Bonifacio es la más extraordinaria, especial, bella y mágica de las ciudadelas que defienden las costas de la isla de Córcega. Es uno de los puertos más interesantes, bonitos y pintorescos de todo el Mediterráneo, no sólo por su disposición geográfica, aislada del resto de la isla por un estrecho istmo que la hacía prácticamente inexpugnable a cualquier ataque terrestre, sino también por el encanto de su centro histórico recogido entre murallas y volcado sobre sí mismo. Sus estrechas callejuelas presentan todo tipo de comercios y restaurantes enfocados al turismo pero sin haber perdido el encanto de una ciudad histórica.
Uno de los destinos de vacaciones más solicitados en Francia, y si lo visitáis entenderéis por qué. A parte del increíble encanto de su puerto y sus Ciudadela de estrechas callejuelas, de lo animado de sus terrazas, increíble clima soleado y cálido pero no tórrido… es que se respira historia. Cuando paseas por sus calles o tomas un barco para verla desde el mar, parece que estás viviendo una película de piratas, o que te has metido en «El Conde de Montecristo»… las sensaciones son potenciadas además por lo bien conservado que está todo, lo cuidado y bonito, sin llegar a parecer un parque temático.
Además, es que cerca tiene unas playas increíbles, unos paisajes de montaña de ensueño y muchas posibilidades de realizar deportes aventura. Y si te gusta el arte, pues también te llevas una buena ración, porque además del románico pisano de su catedral, las murallas renacentistas alzadas por ingenieros genoveses, y en las proximidades tienes yacimientos arqueológicos megalíticos con menhires labrados… En fin, que por todo ello, es uno de los destinos mediterráneos que más satisfacen y buen sabor de boca dejan.
Bonifacio es en cierto modo una isla dentro de la isla de Córcega, no solo por las características geográficas; es una península unida por un estrecho istmo con difícil acceso por tierra (para llegar desde los fértiles valles del sur de Córcega hay que atravesar un extenso páramo yermo), también geológicas (es el único rincón de la isla de roca caliza frente al granito del resto).
Su posición estratégica para las rutas marítimas del Mediterráneo Occidental, la hizo codiciada por numerosas potencias, ya que dese aquí se controlaban las denominadas «Bocas de Bonifacio» el estrecho que separa Córcega de Cerdeña. (Con unos 12kms de anchura, es más o menos la misma distancia que tiene el Estrecho de Gibraltar). Esta ruta, por ejemplo, era la más corta entre los puertos españoles y Roma. Por ello los reyes aragoneses desde Jaime II mostraron su interés por la plaza; otros reyes hispanos que pasaron por sus murallas fueron Alfonso V de Aragón, que la asedió, o Carlos I de España que se alojó en su regreso de las expediciones contra el turco en el norte de África.
Por carretera, la capital Ajaccio, dista unos 130kms (2h30′) y hasta Bastia en el norte de la isla, hay unos 180kms (3h). Para moverse por la ciudad no hace falta coche, y además es desaconsejable porque no hay lugar para aparcar; pero si llegáis en uno, o tenéis uno alquilado, lo mejor es dejarlo en el parking que hay junto al puerto a la entrada de la ciudad, o bien, en el otro parking de la ciudad alta.
Tiene comunicación por ferry con Cerdeña, apenas una hora de trayecto a Santa Teresa di Gallura. Esto hace que sea posible perfectamente combinar una visita al norte de Cerdeña con Bonifacio, ya que hay vuelos low-cost a Alghero desde España.
Bonifacio debe su nombre al Marqués de Toscana que en el año 828 la fundó cuando regresaba de una expedición del norte de África. Desde entonces y por un período de 300 años, los pisanos gobernaron y extendieron su influencia tanto aquí como en la mayor parte de la isla de Córcega. A partir de inicios del sigo XII el pujante poder de Génova va relevando a Pisa en el control de Córcega y Bonifacio siendo conquistada en 1195.
El control genovés se traduce en la construcción de sólidas defensas y fortificaciones, aunque no son óbice para que Bonifacio sufra los ataques de piratería, de corsarios o de otras potencias. A lo largo de su historia sufre dos grandes asedios uno por parte de las naves del Rey de Aragón Alfonso V el Magnánimo en 1420, y algo más de un siglo después el de la flota Franco-Turca, que en 1553 inician una alianza y reducen a cenizas la población.
