Mérida: La Segunda Roma

En el año 25 aC Octavio Augusto fundó una colonia para acoger a los soldados veteranos de las guerras cántabras. La ciudad, estratégicamente situada en lo que luego se conocería como Vía de la Plata, creció de forma vertiginosa. Diez años después de su fundación fue nombrada capital de la Lusitania. Emerita Augusta llegaría a ser en las postrimerías del Imperio capital de la Diócesis Hispaniarum, que incluía todos los territorios peninsulares y parte del norte de África. No es extraño que fuera conocida como la Segunda Roma.

Mérida fue la única ciudad romana en mantener el orden en los tiempos convulsos de la caída definitiva del Imperio. Hasta ella llegaron desplazados de todas partes del territorio peninsular. Cuando los visigodos crearon el nuevo Reino establecieron la capital en Toledo, pero Mérida fue la segunda ciudad más importante.

Los árabes, tras cruzar el estrecho de Gibraltar en el 711, se dirigieron hacia Sevilla y Mérida. La batalla más importante para la conquista del Reino Visigodo fue la que sostuvieron en Mérida en el 713. La ciudad acabo arrasada. Mérida perdió progresivamente su importancia y desapareció prácticamente de la historia hasta finales del siglo XIX. Fue entonces cuando los restos arqueológicos comenzaron a salir a la luz. El conjunto arqueológico es un excelente ejemplo de lo que fue la capital de una provincia romana en la época imperial, razón por la que fue declarada en 1993 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Cómo llegar:

Mérida está magníficamente comunicada por una buena red de autopistas.  La Autopista de la Vía de la Plata la une al sur con Sevilla, a menos de 200 km, y al norte con Cáceres, a unos 75 km. La A5 conecta con Madrid, a 335 km, y con Badajoz, a 65 km.

Otra cosa es intentar llegar en tren. El ferrocarril es una asignatura pendiente en Extremadura.

Un poco de histora: Las Guerras Cántabras. ¿Una campaña de propaganda? 

Octavio Augusto

Cabeza de Augusto. Museo Nacional de Arte Romano de Mérida

Augusto se proclamó emperador en el año 27 aC. Había combatido en las guerras civiles, pero no podía jactarse de ninguna conquista. Y las necesitaba. Todos los gobernantes previos habían sometido algún territorio bárbaro. Julio César, su predecesor, conquistó nada menos que la Galia. Así que él se apresuró a completar su curriculum vitae.

Un vistazo al mapa del Imperio le basto para decidirse. Había un territorio “libre” en Hispania que abarcaba más o menos las actuales comunidades de Asturias y Cantabria. Además, se sabía que existían minas de oro y hierro. Los cántabros tenían fama de belicosos y habían sido ya empleados como mercenarios por el ejército romano. Eran un rival a la altura de Augusto. Y los romanos no tenían clara la noción sobre los tamaños de la Galia y Cantabria. La guerra estaba servida.

Las Guerras Cántabras

En realidad, las guerras cántabras habían empezado antes. En el 29 aC los romanos se habían decidido a acabar con los cántabros porque eran protagonistas de continuos saqueos. Pero nadie había dado importancia a ese conflicto menor. Augusto abrió las puertas del Templo de Marte, lo que significaba que el Imperio estaba oficialmente en guerra. Reunió nada menos que a 7 legiones, abundante caballería y varias cohortes de auxiliares, y en el año 26 aC partió para Hispania.

Labaro Cántabro

La campaña de Augusto fue un fracaso. Los cántabros no presentaron batalla y hostigaban al enemigo con pequeños comandos guerrilleros. Augusto se cansó pronto de un campo de batalla en el que no veía al enemigo y, enfermo, se retiró a Tarragona. Un episodio ilustra bien la frustración del emperador. Había ofrecido una recompensa por la cabeza de un famoso caudillo cántabro, Corocotta. Un guerrero se presentó en el campamento dispuesto a hablar con el emperador sobre la recompensa. Cuando fue conducido hasta él se identificó como el propio Corocotta. Augusto le pagó y le dejó marchar.

