Si hay un sitio especial y mágico en el extremo norte de Occitania, ese es Rocamadour. Situado en un profundo cañón que corta la meseta calcárea del Quercy, el Santuario en torno al cual nació y creció la villa, se encuentra literalmente incrustado en una roca. El pueblo que lo bordea está lleno de encanto, y a pesar de los numerosos visitantes, el paseo por sus calles empedradas e impregnadas de historia sigue siendo toda una experiencia tanto por su belleza como la mística que se respira.
El conjunto religioso lo componen hasta siete santuarios unidos que albergan entre otros tesoros artísticos y religiosos, la famosa Virgen Negra y las reliquias de San Amador. Desde el siglo XII han fluido peregrinos expiando sus pecados o como etapa del Camino de Santiago. Desde la parte baja hasta el Santuario hay 216 peldaños que en fechas señaladas que algunos peregrinos recorren de rodillas. En la parte alta del pueblo, un castillo domina el paisaje y se observan unas preciosas vistas del Santuario, las calles y tejados de Rocamadour y el cañon del río Alzou.
Estas son las distancias que hay entre las distintas localidades descritas en este blog, dentro de la Ruta de Occitania:
Conques : 87 km – 1h38′ Belcastel : 99 km – 1h40′ Najac : 108 km – 1h53′ Cordes-sur-Ciel: 138 km – 2h Albi : 167 km – 2h15′ Carcasona: 255 km – 3h30′Cualquier visita a Rocamadour se disfruta más sabiendo un poco más de su historia e importancia como meta de peregrinaje. En la época en la que Vertiginoso sobre el un acantilado que se asoma al cañón del Azou, un pequeño río, afluente de la cuenca del Dordoña que a su vez dona sus aguas cerca ya de las bocas del Garona. (Departamento de Lot)
Escudo de Rocamadour
Cuando te aproximas a Rocamadour, el paisaje se vuelve duro, la tierra parece decirte que no da para mucho. Suelos calizos poco fértiles que afortunadamente han conservado su manto vegetal en forma de rebollos (pequeños robles que soportan bien los periodos estivales secos y calurosos y en invierno los rigores del frío). Es como si la propia naturaleza quisiera decirte con timidez, que los cultivos son para otros lares, y las pocas tierras aradas dan la sensación de ser puramente agricultura de subsistencia, y sus bosques parecen enanos comparados con otras latitudes, o mejor dicho altitudes donde la fronda crece viciosa, y los árboles despliegan sus copas a alturas mayores.
No obstante el surco profundo sobre la meseta calcárea del Quercy sobre el que se extiende Rocamadour, acaricia el ojo componiendo uno de los paisajes más llamativos y espectaculares en millas a la redonda. Allí metido junto a la roca, un santuario cristiano nació y creció al abrigo de los millares de peregrinos llenos de fe, y ávidos del perdón de los pecados que prometían sus peregrinaciones hacia esta propia «ciudad religiosa«. Otros se aventuraban a pasar por este centro de fe, en un camino más ambicioso y lejano, el Camino de Santiago, cuyas rutas merecieron un desvío a raíz de la fama que Rocamadour fue adquiriendo con el paso de los siglos.
Los restos de un santo, San Amador, y el hallazgo de una talla de la Virgen, fueron las semillas de la propagación del fervor religioso. Alimentado por las leyendas e historias de milagros que a la imagen de Nuestra Señora de Rocamadour se le asignaban, dicha devoción se extendió rápidamente por todo el Camino de Santiago, y no es extraño encontrar templos, capillas y ermitas dedicadas a ella en Castilla y Portugal.
Pero las relaciones culturales entre Rocamadour y España, no se restringen a la religión, el idioma que sus gentes hablaban, el occitano, es bien próximo a las culturas españolas del mediterráneo. Basta con observar el nombre que se le daba a la pequeña pedanía que a las afueras albergaba un hospital de peregrinos, l’Hospitalet, para darse cuenta de esta proximidad cultural.
Lo sorprendente de este centro de devoción, es que haya sabido resurgir de sus propias cenizas. Pues su época de esplendor, tan lejana como la alta Edad Media, dio paso a terribles problemas como los saqueos e incendios de las Guerras de Religión del siglo XVI, cuando protestantes hugonotes y católicos, peleaban por establecer su predominio. Una lenta decadencia abatió Rocamadour, y cuando aún pugnaba por recuperar su atractivo, la Revolución Francesa y sus consecuencias para la Iglesia en materia de destrucción de templos y tesoros artísticos, golpeó la golpeó con fuerza y lo dejó en un estado casi de ruina total.
Gracias a los esfuerzos restauradores de los gobiernos franceses del siglo XIX que iniciara Viollet-le-Duc (el mismo protagonista responsable de la reconstrucción y rehabilitación de Carcassonne) la salvaron de la ruina total. Durante el siglo XX, se recuperaron 7 de sus santuarios. Son los que hoy componen el complejo religioso que se puede visitar. Pero en el pasado llegaron a ser 19. También el aspecto actual es en gran parte el fruto de una tarea constante y el empeño de sus moradores de atrapar sus historia, conservarla y exhibirla hoy en día con orgullo por la gran labor conseguida.
Su historia se remonta a 1172 cuando el cuerpo incorrupto de un desconocido santo enterrado bajo la capilla de la Virgen, comienza a ser venerado y se le atribuyen milagro, más de 120 han sido contabilizados. De esta forma se convirtió en uno de los sitios de peregrinaje más conocidos de la Cristiandad. Su culto se extiende por Sicilia, Andalucia o Portugal, su estandarte participa en la Batalla de las Navas de Tolosa (1212) contra los infieles de Al-Andalus.
