenas de rasgos mestizos. La sacristía exhibe una Crucifixión atribuida a Van Dyck. Lo cierto es que pocos museos del mundo pueden competir con las obras que atesora la Catedral de Cuzco.
3/ La Sagrada Familia, el último de los templos catedralicios, fue construida en 1735. Tiene retablos barrocos y neoclásicos con espejos que refuerzan la impresión de decoración fastuosa.
Iglesia de la Compañía de Jesús
En el otro lado de la plaza se levanta la iglesia de la Compañía de Jesús, edificada sobre los cimientos del antiguo Amaru Cancha, el palacio del inca Huayna Cápac. La iglesia se construyó a principios del siglo XVI pero la forma actual se debe a la reconstrucción tras el terremoto de 1650. Una auténtica joya del estilo barroco que rivaliza en elegancia y majestuosidad con la Catedral. Tanto despliegue de poder acabaría constándoles a los jesuitas su expulsión en 1767. Nada más entrar en el templo, a la izquierda de la puerta de acceso está un cuadro anónimo titulado “El Matrimonio de Martín García de Loyola con Beatriz Clara Coya”. El sobrino del fundador de la orden se había casado con la sobrina del emperador inca Túpac Amaru. Toda una declaración de intenciones que levantó las sospechas sobre la intención de la Compañía de fundar en Sudamérica un imperio cristiano y mestizo independiente. La planta de cruz latina consta de una nave única y está decorada con una colección de cuadros de Marcos Zapata. El magnífico altar mayor está decorado con columnas salomónicas y repleto de oro. No hay que perderse el coro, con una vista impresionante del interior de la iglesia.
Plaza del Regocijo y otros monumentos del centro histórico
En tiempos del Imperio Inca la Huaycaipata se prolongaba hacia el suroeste hasta la Cusipata, actual Plaza del Regocijo. En la animada y pintoresca plaza está la Casa del Inca Garcilaso de la Vega, el lugar de nacimiento del escritor, que hoy ocupa el Museo Histórico Regional, que ilustra la evolución de Cuzco desde la prehistoria al virreinato.
Iglesia de la Merced
Entre la Plaza de Armas y la del Regocijo está la Iglesia de la Merced, el tercer templo más importante de Cuzco. La iglesia, totalmente reconstruida tras el terremoto de 1650 tiene una portada renacentista y una gran torre cuadrada de estilo barroco. En el interior, de tres naves, hay preciosos retablos barrocos de cedro y cuadros de gran valor como una Crucifixión de Zurbarán, una Sagrada Familia de Rubens y una Inmaculada Concepción de Bernardo Betti. Al entrar en la iglesia está la estatua de Jesús Niño conocida como el Doctorcito. En la cripta reposan juntos los restos de dos archienemigos: Diego de Almagro y Gonzalo Pizarro. Lo mejor es el claustro, con dos pisos de galerías decorados con cuadros del artista indio Ignacio Chacón que representan la vida de Pedro Nolasco, el fundador de la orden.
Arco de Santa Clara & Iglesia de San Francisco
Siguiendo la calle Santa Clara hacia el oeste nos encontraremos con la austera Iglesia de San Francisco, que ocupa una buena parte de la plaza homónima. Un poco más allá, el Arco de Santa Clara parece indicar la salida del casco antiguo. Al lado del Arco, la Iglesia de Santa Clara esconde detrás del sobrio aspecto exterior un interior exuberante, con lujosos retablos y un altar mayor cubierto de oro que reluce en las paredes decoradas con espejos. Al fondo la plaza e iglesia de San Pedro dan paso a un Cuzco más popular, plenamente indígena. El mejor testigo es el Mercado de San Pedro, bullicioso y ordenado, donde se pueden descubrir toda clase de objetos. El mejor lugar para degustar los excelentes zumos de frutas exóticas.
Un Paseo desde el Barrio de San Blas a la Iglesia de San Cristóbal
El barrio de San Blas corresponde al antiguo barrio inca de Totocachi, en el que vivía la nobleza. Hoy pasa por ser el más típico y romántico de Cuzco. Callejuelas empinadas con adoquines relucientes, casas blancas con puertas y postigos azules (como en un pueblo de la Mancha), tiendas de artesanía, talleres de pintura y escultura, cafeterías de aspecto bohemio. El barrio de los artistas.
Plaza de San Blas
El centro del barrio es la Plaza de San Blas. El amplio espacio suele acoger un pequeño y variopinto mercado indígena de artesanía. La Iglesia de San Blas, de apariencia humilde, tiene un interior fabuloso de estilo churrigueresco, con el altar cubierto de pan de oro. Lo más impresionante es el magnífico Púlpito de San Blas, labrado con una minuciosidad increíble en madera de cedro.