La Propaganda de Augusto

Los romanos contaban con buenos publicistas y estupendos generales para continuar la guerra. Augusto recompuso la organización del territorio de Hispania dividiéndolo en 3 provincias: Tarraconense, Bética y Lusitania. Fundó Mérida para recompensar a los soldados licenciados tras las guerras. Y se volvió a Roma exhibiendo sus grandes triunfos: la Pax Romana para Hispania, una nueva y flamante ciudad, Mérida, y una nueva, recién estrenada, organización del nuevo territorio. El recibimiento en Roma fue grandioso. Se cerraron las puertas del Templo de Marte y Augusto financió la construcción del Templo de Júpiter Tonante para agradecer su ayuda en la guerra.

Teatro Romano. Inscripción de Agripa

Las Guerras Cántabras continuaron. Tuvo que ser Agripa, el mejor general de Augusto, quién terminó finalmente con la resistencia en el año 19 aC. Agripa contribuyó decisivamente al embellecimiento y progreso de Mérida, financiando grandes obras públicas, especialmente el Teatro. Allí siguieron llegando veteranos de las Guerras Cántabras.

Augusto ha pasado a la historia con la gloria de ser el vencedor de los cántabros…y el fundador de Mérida. Lo último es lo único cierto.

Qué visitamos en este post

En el siguiente mapa interactivo podrás localizar con exactitud todos los lugares de los que se habla en el artículo. Podéis usarlo para llegar hasta ellos fácilmente y para seguir los itinerarios propuestos, que incluyen los lugares más representativos de Mérida y alrededores:

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Un Día en Mérida

Mérida fascina por la buena conservación de su pasado romano. Uno puede hacerse idea de cómo era la vida de una capital de provincia del Imperio. De entre todos los restos arqueológicos, los más espectaculares son los del conjunto del Teatro y Anfiteatro. Así que por allí hay que empezar la visita.

Teatro, Anfiteatro y Circo. Los principales espectáculos en la vida del Imperio

El lugar donde se asienta el Teatro Romano de Mérida fue conocido durante siglos como “las sillas de los siete reyes”. Una leyenda popular atribuía a los restos que sobresalían del suelo, correspondientes a las partes más altas del graderío, haber sido la sede de una importante reunión entre siete reyes musulmanes para repartirse Al-Andalus. En 1910 se empezaron las excavaciones dirigidas por el arqueólogo José Ramón Mélida y pronto salieron a la luz los impresionantes hallazgos del Teatro y Anfiteatro. El descubrimiento alcanzó gran resonancia internacional.

En 1933 se inauguraba el Festival de Teatro Clásico con la obra Medea. Poco antes abría sus puertas el Parador de Turismo situado en el antiguo Hospital de Jesús Nazareno. Mérida empezaba a recuperar un prestigio que había olvidado hacía ya mucho tiempo. Hoy el Festival está considerado entre los mejores del mundo en su género (www.festivaldemerida.es). Asistir a una representación es la mejor forma de experimentar como vivían los ciudadanos de aquellos tiempos.

Teatro y Anfiteatro

Al entrar en el Teatro es difícil no emocionarse. Impresionan sus dimensiones y su estado de conservación. Es fácil imaginar lo que podía ser una representación en este lugar en los tiempos del Imperio Romano. Sin duda, uno de los más bellos ejemplos de Teatro Romano que han llegado a nuestros días.

Inaugurado en el año 15 aC, el Teatro podía acoger hasta 6000 espectadores. Tanto las gradas, divididas en tramos para las diferentes clases sociales, como el espectacular escenario, con esbeltas columnas de mármol e imponentes estatuas, parecen no haber sufrido el paso del tiempo.

El Teatro de Mérida conserva el peristilo, un espacio ajardinado posterior a la escena destinado a esparcimiento de los actores, que contaba con un espacio para el culto imperial. Vale la pena recordar que el Teatro era el mayor espacio de propaganda del emperador.

El contiguo Anfiteatro fue inaugurado un poco más tarde, en el 8 aC. Allí tenían lugar los espectáculos de gladiadores, los más populares entre los ciudadanos. Hasta 15.000 espectadores podían disfrutar de los juegos. Aunque peor conservado que el Teatro, se aprecian bien sus dimensiones y su graderío, también dividido en zonas asignadas a cada clase social. Los espectáculos eran gratuitos, pero las entradas dependían de la posición en la sociedad.

