En 1929 se inaugura la enorme estatua ecuestre de Pizarro en Trujillo en una pomposa ceremonia a la que asistió el entonces presidente del gobierno Miguel Primo de Rivera. Con ella la Plaza Mayor completaba su aspecto actual. El encaje entre la estatua y la plaza fue perfecto. El Conquistador del Perú parece contemplar su ciudad natal como si estuviera asistiendo a una gran ceremonia. Quizás por eso al entrar en la Plaza cualquier visitante se siente trasladado a otra época.
Bajo la vigilante mirada de Francisco Pizarro se extiende un gran escenario teatral. Arriba la villa medieval, de la que se observan sus torres entre las casas de piedra. En los puntos cardinales de la plaza los grandes edificios renacentistas construidos con el dinero procedente de los descubrimientos al otro lado del Atlántico. Destacan el Palacio de la Conquista, la Iglesia de San Martín y el Palacio de San Carlos. Entre ellos la plaza se cierra con bellos soportales bautizados con los nombres de los gremios que en ellos se asentaban y que revelan que la plaza era en realidad un gran mercado. Sin duda una de las plazas más bonitas del mundo.
La ciudad medieval se había enriquecido durante el siglo XV. Su carácter de ciudad mercado la había convertido en uno de los lugares más prósperos de Extremadura. Los hijos de la nobleza buscaban destacar y, como muchos otros en Castilla, se alistaron para participar en las grandes empresas del Descubrimiento de América. Lo que sorprende es que aquí la nómina de descubridores llegó a ser especialmente numerosa. No sólo fue Francisco Pizarro, conquistador del Perú, y Francisco de Orellana, descubridor y primer navegante del Amazonas. La lista es extensa e incluye, por citar a algunos de los más importantes personajes, a Francisco Becerra, el arquitecto del Renacimiento en América, Fernando de Alarcón, descubridor del Río Colorado, Francisco de las Casas, uno de los grandes capitanes de Hernán Cortés, Gabriel de Ávila, fundador de Caracas, María de Escobar e Inés Suarez, mujeres que participaron en la conquista del Perú e introdujeron en América los cultivos del trigo y la cebada, Gaspar de Rodas, gobernador de Antioquía y Alonso de Sotomayor, Gobernador de Chile.
Lo curioso es que la gloria de la ciudad fue efímera. Todos los personajes célebres nacieron entre finales del siglo XV y el siglo XVI. Luego Trujillo se sumió en el olvido y no volvió a contar para la historia. Sin embargo, el esplendor de aquellos tiempos quedó escrito en la villa medieval, en los grandes palacios e iglesias renacentistas y, sobre todo, en esa Plaza Mayor. Hoy Trujillo es uno de los “Pueblos Más Bonitos de España” y aspira a convertirse en “Patrimonio de la Humanidad”.
“Hasta 25 lugares se conocen hoy en día con el nombre de Trujillo. El Trujillo del Perú es el más importante, pero hay Trujillos en Venezuela, Colombia, México, Guatemala, Honduras, Cuba, Puerto Rico y hasta en Filipinas. No se puede decir que esta ciudad no haya dejado huella en el mundo”
Tras años de aislamiento, Trujillo goza hoy de magníficas comunicaciones por carretera. La nueva autovía con Cáceres sitúa la capital de la provincia a menos de media hora y el desdoblamiento de la N-V entre Madrid y Badajoz la conecta con las principales ciudades de Extremadura y permite llegar desde Madrid en menos de 2 horas y media.
En la Oficina de Turismo de Trujillo (www.turismotrujillo.es) sita en la Plaza Mayor 20 se ofrecen visitas guiadas dos veces al día (por la mañana a las 11:30 y por las tardes a las 19 horas) y un “pasaporte” que permite la entrada a los principales museos por un precio económico.
Una forma divertida de conocer la ciudad es realizar un paseo en segway (www.segweyiberica.com). La empresa que los promociona lleva ofreciendo las rutas turísticas en Trujillo desde 2012.
De pequeña villa a gran centro comercial
En la comarca trujillana hay muchos restos prehistóricos que atestiguan que el lugar estuvo habitado desde tiempos remotos. La ciudad entra en la historia con la fundación de una prefectura romana dependiente de Emerita Augusta (Mérida) que fue conocida con el nombre de Turgalium. El pueblo tuvo importancia como núcleo de explotación minera de la comarca.
