Portofino es una pequeña localidad de la Riviera Italiana situada en un agreste promontorio rocoso que penetra unos kilómetros en el Mar Ligur con respecto a la línea de costa. Destino de prestigio, chic y glamour, fue uno de los rincones de la «Bella Italia» celebrados por el cine de los 50 y el glamour de los actores de las décadas postguerra en Europa.
Portofino se puede describir como el encanto en mayúsculas, una localidad de poco más de 500 habitantes que ha sabido preservar todo su sabor, estilo y alrededores a salvo de la especulación, la masificación y el destrozo. Aunque lo cierto es que en el país de la «bota» podemos encontrar una lista nutrida de preciosos pueblos junto al mar llenos de encanto; Amalfi, Positano o Sorrento al sur de Nápoles, Vernazza o Riomaggiore en «Le Cinque Terre» en la propia Costa de Liguria, Cefalú en Sicilia, Porto Ercole en Toscana, Tropea en Calabria, Otranto o Gallipoli en Apulia… por solo mencionar algunos…
El caso es que Portofino desde la baja edad media, se destacó como un puerto comercial activo y bien protegido que estaba ligado a Génova, la ciudad en torno a la cuál se estableció una República cuyo territorio comprendía el arco norte del Mediterráneo Occidental con un área de influencia que iba desde Roma a Barcelona.
La República de Génova se mantuvo como estado independiente 700 años, desde su fundación en 1096 hasta la invasión napoleónica de 1797. Durante su larga trayectoria política, tuvo momentos de auge comercial en los que estableció consulados en puertos remotos del Mar Negro, norte de África o en Chipre. Aunque poderosa comercial y financieramente, políticamente estuvo sujeta a las influencias de los poderes dominantes, ora el rey francés hasta el siglo XVI, o la Monarquía Hispánica desde ese siglo. Fue a partir de entonces, cuando las estrechas relaciones que siempre había mantenido con Castilla desde los albores de la reconquista de Al-Andalus, se estrecharon, pasando numerosos banqueros y marinos genoveses a financiar y capitanear muchas de las expediciones castellanas al Nuevo Mundo.
En ese contexto, aparece uno de sus personajes más ilustres, el Almirante Andrea Doria. Este magnífico navegante y estadista genovés no sólo logró poner de acuerdo a las principales familias aristocráticas de Génova para refundar un estado en torno a la figura de un Dogo (electo cada dos años por la oligarquía dominante) sino que consiguió ganarse plena confianza por parte de Carlos I de España, quien le otorgaría la dirección de operaciones de su Marina de Guerra, en Túnez, y Argel. Su fama y pericia le hicieron una de las figuras más reconocidas y prestigiosas del Mar Mediterráneo en el siglo XVI. Hoy se puede visitar la Torre-Mausoleo que la familia Doria se construyó junto a la Abadía de San Fruttuoso, en un bello rincón apartado del litoral del Promontorio de Portofino.
La República de Génova junto con Venecia, Amalfi y Pisa componen las cuatro república marineras italianas. Sus emblemas cuyo origen se remonta a las Cruzadas, son símbolos cristianos alegóricos; la cruz de San Jorge (roja sobre fondo blanco), el León de San Marcos, la Cruz Amalfitana (blanca sobre fondo azul) y la Cruz de Pisa (blanca sobre fondo rojo). Hoy el emblema de la marina italiana las reúne a todas.
En el caso de la República de Génova, tras la pérdida de su independencia en 1797, su destino quedaría ligado al del Reino de Cerdeña (1815)de la Casa de Saboya, y por ende, al origen del Reino de Italia, unificada en 1860 bajo el rey Victor Manuel II
Visita de Portofino:
La mejor manera de llegar a Portofino es en barco, como lo hiciera cualquier navegante genovés de siempre, y como lo hacen la mayor parte de los turistas hoy. Porque aunque no se trate de una isla, y se pueda conducir hasta aquí, la idea no es aconsejable. El posible atasco y el astronómico precio del único parking disponible, logran disuadir a los conductores, para que todos salgan ganando. No estaría de más copiar ciertas prácticas para preservar el encanto de algunos lugares que lo están pidiendo a gritos en España, y alejarlos de la voracidad del automóvil.