Con ayuda española, los genoveses reconstruyen Bonifacio, que sigue siendo una plaza estratégica para los intereses en el Mediterráneo de España y Génova y no se vio envuelta en grandes conflictos hasta el periodo de independencia de Córcega (1755-1769) y su posterior anexión a Francia. Durante la II Guerra Mundial, su posición estratégica volvió a jugar un papel importante, y para su defensa se construyeron nuevas instalaciones militares. Gran parte del extremo de la península sobre la que se levanta la ciudad es aún propiedad del ejército francés.
La Marina
La visita de Bonifacio comienza por el barrio de La Marina en el que el bullicio de los pescadores ha dado paso al de los turistas, las terrazas y los barcos de recreo. El pintoresco emplazamiento de la ciudad, con un profundo surco de mar que separa la pequeña y alargada península sobre la que se erige la ciudadela ha dado lugar a uno de los puertos naturales mejor protegidos del Mediterráneo. En el vértice de esta ría se encuentran las casetas de información para comprar los paseos en barco, o las excursiones a las playas de las islas cercanas.
Montée Rastello y Montée Saint Roch (Rampa Rastello y Rampa San Roque)
Situados en el puerto, es fácil encontrar el campanario de la iglesia del puerto. Desde su base parte la rampa y escaleras (Montée Rastello) que suben hacia la única entrada que la Ciudadela de Bonifacio tuvo durante siglos. Antes de coronar el último repecho se llega a la Ermita de San Roque, desde la que parte el último repecho hasta las puerta de la ciudad. Pero antes, conviene desviarse hacia el lado opuesto y subir por un camino hasta el mirador que ofrece la mejor y más extraordinaria vista de la ciudad. Desde aquí, especialmente con el sol de la mañana, se ven los preciosos y arriesgados acantilados de hasta 60mts de altura, sobre los que literalmente gravitan las casas de Bonifacio que se asoma a lo mismos.
Haute Ville
Regresando nuestros pasos, entramos en la Ciudadela (Haute Ville) por la Puerta de Génova. Durante siglos, única entrada. Un puente levadizo y unas gruesas murallas con parapetos de madera y hierro cerraban el paso en defensa de la plaza. Nada más entrar se accede a la Plaza de Armas. No dejar de subir a lo alto del Bastión l’Étendard para disfrutar de unas vistas estupendas de la costa de Bonifacio y al otro lado la marina del puerto.
Lo mejor es dejarse llevar y perderse por las numerosas callejuelas de aire italiano y descubrir distintos rincones. Hay cafés y terrazas algunos con la sorpresa de las vistas al mar desde su interior. Sin duda encontraréis en vuestro paseo la Catedral de Santa María la Mayor. Iniciada en el siglo XII por Pisa, y con añadidos góticos posteriores y detalles decorativos aragoneses resultado de la dominación española. Sus tesoros artísticos son los sarcófagos romanos que se conservan en su interior y un altar barroco, aunque quizá la joya mas preciada por los habitantes de Bonifacio es el pedazo del Lignum Crucis (Cruz de Cristo) que guarda en su sacristía.
Durante siglos objeto de devoción y sacada en procesión en momentos difíciles para la ciudad. Otros sitios interesantes que visitar en la Haute Ville son la iglesia de Santo Domingo, refugio de templarios identificada por su torre almenada octogonal, y el Cementerio del Bosco, por sus pequeños mausoleos coloristas que le confieren un carácter especial. Estoy seguro de que si lo visitáis os resultará una de las cosas que más recordaréis de Bonifacio.
Escalera del Roi d’Espagne
Es el sitio turístico más visitado de Córcega. Una curiosa escalera tallada en la roca que baja desde la Haute Ville hasta un aljibe de agua dulce. Esta es la realidad, aunque la leyenda, mucho más bonita tal vez, dice que los 187 escalones fueron tallados por el Rey de Aragón Alfonso V en su asedio de Bonifacio en 1420 en una sola noche… Poco de cierto pero mucho de marketing… ya veis las escaleras reciben casi un millón de visitas al año. La entrada cuesta 2,50€ y combinada con el Bastion l’Etendard 3,50€. Merece la pena la experiencia porque las escaleras están talladas en la roca como un semi-túnel abierto al mar. ¡Ojo la subida cuesta… no hacerla a mediodía en verano… te torras!