Tanto el Teatro como el Anfiteatro estaban dentro de las murallas. Esta era una zona noble, así que las viviendas construidas alrededor eran especialmente lujosas. Basta recorrer la Casa del Anfiteatro para hacerse una idea de lo que significaba el lujo en estas mansiones. Los Mosaicos de la Vendimia y de los Peces son los mejores de los más de 700 metros cuadrados de la casa pavimentados con este material.

Circo

Por sus dimensiones, siempre se construía extramuros (fuera de los murallas de la ciudad). El Circo de Mérida es uno de los mejor conservados del mundo. Allí tenían lugar las carreras de bigas (carros tirados por dos caballos) y cuadrigas (tirados por cuatro). En el de Mérida se entrenaban los mejores aurigas porque los caballos de raza hispana eran especialmente codiciados. Llegó a ser el segundo más importante del Imperio tras el Circo Máximo de Roma.

Vale la pena dar el paseo hasta el circo para sorprenderse con sus dimensiones: 440 metros de longitud por 115 de ancho, con una espina central de 240 metros. De los graderíos (con capacidad para 30.000 espectadores) apenas se conservan los cimientos, pero es uno de los escasísimos circos que se pueden contemplar en toda su planta.

El Museo Nacional de Arte Romano

En 1986 se inauguraba, frente al Teatro, el Museo Nacional de Arte Romano. Un edificio que pretende recordar las grandes construcciones del Imperio. La obra, encargada al arquitecto Rafael Moneo, supuso su consagración internacional.

El Museo alberga más de 35.000 piezas de arte romano que se habían ido acumulando en diferentes espacios de la ciudad. La colección y el centro de investigación figuran entre las mejores del mundo. El espacio en sí es impresionante, el mejor marco para apreciar unas obras que nos siguen conmoviendo por su realismo y perfección. Una visita imprescindible para conocer Mérida.

Foros Romanos… y Medievales

A lo largo de los siglos los emeritenses fueron construyendo sus casas sobre las mansiones romanas. Lo más fácil era utilizar las piedras de los edificios públicos como canteras.

Hoy se hace difícil reconocer la estructura de la vieja urbe. Las calles del centro aparecen salpicadas de restos arqueológicos, mejor o peor conservados, que parecen pistas para recomponer el rompecabezas. Cada vez que hay una obra en un edificio nuevos restos salen a la luz, así que probablemente Mérida siga guardando sorpresas.

Templo de Diana

La principal plaza pública emeritense estaba en la confluencia de sus dos vías principales, el Decumanus Maximus y el Cardo Maximus. Es fácilmente reconocible porque el templo principal del Foro ha llegado bastante bien conservado hasta nuestros días. Claro que el nombre del Templo de Diana no se sabe cómo se popularizó, porque el caso es que el templo estaba dedicado al culto imperial y no a esa diosa.

Tras una manzana de casas está el Pórtico del Foro. Hay que echar imaginación para reconstruir mentalmente el Foro. Un pequeño Centro de Interpretación instalado en el renacentista Palacio de los Cobos, construido en la parte posterior del Templo de Diana, puede ayudarnos a entender mejor el antiguo Foro.

Foro Provincial

Había otro amplio espacio público en Mérida, algunos lo identifican con el Foro Provincial (Emerita era la capital de la Lusitania) y otros simplemente con un lugar dedicado al culto imperial. Lo cierto es que a ese espacio se entraba por el conocido como Arco de Trajano. Durante mucho tiempo se creyó que se trataba de un arco triunfal levantado en época del emperador Trajano, pero el monumental arco de granito, de 15 metros de alto, es anterior. Era la puerta de entrada al Foro Provincial.

El Convento-Hospital de Jesús Nazareno se construyó en el siglo XVIII sobre el Templo de la Concordia de Augusto. Con los abundantes restos arqueológicos que se encontraron, los monjes crearon un Jardín de Antigüedades. El Convento pasó en el siglo XIX a propiedad municipal y después se convirtió en Parador Nacional, pero siempre conservó su Jardín. Ese sería el germen del Museo de Arte Romano.