Con un pie en Portofino, lo primero que sorprende es lo acogedor que resulta el escenario del puerto. A su alrededor se levantan un conjunto de casas multicolores con sus típicas contraventanas, que conforman un escenario perfecto, en el que te sientes protagonista. El tamaño es humano, la sensación de relax, el decorado inmejorable, y las aguas mansas del resguardado puerto parecen invitarte al sosiego, a sentarte en una de sus terracitas e ir observando los detalles de cada rincón, cada ventana, puerta y tejado. A pesar del desarrollo turístico tan dilatado, de tantas décadas, Portofino ha llegado hasta hoy prácticamente intacto, sin que la especulación y el desacierto hayan hecho mella en su conjunto. Y eso sorprende a los ojos de un turista acostumbrado a desmanes y desarrollismo. Una segunda conclusión rápida, es el hecho de que a pesar de los elevadísimos precios que sin duda hayan podido ofrecer a cada uno de los pescadores y otros habitantes del minúsculo pueblo (apenas cuenta con 500 habitantes) lo que se sigue viendo es vida tradicional, pues siguen siendo ellos los propietarios de la mayor parte de tan codiciadas viviendas, al menos las que se asoman al puerto. Se ven algunas redes de pesca (no tantas como en Camogli, es cierto, pero aún hay). Son aparejos de barcas y lanchas que comparten escena con algunos grandes yates de magnates, millonarios y famosos que también fondean aquí.
Mi curiosidad por descubrir es tan grande como la sensación de satisfacción que da estar rodeado de un entorno tan bello. Así que callejeo por sus calles descubriendo algún que otro rincón, al que no le falta alguna buganvilla, palmera o frondosa mediterránea. En poco tiempo, todo el pueblo te es familiar. Siguiendo un camino ascendente, se llega a la Ermita de San Jorge, patrono de Génova y su república. La ermita esta construida en un estratégico lugar en el que otear el mar para descubrir naves enemigas o amigas, dando tiempo a la escondida villa a protegerse o preparar recibimientos, y también idóneo para tomar las fotos más bonitas del conjunto del puerto y pueblo. El camino continua entre casas y palacetes, todos con sabor añejo, y cada uno con encanto especial. A un lado el Castillo Brown (S.XVI) y hacia el otro señalado el Faro de Portofino. En menos de 20 minutos se llega hasta el extremo del promontorio. Aquí donde las naves giraban para encarar la entrada a puerto, se divisa un bonito paisaje del Golfo del Tigullio, en días despejados se alcanza a ver La Spezia. Se agradece que al alcanzar el objetivo un pequeño garito sacie la sed veraniega con una buena cerveza fría o un helado. De regreso al puerto, tomamos el barco para visitar la Abadía de San Fruttuoso y de paso bañarnos en las aguas cristalinas de su pequeña ensenada (ver fotos). Ya al atardecer, el barco nos llevará de regreso hasta Rapallo, disfrutando de nuevo de las maravillosas vistas que se obtienen desde el mar de todas estas local.
Un paseo para recordar:
Los cinco kilómetros que separan Portofino de Santa Margherita Ligure se pueden recorrer por un camino que va pegadito al borde del mar de principio a fin. Hay tramos en los que se ven palacetes increíbles, otros recodos de costa naturales en los que solo parece haber pinos y aguas cristalinas, y en muchos apetece lanzarse al agua a pegarse un chapuzón. Mi consejo si es un día caluroso de verano, es hacerlo por la tarde, porque así encontraréis sombra en buena parte del camino, o al atardecer mismo aprovechando que los últimos rayos de sol iluminan las montañas de fondo. Se puede combinar con el viaje en barco, y la duración con paradas, baños, fotos, etc, puede ser de 1h30′ o 2hrs.