Turgalium pasaría luego a manos de los visigodos y más tarde de los árabes que la convierten en un recinto fortificado de gran importancia. El origen de las murallas actuales y del castillo data de esa época. Ya en ese tiempo comienza su importancia como centro comercial de la comarca.
La descomposición de Al Andalus en los reinos de taifas en el siglo XI propicia el comienzo de la reconquista cristiana de la zona. Trujillo pasó de forma efímera a manos cristianas a finales del siglo XII para caer nuevamente a los pocos años en poder de los musulmanes. Tras la victoria de Alfonso VIII en las Navas de Tolosa, se produce un gran avance de la reconquista. Entre los años 1229 y 1234 las principales ciudades extremeñas pasan a manos cristianas. Trujillo es reconquistada definitivamente por Fernando III el 25 de enero de 1232. Pocos años más tarde Alfonso X la convierte en villa de realengo, es decir, una localidad libre, vinculada a la corona. Juan II le otorga el título de ciudad en 1430.
En el siglo XIV la nobleza comienza a asentarse en las ciudades extremeñas. En el siglo XV surgen en Trujillo claras tensiones entre los poderosos linajes nobiliarios: Altamirano, Bejarano y Añasco. A la vez va ganando cada vez más importancia como centro de comercio. Enrique IV le concede el título de «ciudad mercado» provocando un gran crecimiento de los distintos gremios.
Los Reyes Católicos para acabar con las luchas nobiliarias ordenan desmochar las torres de las casa fuertes, inutilizar matacanes y cerrar saeteras. Las Torres del Alfiler, de Chaves el Viejo y Bejarano son testigos todavía hoy de esos desmoches y cierres. Más tarde, también durante el reinado de los Reyes Católicos se produce otra importante alteración en el orden de la ciudad. Se decreta la expulsión de los judíos. La comunidad judía, una de las más grandes de Extremadura, es expulsada. Los judíos habitaban en el arrabal de San Martín, actual Plaza Mayor, y toda la zona quedo desmantelada tras su salida del país.
El siglo de oro de Trujillo
El fruto de la lenta progresión de la ciudad llegó repentinamente. A finales del siglo XV la nobleza trujillana gozaba de poder económico pero necesitaba ensanchar sus horizontes. Muchos jóvenes buscaron fortuna en las campañas militares del Gran Capitán en Italia y en las expediciones fomentadas por la corona en América. Lo que llama la atención es la extensa nómina de trujillanos que alcanzaron fama.
El más ilustre vecino de la villa fue Francisco Pizarro, Conquistador del Perú. En esa campaña y en la construcción del nuevo virreinato también otros trujillanos tuvieron especial protagonismo. El recuento debe empezar por sus hermanos, Gonzalo, Hernando y Juan, pero incluye a muchos otros como Francisco de Chaves, Diego García de Paredes, Gaspar de Carvajal, Pedro de Hinojosa, Gerónimo de Loayza, Gonzalo Martín de Trujillo y Diego de Trujillo.
Con frecuencia se estudia que los descubridores españoles eran gente inculta y zafia, que eligieron la aventura americana porque no tenían futuro en su país. Sin embargo, la cultura de todos los personajes nombrados está acreditada históricamente. No se podía carecer de cultura para descubrir y explorar todo un continente o para fundar ciudades y todo un reino en América.
El dinero no tardó en llegar a la ciudad natal de tantos personajes. En Trujillo se empezaron a levantar grandes palacios, que se encuentran entre las grandes obras del Renacimiento,y se edificaron nuevos conventos e iglesias en lo que antes habían sido los arrabales. El centro de la ciudad paso a ser la actual Plaza Mayor. Los dos edificios que mejor definen su esplendor son el Palacio de La Conquista, sufragado por la familia Pizarro, y el Palacio de San Carlos, levantado por los Vargas-Carvajal.
La decadencia y el olvido
La lenta decadencia de Trujillo empieza muy tempranamente. El punto de partida es la Guerra con Portugal de 1640. Tras la separación de Portugal, Trujillo se convierte en un lugar periférico y su mercado pierde importancia. La Guerra de Sucesión en España provoca una nueva crisis económica y el consiguiente despoblamiento de la ciudad.