En España hay numerosas poblaciones en las que se venera la imagen de Nuestra Señora de Rocamador. En templos homónimos como en Sangüesa o Estella, en Navarra, o en muchas capillas en iglesias y santuarios esparcidos por el Camino de Santiago especialmente.
El Santuario fue favorecido y visitado por reyes como Enrique II Plantagenet de Inglaterra, esposo de Leonor de Aquitania, Alfonso III de Portugal, Blanca de Castilla (Reina de Francia), o su hijo el rey de Fracia San Luis IX. Otros visitantes ilustres son los hermanos predicadores como el fundador de los dominicos, el burgalés Santo Domingo de Guzmán, o el portugués San Antonio de Padua. Los milagros atribuidos a la imagen de Nuestra Señora, así como las reliquias de San Amador hicieron que Rocamadour se convirtiera en una importante meta de peregrinaje. Existía un estricto ritural para expiación de los pecados. sino también en un lugar de estrategia política y negociación adonde se acudía para encontrar a dirigentes de ciudades, y de la nobleza y se llegaban a acuerdos de todo tipo.
La época de esplendor llega en el siglo XIII, cuando peregrinos que no pueden acudir a Jerusalén acuden en masa y donan grandes riquezas. La Guerra de los Cien Años pasa factura con asaltos y saqueos y entra en franca decadencia. La Revolución Francesa es la puya final, y no es hasta el siglo XIX bajo los auspicios del Obispo de Cahors que va recuperado poco a poco el fervor creyente y su importancia religiosa.
Desde l’Hospitalet a la Porte du Figuier
El primer encuentro con Rocamadour ha de ser desde uno de sus miradores, tanto «Le Coin du Photographe» como el «Belvedere de l’Hospitalet» proporcionan una vista de conjunto extraordinaria que se disfruta mejor por la mañana, a favor de la luz del sol.
Una camino medieval empedrado desciende la pendiente suavemente hacia el centro de la villa. Tras pasar inicialmente por la «Porte de l’Hospitalet«, llegaremos hasta las mismas murallas de Rocamadour, que franquearemos por la «Porte du Figuier» (Puerta de la Higuera). Aquí comienza la calle principal, Rue Roland le Preux, cuyo nombre nos hace recordar la relación que tiene esta localidad con el famoso Roland de los cantares medievales, aquel que perdiera la gran batalla contra los vascones… Cuenta la leyenda que el propio Roland hincó su espada «Durandal» en la roca, y jamás nadie pudo extraerla desde entonces. Mitos a parte, la calle está repleta de tiendas, restaurantes y cafés, y el ambiente en verano es muy turístico, lo cual no le quita un ápice su belleza y sensación medieval.
El Centro histórico medieval
Antes de alcanzar la entrada al recinto religioso, pasaremos bajo el arco de la Porte Malbec (o Puerta Salmón) que cerraba un recinto anterior de murallas medievales. Una indicación nos muestra el ascensor excavado en la roca, que dividido en dos trayectos, el primero te deja a la entrada superior de los santuarios, y el segundo prácticamente a la cima y las puertas del castillo. Puede ser una buena forma de realizar la visita, subir para después descender a pie y ahorrarse el esfuerzo. Arriba, merece la pena entrar al Castillo. Es propiedad privada, edificado en el siglo XIX sobre las ruinas de una fortaleza medieval. La entrada solo incluye el paseo por sus murallas, pero las vistas desde aquí son maravillosas.
Los Santuario o «Cité Religiosa»
Para los que no les cueste andar, mejor continuar por la calle principal hasta llegar al inicio de los famosos 216 peldaños que separaban la parte baja de Rocamadour de la «Cité Religieuse». Estas escaleras han sido las protagonistas del «Gran Perdón de Rocamadour» o la expiación de todos los pecados por el peregrinaje hasta aquí, ya que muchos las recorren de rodillas. En los años jubilares de la localidad, que los tiene como Roma, se concedía «Indulgencia Plenaria» a aquellos que peregrinasen y cumplieran con los requisitos de oración previstos para el caso. El Año Santo de Rocamadour, o sus Jubileos, son cuando el lunes de Pascua cae en 25 de abril.
Una vez dentro del recinto que engloba los siete santuarios, podremos visitar las diferentes capillas, la de la Vigen Negra y la cripta que conserva los restos de San Amador, son las más visitadas.
Miradores de Rocamadour
Desde los Santuarios hasta el Castillo, la ascensión en zigzag se realiza por un «Vía Crucis» en el que se agradece en los soleados días de verano, la sombra de la abundante vegetación y árboles que crecen flanqueándolo. Ninguna visita está completa sin haber visitado los miradores de la ciudad desde su parte superior, y antes de marchar, conviene disfrutar de las vistas desde las murallas del castillo o el ya mencionado «Coin du Photographe» (la esquina del fotógrafo), que no es otra cosa que un precioso mirador desde el reborde del cañón en el que se construyó Rocamadour, a medio camino entre el centro histórico y el barrio de l’Hospitalet desde donde comenzamos nuestra visita.
Si aún os queda tiempo, podéis tomar la carretera comarcal D32 para conseguir algunos de los puntos de vista más bonitos sobre la población. Os llevará tan solo 5′ en coche o unos 30′ andando (unos 3 km) alcanzar algunos miradores extraordinarios.
Entre los restaurantes más destacados, Le Quercygnac (+33 668 421 787), junto a la Porte du Figuier, es uno de los más afamados por sus productos locales de cocina occitana. En L’Hospitalet se puede comer con vistas al pueblo en Belvedere (+33 565 336 325 / hotel-le-belvedere.fr), o probar uno de los ricos menús del día que preparan en Le Bellaroc (+33 565 336 306 / hotel-bellaroc.com) cerca del aparcamiento que hay junto al castillo.
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