MÁS ALLÁ DE PORTOFINO:
Pero no sólo hay que limitarse a visitar el pintoresco puerto y pueblo de Portofino, la península en la que se halla, que en su mayor parte ha sido declarada Parque Natural para poder proteger su tupida vegetación de la especulación urbanística, está repleto de curiosidades, parajes de belleza singular y localidades llenas de encanto.
Disponiendo de un par de días de vacaciones o de un fin de semana para explorar, esto es lo que no me perdería…. (Todo esta a un tiro de piedra entre los 5 y los 15kms de distancia y un buen consejo sería utilizar la línea costera de las ferrovías italianas cuya línea Rapallo-Genova, une casi todos los puntos de interés desde Santa Margherita a Camogli – Ver mapa al final del post)
La comodidad añadida es que se pueden recorrer todos estos sitios sin necesidad de utilizar el coche, moviéndonos en cortos trayectos de tren, realizando senderos a pie, o en barcos.
Rapallo: (A 10kms de Portofino) El Rapallo histórico creció en una rada bien defendida del Golfo de Tigullio. Conserva un centro medieval de casas apiñadas y un vistoso Castillo (1551) prácticamente rodeado de agua por los cuatro costados, que fue construido para defenderse de los ataques piratas. En el siglo XIX comenzó su desarrollo como centro de veraneo de primer orden, principalmente con el turismo aristocrático inglés. Hoy posee buenos hoteles, restaurantes y comercio. (Ver sección dónde dormir y dónde comer)
Santa Margherita Ligure: (A 5kms de Portofino) Iglesia rococó de Santa Margarita de Antioquía da nombre a la población. Un centro de veraneo, que también se desarrolló con el turismo aristocrático durante el siglo XIX.
San Lorenzo della Costa: (A 5kms de Santa Margherita) Su iglesia parroquial guarda un preciado tesoro en forma de tríptico de estilo flamenco, atribuido al maestro de Brujas, que algunos identifican con Gérard David (1499) que residió en Génova durante un tiempo.
San Fruttuoso: Santo mártir de origen tarraconense que vino a parar a estas costas por designios del destino. Un pequeño monasterio en su honor guardo su recuerdo y sus reliquias en este apartado rincón de la costa al que solo se puede acceder a pie o en barco. El sendero desde Portofino lleva unas 4h30’ recorrerlo (i/v) y atraviesa monte con espeso bosque mediterráneo. También hay servicio de barcos regulares tanto desde Camogli, como desde Rapallo-Santa Margherita-Portofino, prácticamente cada hora.
- Cristo degli Abissi: Es una estatua erigida y sumergida en la pequeña bahía de San Fruttuoso, a la que se le rinde homenaje el último domingo de julio, para honrar la memoria de los marinos genoveses muertos a lo largo de la historia. También es un lugar muy popular entre submarinistas.
- Torre Doria: La famosa familia de navegantes genoveses que tuvo ilustrísimos hijos como Andrea Doria, Almirante de la Marina de Castilla en tiempos de Carlos I, tiene aquí su Mausoleo. Así se denomina la atalaya defensiva que se alza sobre la bahía por encima del Monasterio.
Belvedere di San Rocco: (A 10kms de Santa Margherita) Se llega tomando un desvío de la carretera que une San Lorenzo y Camogli. Merece la pena llegar hasta aquí para disfrutar de las bellas vistas del golfo que hay desde la terraza que se abre frente a la iglesia
Camogli: (A 13kms de Portofino, 8kms de Santa Margherita) Es otro precioso ejemplo de puerto pintoresco italiano, en este caso con la peculiaridad de que ni los edificios altos apiñados en torno a él han podido robarle el encanto y belleza. Sus muelles están llenos de redes de pesca que atestiguan los tradicionales modos de vida que conviven con el turismo. Solo 25kms le separan del centro de Génova, y la carretera de la costa desde aquí es una sucesión de pueblos y villas de recreo.