La Guerra de la Independencia, durante la cual Trujillo fue varias veces conquistado y perdido por las tropas napoleónicas, y las desamortizaciones de 1820 y 1836 acaban de arruinar completamente a la ciudad y convertir en ruinas la mayoría de sus antiguos palacios e iglesias. Trujillo se transforma en una población casi fantasmagórica
Sólo a finales del siglo XIX la ciudad comienza un lento crecimiento económico y demográfico pero tendrá que esperar a finales del siglo XX para iniciar la rehabilitación de sus monumentos y de su casco histórico.
En el siguiente mapa interactivo podrás localizar con exactitud todos los lugares de los que se habla en el artículo. Podéis usarlo para llegar hasta ellos fácilmente y para seguir el itinerario propuesto que incluye los lugares más representativos de Trujillo. Están marcadas también las murallas para hacerse una idea mejor de los límites de la ciudad medieval.
Trujillo está dividido en dos grandes partes que confluyen en la impresionante Plaza Mayor. En la colina se alza el recinto amurallado que envuelve la villa medieval. A los restantes lados de la plaza se extiende la ciudad moderna, si por moderno entendemos el desarrollo de la urbe a partir del siglo XV.
La Plaza Mayor. Un Escenario Teatral Renacentista
Hay que llegar a la Plaza Mayor a primera hora de la mañana, cuando todavía la sombra de Pizarro es muy alargada y la mayoría de las terrazas están vacías. Será fácil elegir un buen sitio para desayunar y empezar a contemplar con calma la plaza. Hay mucho por descubrir.
La plaza comenzó siendo el arrabal de San Martín, un gran espacio extramuros que albergó durante siglos una de las juderías más pobladas y prósperas de Extremadura. La expulsión de los judíos dejó el espacio vacío y comoquiera que Trujillo acababa de recibir el privilegio de ser una ciudad mercado, aquel espacio se convirtió en el lugar más apropiado para organizar cada semana la mejor feria de Extremadura. Los gremios crecieron alrededor de la plaza y con ellos el poderío económico de la ciudad.
Cuando el dinero comenzó a llegar a raudales procedente de los vecinos que se habían destacado en el descubrimiento de América, los protagonistas de aquellas empresas hicieron construir allí sus grandes palacios. Así la plaza terminó convirtiéndose en una de las mejores muestras del renacimiento español sin olvidar su papel de mercado.
Lo que primero sorprende es la Estatua Ecuestre de Pizarro presidiendo la plaza. Lleva ahí casi un siglo. La obra más famosa del escultor norteamericano Charles Cary Rumsey tiene dos copias, de menor tamaño, en Lima y Buffalo (la ciudad natal de su escultor en EE.UU.). El hijo más ilustre de la villa impresiona con su armadura y su pose de conquistador.
Iglesia de San Martín, Palacios y Pórticos
En la plaza confluyen todos los caminos. Allí se muestra la esencia de la ciudad. Una ciudad que siempre fue mercado. Gracias al comercio alcanzó el poderío económico y cuando perdió importancia la ciudad se arruinó y ya sólo fue un fantasma de sí misma. En medio, durante la segunda mitad del siglo XV y el siglo XVI, la gloria. La Iglesia de San Martín y los grandes Palacios nos hablan de aventuras transcurridas al otro lado del Atlántico, de imperios que suenan míticos, de riquezas que parecían no tener fin.
La renacentista y sobria Iglesia de San Martín se alza tras la estatua de Pizarro. El templo, dedicado a San Martín de Tours, se construyó sobre la primitiva iglesia que daba nombre al barrio. El interior, que alberga bellos sepulcros renacentistas de los nobles trujillanos, deja ver sus esbeltas nervaduras góticas.
En el extremo opuesto a la iglesia, la impresionante mole del Palacio de la Conquista. Otra vez Pizarro como protagonista. Carlos V había concedido a Francisco Pizarro el título de Marqués de la Conquista. Tras la muerte del conquistador el título fue heredado por su hija, Francisca Pizarro Yupanqui, que se había casado con el hermanastro de Francisco, Hernando Pizarro. Francisca era la hija que el conquistador había tenido con la princesa inca Inés Huaylas Yupanqui, considerada la primera mestiza del Perú. Felipe II temía que el poderoso matrimonio pudiera intentar quedarse con las conquistas en Perú y los hizo volver a la corte. Ellos impulsaron la construcción del palacio para memoria de la familia. La primera planta está porticada para conservar ese carácter de mercado de la plaza. Los bajos sirvieron, nada más inaugurarse en el siglo XVI, como oficina de reclutamiento que animaba a los pobladores a probar fortuna en el Perú. Pero lo más llamativo del palacio es su ostentoso balcón de esquina coronado por el escudo imperial y rodeado por escenas alusivas a la conquista del Perú. Curiosas escenas entre las que se distingue, tocada con un sombrero, a Francisca Pizarro.