Plazoleta de las Nazarenas
Pequeñas calles empinadas conectan el barrio de San Blas con la Plaza de Armas y la ciudad baja. Esta zona corresponde al Cuzco más genuinamente colonial. Una cuadrícula repleta de iglesias barrocas, casonas y palacios, y salpicada de plazas con encanto. El centro es la Plazoleta de las Nazarenas, una verdadera joya por su atmósfera y por los monumentos que la rodean. En un lado de la plaza se encuentran dos iglesias contiguas, la de San Antonio Abad y la de las Nazarenas. En ambos casos sus claustros se han transformado en los hoteles más lujosos de la ciudad, el Belmond Monasterio y el Belmond Nazarenas. Imprescindible entrar en los dos para recorrer algunos de los claustros más grandes y bonitos de Cuzco. El resto de la plaza está rodeada por hermosas casas coloniales entre las que destaca la Casa Cabrera, que alberga el Museo de Arte Precolombino con obras seleccionadas del Museo Larco de Lima. Un poco más allá, cerca ya de la Plaza de Armas, está el Palacio del Almirante, con un magnífico balcón en la esquina que exhibe el escudo de los Maldonado.
Hay que pasear con calma por las encantadoras callejuelas de alrededor de la Plazoleta de las Nazarenas. Muchas casas tienen visibles vestigios incas. La calle de Roca Mayor está rodeada por extraordinarios muros de piedras ciclópeas. Entre ellas destaca la piedra de los doce ángulos, un buen ejemplo de cómo las piedras se tallaban con esmero hasta hacerlas encajar como en un puzle. En esa misma calle está la Casa del Marqués de Buenavista, construida sobre las ruinas de Inca Roca. El edificio es ahora el Palacio del Arzobispado y acoge el Museo de Arte Religioso. Vale la pena entrar sólo por ver el palacio, pero, además, cuenta con una de las mejores colecciones del país de la Escuela de Cuzco incluyendo la colección de pinturas de los signos del zodiaco y la del Corpus Christi, ambas de Diego Quispe Tito.
Calle Loreto
Loreto es la calle prehispánica más larga de la ciudad, otro impresionante ejemplo del sincretismo entre muros incas y paramentos españoles que exhiben tantas casas de Cuzco. Pertenecían a templos y palacios de los altos estamentos como el Amaru Cancha, hoy Iglesia de la Compañía de Jesús, el Templo de la Serpiente o el Acclahuasi, templo de las Vírgenes del Sol y actual Convento de Santa Catalina.
Coricancha
Un poco apartada del centro, se encuentra el lugar más representativo de la fusión de edificios incas y españoles. La Coricancha (cori, oro, y cancha, muralla) era conocido como el templo del oro. El nombre derivaba del revestimiento de las paredes con pan de oro y de las esculturas realizadas en oro que llenaban en el jardín. El templo estaba dedicado principalmente al sol aunque se practicaba el culto a todos los dioses celestes. Allí se celebraban los acontecimientos importantes de los soberanos incas. Las momias de los emperadores difuntos se conservaban sentadas en tronos de oro, delante de los cuales se depositaban las ofrendas. Encima del altar principal se hallaba un gran disco solar de oro macizo que brillaba bajo los rayos del sol.
El templo era una tentación irresistible para los españoles, ávidos del oro del Nuevo Mundo. Lo primero en desaparecer fue el oro, pero todo el recinto fue saqueado y destruido. El gran zócalo sirvió de robustos cimientos a la Iglesia de Santo Domingo. La iglesia ocupa el lugar del antiguo templo y luce una original fachada morisca y un campanario barroco. Su claustro principal, con una galería doble de arcos con capiteles moriscos, corresponde al antiguo jardín del dios Sol. Las esculturas de oro han sido sustituidas por cuadros con escenas de la vida de Santo Domingo y otros de la Escuela Cuzqueña. En el museo hay que fijarse en una escultura de marfil de Cristo Crucificado, tallada en el siglo XVII utilizando un solo colmillo de elefante, y un cuadro de la Virgen de la O, representada encinta.
Muy cerca de Coricancha, en la calle de San Agustín, está la Casa de los Cuatro Bustos, un edificio colonial del siglo XVI en cuyo dintel del pórtico están esculpidos los rostros de los cuatro hermanos Pizarro.
El Mirador de San Cristóbal y Sacsayhuamán
El comienzo de la caída de la tarde es el mejor momento para iniciar una lenta ascensión hasta la Iglesia de San Cristóbal. Desde el mirador se tienen las mejores vistas de la Plaza de Armas y del centro histórico de Cuzco. Como telón de fondo las montañas de la Cordillera de los Andes. Una vista realmente inolvidable.
El destino final de la caminata está un poco más arriba. Siguiendo la carretera de ascensión, en la primera curva tras pasar la iglesia está la entrada a las ruinas de Sacsayhuamán. Bueno, aún queda subir una larga escalera pero ya estamos en el recinto sagrado. La fortaleza erigida sobre la colina que domina la ciudad probablemente cumplía funciones mixtas, militares y sagradas. Esta era la cabeza del puma en el mítico plano de la ciudad inca. Las tres murallas sucesivas dispuestas en dientes de sierra están construidas con piedras ciclópeas. Cada uno de los bloques pesa más de 100 toneladas. Fueron extraídos de una cantera situada a 8 km y transportados sin la ayuda de carros (desconocían la rueda) o animales de carga (las pobres llamas no servían para esto). Luego fueron tallados y pulidos para que encajaran perfectamente. Las murallas se conectan entre sí por escaleras y puertas trapezoidales. En la cima de la colina se encuentran los cimientos de un templo circular consagrado a Inti. Desde allí hay una impresionante vista del valle de Cuzco con la cordillera de los Andes como telón de fondo. Al otro lado del yacimiento está el Trono del Inca, una serie de bancos de piedra tallados en un espolón de roca volcánica, que eran utilizados como un altar sagrado, ushnu, donde se sacrificaban animales.