La Plaza de la Constitución es mucho más pequeña que aquel Foro Imperial, pero guarda un encanto peculiar. El Parador es uno de los lugares a visitar, aunque sólo sea para tomar algo en su coqueto claustro y ver alguno de los restos que todavía conservan.

Plaza de España

Hoy el Foro se ha desplazado un poco hacia el río Guadiana, pero su función no ha variado. La Plaza de España es el alma de la ciudad, con las terrazas siempre animadas y sus bellos edificios decimonónicos, testigos del despertar de la ciudad.

En la plaza se encuentra también, como en época de los romanos, el principal templo de la ciudad: la modesta Concatedral de Santa María. Y aunque no alberga grandes tesoros le cabe el mérito de haberse levantado sobre la vieja catedral de los visigodos.

A estas horas cualquiera está cansado de recorrer ruinas. Tiempo para comer y relajarse. En Mérida se come bien y para todos los gustos; bien a base de tapas o en gastrobares que se han convertido en referencias culinarias. Todos muy cerca de ese nuevo Foro que es la Plaza de España.

Santa Eulalia. La Ciudad Extramuros

Una Mártir cuya Fama Conmovió a todo el Imperio Romano

En Mérida es romano hasta la patrona. Eulalia era una adolescente en tiempos de las persecuciones cristianas decretadas por Diocleciano. Lejos de asustarse, se presentó ante el gobernador para protestar. Demasiada provocación. Fue golpeada y quemada. Al morir una paloma blanca voló hacia el cielo. Enseguida fue proclamada santa y su culto se hizo muy popular en todo el Imperio, prueba de la importancia de Emérita Augusta.

En tiempos del emperador Constantino ya se edificó una iglesia sobre el túmulo funerario de Santa Eulalia, extramuros de la ciudad. Luego, los visigodos construyeron una enorme basílica. La mayor parte del templo se perdió tras la invasión musulmana, pero sobre sus restos, y ya sin acoger el cuerpo de la Santa que se había trasladado a Oviedo, se levantó la nueva basílica en la Edad Media que siguió recibiendo peregrinaciones.

La Basílica de Santa Eulalia es hoy el templo más conocido de Mérida. En la visita se aprecian los restos de las iglesias superpuestas, en un auténtico paseo a través del tiempo.

La Ciudad Extramuros

Las dimensiones de Emérita Augusta no volvieron a alcanzarse hasta el siglo XX. Con el paso de los siglos Mérida quedo reducida a sólo una parte de lo que contenían las murallas. Esa es la razón de que los restos arqueológicos extramuros se hayan conservado bastante bien. Entre ellos, los más importantes son los del área funeraria de Los Columbarios, el principal lugar de enterramiento para los emeritenses, y, al lado, la Casa del Mitreo, una casa patricia famosa por su Mosaico Cosmológico.

Árabes y Visigodos

La Alcazaba es la fortificación árabe más antigua de la península ibérica. Los musulmanes trasladaron a este espacio todas sus dependencias administrativas mientras la ciudad languidecía.

Poco queda de aquellos edificios árabes en el interior de la Alcazaba. Tan sólo un espectacular aljibe que conecta con el Guadiana. Sin embargo, se conserva magníficamente un tramo de calzada romana, nada menos que del decumanus maximus, y restos de la antigua muralla romana.

A la entrada del aljibe llaman la atención las pilastras de la puerta, con una magnífica decoración vegetal. Son columnas visigodas reaprovechadas. Hay más restos visigodos en el recinto, y por toda la ciudad. Poca cosa comparada con la importancia que la capital de la Diócesis Hispaniorum. Muchos restos se han reunido en el Museo de Arte y Cultura Visigoda, situado en el Convento de Santa Clara, muy cerca de la Plaza de España.

El único edificio visigodo que ha quedado en pie hay que ir a visitarlo a 40 km al norte de Mérida, en un lugar realmente apartado. Se trata de la magnífica Basílica de Santa Lucía del Trampal.