El Palacio de San Carlos o de los Carvajal-Vargas es un digno rival del de la Conquista. Los Duques de San Carlos ostentaban el cargo de correos mayores de Indias y construyeron el más espléndido edificio renacentista de Trujillo. Las robustas chimeneas, su balcón de esquina, el patio porticado y su escalera (estos dos últimos difíciles de visitar porque el palacio no acaba de dar con una función concreta y permanece cerrado) son los elementos más característicos de la lujosa mansión.
El Palacio de Piedras Albas y las Casas del Concejo, antiguo ayuntamiento de la ciudad, exhiben logias renacentistas que parecen intentar dar una mayor gracilidad al conjunto de la plaza.
Entre los palacios, las casas del siglo XIX siguen manteniendo sus bajos porticados con nombres procedentes de los productos que en ellos se comerciaban como Portal del Pan, del Paño, de la Verdura o de la Carne. El conjunto compone una plaza irregular pero muy armónica en la que no se dejan de apreciar nuevos detalles a cada paso.
Los Barrios Gremiales y la Expansión de la Ciudad en el Siglo XVI
En el siglo XVI el dinero no paraba de llegar a Trujillo. Los antiguos barrios gremiales desarrollados alrededor de la plaza comenzaron a crecer y se llenaron de palacios, conventos e iglesias. Una auténtica fiebre constructiva. Todos los grandes edificios de esta parte de la ciudad se levantaron en el espacio de unas pocas decenas de años. De ahí la homogeneidad de estilos. La lista es larga pero algunos son lugares imprescindibles.
El Convento de Santa Clara, edificado en el antiguo arrabal de San Clemente, se convirtió en 1984 en un flamante Parador. Las habitaciones se distribuyen alrededor de los dos claustros del convento. Aún quedan unas pocas monjas en una pequeña dependencia del convento.
En el otro extremo de la ciudad el Convento de San Francisco que alberga hoy el Museo del Traje, donde se exponen las creaciones del modisto Enrique Elías para las grandes artistas españolas del siglo XX.
Entre ambos conventos la Iglesia de San Lorenzo y el Hospital de la Caridad, el Convento de las Franciscanas de San Pedro y así hasta una docena de templos construidos con el dinero de los nuevos ricos que llegaban de América. Los nombres de las calles reflejan el carácter gremial de los barrios. En ellas se descubren algunos edificios renacentistas más modestos que han conservado sus fachadas de piedra.
La Ciudad Medieval
Antes de subir a la ciudad medieval toca reponer fuerzas con alguna contundente tapa extremeña regada con un vino de la tierra. Imprescindible probar sus quesos y embutidos.
La villa intramuros es un típico emplazamiento medieval. Se fundó sobre un promontorio que domina la comarca. Los árabes la dotaron durante el periodo califal de recias murallas y una alcazaba cuyos perfiles no han variado mucho desde el siglo X.
En la muralla, conservada en casi todo su perímetro, se abren hasta siete puertas. La del Triunfo, en el extremo oeste, debe su nombre a que por allí entraron las tropas cristianas el 25 de enero de 1232. Cuenta la leyenda que fue la Virgen de la Victoria la que les franqueó el paso por la puerta y por eso fue adoptada como patrona de la ciudad. Aquí rodó Ridley Scott la escena de la toma de Granada para su película “1492, la Conquista del Paraíso”. Las puertas de Coria, Santiago y San Andrés son más sencillas. La más bonita es la del Arco de la Sangre que marca el límite entre la ciudad medieval y la renacentista.