La bajada hacia la Plaza de Armas mientras anochece y se encienden las luces de la ciudad es mágica. Al caer la noche la plaza está, si cabe, más animada. Eso sí, el frío aprieta en cuanto el sol se oculta y toca abrigarse. Estamos en el ombligo del mundo.
Cuzco ofrece alojamientos para todos los gustos y bolsillos. Desde grandes hoteles de un lujo exquisito, como el Belmond Monasterio, hasta habitaciones extremadamente baratas en los barrios periféricos. Mi recomendación es que busquéis en el Barrio de San Blas, el barrio de los artesanos, una de las zonas más pintorescas del casco histórico de la capital andina. Dos buenas opciones allí son:
Hotel Tierra Viva Cusco San Blas: Calle Carmen Alto 194 San Blas, 08001 Cuzco (www.tierravivahoteles.com/es/tierra-viva-cusco-san-blas). Ocupa una antigua casa colonial sabiamente restaurada con un bonito jardín. Alrededor de 60 EUR la habitación doble con desayuno en temporada alta.
Casa San Blas Boutique Hotel: Tocuyeros 566, Cuesta de San Blas, 08001 Cuzco (www.casasanblas.com). Otra casa colonial restaurada con esmero en un pequeño rincón del barrio de San Blas. Alrededor de 65 EUR la habitación doble con desayuno en temporada alta.
Cuzco tiene fama de contar con magníficos restaurantes y un buen ambiente nocturno. La oferta es muy variada pero hay dos locales que no debéis perderos:
Incanto: Santa Catalina Angosta 135. Un local que combina viejos muros incas con un diseño contemporáneo y en donde se puede elegir entre platos andinos y cocina italiana. Alrededor de 20 EUR por persona con bebidas.
Chicha: Plaza Regocijo 261. Fundado por Gastón Acurio, el chef peruano más reconocido internacionalmente, es el mejor lugar para probar la nueva cocina andina. Alrededor de 20 EUR por persona con bebidas.
Los jesuitas se expandieron por toda Suramérica a los pocos años de la creación de la orden. Allí supieron conectar con los pueblos indígenas para desarrollar sus tareas de evangelización. Cuando la Compañía de Jesús llega al Perú ya se habían establecido las “reducciones”, que eran agrupaciones de la población indígena para facilitar su evangelización y su control. Dos de los ejemplos más importantes de las iglesias creadas para la evangelización están unos kilómetros al sur de Cuzco, en el valle del río Viracocha.
Misión jesuita de Andahuaylillas
Andahuaylillas fue fundada en el siglo XVI por el propio virrey Francisco de Toledo. Hoy es una pequeña ciudad de 2500 habitantes famosa por su Iglesia de San Pedro, construida por los jesuitas en el siglo XVII sobre un palacio inca. La iglesia es conocida como la Capilla Sixtina de los Andes. El relativamente simple y austero exterior no permite adivinar el esplendor del interior. Tanto la bóveda, una filigrana de estilo mudéjar, como la nave están completamente llenos de frescos pintados por el artista limeño Luis de Riaño. La puerta de baptisterio lleva la inscripción “Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén” en cinco idiomas: español, latín, quechua, aimara y puquina (un dialecto de los Andes que se ha perdido). Hay cuadros impresionantes de la Escuela Cuzqueña y hasta una Inmaculada de Murillo. El retablo principal, flanqueado por columnas salomónicas y totalmente dorado, tiene un sagrario de plata adornado con espejos venecianos. Resulta increíble ver tantos tesoros en una iglesia perdida de los Andes.
Misión jesuita de Huaro
Huaro está a solo 7 km de Andahuaylillas. La iglesia de San Juan Bautista es otra joya que ha pasado prácticamente inadvertida para el turismo. Otra vez nos encontramos con un austero exterior y una grandiosa decoración interior. Las pinturas son más tardías, fueron realizadas entre el siglo XVIII y XIX por Tadeo Escalante y son uno de los mejores ejemplos del mestizaje cultural que preconizaron los jesuitas. Los frescos muestran la arrogancia de los ricos y poderosos colonos, remarcando que la riqueza y el poder no los protegen de la muerte ni de la justicia divina. En la escena del Juicio Final se condena a los obispos y a los curas corruptos que acaban cociéndose en un caldero bajo la mirada jovial de diablillos. Mientras, en el artesonado mudéjar los frescos evocan un paraíso concebido como un bosque amazónico.
Enlaza con la etapa anterior o posterior. Para volver al inicio de viaje, pincha aquí: Un Viaje al corazón del Perú