Acueductos y Puentes

Puente Romano

Frente a la Alcazaba, el viejo Puente Romano atraviesa el ancho Guadiana. La conexión con la Bética era esencial para Emérita Augusta. Por eso la obra se inauguró el mismo año de la fundación de la ciudad. Uno de los puentes más largos del mundo Romano. Casi 800 metros de largo y 60 arcos para salvar el río.

Empieza a atardecer. Un buen momento para pasear siguiendo el curso del Guadiana. En la margen derecha se extiende el Área Arqueológica de la Morería. Bajo el edificio de las Nuevas Consejerías de la Comunidad de Extremadura se descubre el entramado urbano de la vieja ciudad romana mezclado con restos visigodos, árabes y medievales. Todo un laberinto arqueológico.

Acueducto de los Milagros

Siguiendo nuestro paseo a orillas del Guadiana llegamos a la desembocadura del Albarregas. Hay que remontar el arroyo por el parque más bonito de Mérida para descubrir primero el pequeño puente romano que lo salvaba y luego los restos del enorme acueducto, que era la principal fuente de agua de la ciudad.

Emérita Augusta recibía el agua desde el Embalse de Proserpina, que aún puede verse en su estado original. La conducción era subterránea en su mayor parte. Para salvar el Albarregas se levantó el hoy llamado Acueducto de los Milagros, con su característica combinación de piedra y ladrillo. Dicen que el nombre se lo dieron por ser un milagro divino que se conservara hasta nuestros tiempos.

Puente de Lusitania

La noche nos sorprende paseando sobre el puente romano. La espléndida obra de ingeniería romana aguanta casi intacta sus ya más de dos mil años de historia. Frente a él, río abajo, el Puente de Lusitania diseñado por Santiago Calatrava, símbolo del despegar de la nueva capital de Extremadura.

Dónde Dormir

La capital de Extremadura ha visto en los últimos años como se multiplicaban sus posibilidades de alojamiento. Tres alojamientos emblemáticos en la ciudad son:

Parador Nacional de Mérida: C. Almendralejo, 56, 06800 Mérida. Tf: 924 313800 (www.parador.es). Construido en un antiguo convento del siglo XVIII. Fue hospital, manicomio y cárcel. Y acabo convertido en Parador en 1933. Conserva un precioso claustro y una parte de su Jardín de Antigüedades. Muy buen restaurante. Habitación doble con desayuno en temporada alta alrededor de 100€.

Hotel Ilunion Mérida Palace: Plaza de España, 19, 06800 Mérida. Tf: 924 383800 (www.ilunionmeridapalace.com). Un hotel 5 estrellas ubicado en la Plaza de España ocupando un palacio del siglo XV y un edificio modernista. Lo mejor es su piscina en la azotea con magníficas vistas. Desde 150€ la habitación doble con desayuno en temporada alta.

Hotel Spa Aldeaba: Romero Leal 18, 06800 Mérida. Tf: 924 900637 (www.adealba.es). Hotel boutique construido en un edificio del siglo XIX, a 50 metros del Templo de Diana. Desde 125€ la habitación doble con desayuno en temporada alta.

Dónde Comer

Mérida es un buen exponente del auge de la cocina extremeña de los últimos años: Hay restaurantes para todos los gustos y bolsillos. Tres buenas propuestas son:

A de Arco: Calle Trajano 8, 6800 Mérida. Tf: 924 301315 (www.adearco.com). Cocina tradicional extremeña con un toque de innovación. Mi restaurante favorito y uno de los lugares imprescindibles para saborear. Entre 20-30€/persona.

NATURA GastroArt: Calle Berzocana, 18, 6800 Mérida. Tf 656619300. Un local sencillo muy cerca del Templo de Diana. Ricos y originales platos con magnífica relación calidad-precio. Alrededor de 15€/persona.

Rex Numitor: Calle Castelar 1, 6800 Mérida. Tf: 615396169. Un templo de la cocina emeritense. Situado entre la Plaza de España y la Alcazaba. Cocina mediterránea riquísima. Alrededor de 30€/persona

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