Dentro de las murallas el trazado urbano es de calles angostas, de trazado irregular, con pequeñas plazuelas frente a las iglesias góticas. Cada poco tiempo recios edificios blasonados, muchos de los cuales aún exhiben grandes torres, símbolos de un poder que se medía por su altura y majestuosidad. Paseando por el laberinto de callejuelas descubriremos las casas fuertes de los grandes y enfrentados linajes de la villa. La de los Escobar, la de los Altamirano, la de Luis Chaves el Viejo, que hospedó varias veces a los Reyes Católicos, o la de los Bejarano. Todas exhiben torres desmochadas desde el decreto dictado por los Reyes Católicos para evitar las luchas fratricidas nobiliarias. En algunas, junto a los escudos, todavía se leen leyendas que eran también símbolos de poder.
En el alcázar de los Bejarano una leyenda reza junto al escudo:”Protégeme como a la pupila de tus ojos; escóndeme a la sombra de tus alas”.
Viejas Iglesias. Nuevos Museos
Un templo destaca sobre todos en la ciudad medieval, la Iglesia de Santa María la Mayor. Una de las iglesias góticas más impresionantes de Extremadura. En su interior el magnífico retablo mayor del siglo XV pintado por Fernando Gallego. La subida a las torres depara una de las mejores vistas sobre Trujillo y una sorpresa peculiar. Entre las piedras de la supuesta torre gótica es posible descubrir el escudo del Athletic Club. La explicación es sencilla. Cuando la torre se rehabilitó en los años 70, el cantero, forofo del club bilbaíno quiso dejar su impronta en la piedra.
Frente a la Iglesia de Santa María se extienden los restos del Monasterio de San Francisco el Real de la Coria que tomo el nombre de la cercana puerta de la muralla. La ruina le llegó con el terremoto de Lisboa. Sus restos fueron rehabilitados hace pocos años para albergar el Museo de la Coria que explora las prolíficas relaciones entre Extremadura y América.
También cerca de allí está la Casa Museo de Pizarro, en la que parece que fue la casa de Gonzalo Pizarro, el padre del Conquistador. En realidad, Francisco nunca residió en ella porque era hijo ilegítimo.
Más al oeste, camino del bucólico cementerio, nos topamos con una de las construcciones más singulares de Trujillo, la alberca. Se trata de un gran depósito de agua (14 metros de profundidad) que fue excavado en la roca en tiempos de la dominación árabe. Junto a la alberca, la Iglesia de la Vera Cruz o de San Andrés, que acabó convertida en el siglo XIX en fábrica de sombreros.
Saliendo por la Puerta de San Andrés podemos rodear la muralla en un bello paseo para desembocar junto al Palacio Juan Pizarro de Orellana, reformado por otro de los hermanos Pizarro en el siglo XVI, que exhibe un precioso balcón renacentista. El pasadizo del Cañón de la Cárcel une directamente el palacio con la Plaza Mayor.
Mejor subir por la Cuesta de la Sangre hasta la Iglesia de la Preciosa Sangre de Cristo convertida en el pequeño y entretenido Museo de los Conquistadores. Junto a la iglesia la bella logia renacentista del Palacio de los Chaves Sotomayor.
Si seguimos subiendo nuevamente hasta el Arco de la Sangre, dejando al lado el enorme Palacio con la torre desmochada de Luis Chaves el Viejo, podremos descender hasta la plaza por la calle Ballesteros y visitar en la esbelta Torre del Alfiler el Museo de la Historia de la Ciudad. La torre tiene una historia curiosa pues comenzó siendo parte de la muralla para pasar a ser parte, tras la conquista cristiana, de un palacio de una familia noble que como tantas acabo desmochada. Su nombre proviene de la aguja que corona la actual cúpula, sobre cerámica talaverana. Todo un símbolo para una ciudad cargada de historia.
Volvemos a la plaza justo a tiempo para contemplar las luces del atardecer. Las sombras de Pizarro se agrandan sobre el gran espacio central. Y uno se pregunta cómo una ciudad tan pequeña pudo engendrar tantos descubridores y jugar un papel tan relevante en el recién descubierto Nuevo Mundo. La respuesta está en estas piedras que esconden muchos más historias de los que podríamos imaginar.
En los últimos años Trujillo ha visto como se multiplicaba su oferta de alojamientos. Las casas se han remodelado para convertirse en apartamentos y en lujosos hoteles boutique y en los alrededores ha crecido exponencialmente la oferta de turismo rural.
Entre los numerosos hoteles con encanto con los que cuenta la ciudad te recomendamos especialmente tres que destacan por la historia de sus edificios y por su especial tranquilidad:
Hotel Boutique Posada dos Orillas: Calle Cambrones 6, 10200 Trujillo. Tf: 927 659079 (www.dosorillas.com). Un hotel surgido a partir de la rehabilitación de una casa del siglo XVI cercana a la Iglesia de Santa María. La tranquilidad está asegurada tanto en sus 13 habitaciones, que reciben el nombre de los países que tienen el topónimo Trujillo en su territorio, como en su agradable patio. Alrededor de 75 EUR la habitación doble con desayuno en temporada alta.
Hotel Palacio Chaves: Calle de las Palomas 3, 10200 Trujillo. Tf: 927 322534 (www.palaciochaveshotel.com). La remodelación de un edificio renacentista, construido en 1570 bajo la dirección del arquitecto Francisco Becerra en plena ciudad medieval, ha dado origen a uno de los hoteles con más encanto de la ciudad. Las ocho amplias habitaciones y los dos salones han sido decorados con esmero pero quizás la mayor sorpresa es el patio con un delicioso jardín y piscina. Alrededor de 100 EUR la habitación doble con desayuno en temporada alta.
Parador de Trujillo: Calle Sta. Beatriz de Silva 1, 10200 Trujillo. Tf: 927 321350 (www.parador.es/es/paradores/parador-de-trujillo). Las antiguas dependencias del renacentista Convento de Santa Clara fueron utilizadas para construir un Parador que sirviera para dinamizar el turismo en la ciudad a mediados de los años ochenta. Hoy sus instalaciones siguen siendo impecables. Las habitaciones se distribuyen en torno a los dos grandes y luminosos claustros. Alrededor de 120 EUR la habitación doble con desayuno en temporada alta.
El número y calidad de los restaurantes también ha crecido en los últimos años en Trujillo aunque la oferta culinaria no es comparable a la hotelera. Y eso que la Feria del Queso de Trujillo ha puesto en el mapa los quesos de la comarca y las bodegas trujillanas, especialmente “Habla” (Autovia A-5, Salida KM 259, 10200 Trujillo), han hecho que los vinos extremeños alcancen grandes cotas de popularidad.
Tres buenas opciones para paladear la cocina extremeña en Trujillo son:
La Alberca Asador: Calle Cambrones 8, 10200 Trujillo. Tf: 927 322209. Cocina casera en el corazón de la ciudad medieval. Un local sencillo decorado con gusto que ha llegado a ser uno de los establecimientos más típicos de Trujillo. El menú sale por 16´5 EUR por persona.
Restaurante Bizcocho Plaza: Plaza Mayor 11, 10200 Trujillo. Tf: 927 322017. Cocina tradicional junto a la Iglesia de San Martín. Buena materia prima, especialmente en lo que se refiere a productos de la comarca, aunque a un precio un poco alto. Alrededor de 30 EUR por persona.
Restaurante Corral del Rey: Plazuela Corral del Rey 2, 10.200 Trujillo. Tf: 927 323071. Situado en unas antiguas dependencias del Palacio de Piedras Albas, en un recodo de la Plaza Mayor, es uno de los referentes de la cocina tradicional extremeña. Un local elegante con buena cocina pero a un precio excesivo. Alrededor de 45 EUR por persona.
El local referente de la noche trujillana es La Abadía (García de Paredes 20). Una buena remodelación de un viejo hospital de los monjes agustinos permitió crear un establecimiento con fines bien distintos. El local incluye una terraza, con magníficas vistas del Castillo, y un bar de copas con música en vivo. Imprescindible conocerlo.
El Parque Nacional de Monfragüe es una de las zonas más representativas y mejor conservadas de bosque mediterráneo y uno de los lugares de mayor interés ornitológico de Europa. Pertenece a la Red de Parques Nacionales de España. Se extiende en torno a la confluencia de los ríos Tiétar y Tajo que discurren encajonados entre sierras.
“El nombre proviene de la denominación romana, mons fragorum o monte denso”
La visita puede empezar por el Centro de Interpretación del Parque Nacional de Monfragüe localizado en el pueblo de Villarreal de San Carlos. En el Centro se organizan rutas guiadas y hay mapas con las rutas de senderismo.
Los dos miradores más espectaculares del Parque son los del Salto del Gitano o Peña Falcón, junto al cauce del río Tajo, y el del Castillo de Monfragüe, en los restos de una fortaleza de origen árabe.