Los escritores y viajeros la califican de mítica, mágica, fabulosa…Su paisaje urbano ha inspirado desde cuentos de hadas al mundo surrealista de Frank Kafka, desde la poesía de Rilke al opresivo realismo de Milan Kundera. Los directores de cine buscan entre sus calles escenarios para recrear el Paris medieval, la Viena del siglo XVIII o el Londres decimonónico. La lista de películas rodadas en sus extraordinarios escenarios es tan extensa que le ha valido el sobrenombre de ciudad del cine europeo. Praga. La ciudad más bella y representativa de Europa Central. La ciudad dorada.
La capital de la República Checa y de la fascinante región de Bohemia está situada justo en el centro de Europa. Una encrucijada de caminos entre el mundo alemán y el eslavo, entre Oriente y Occidente, entre católicos, protestantes y judíos. Todas esas poblaciones convivieron durante siglos en sus barrios. Los vaivenes de la historia encumbraron la ciudad hasta hacerla capital del Imperio y luego la redujeron a una pequeña urbe periférica. Resurgió con fuerza a finales del siglo XVIII para volverse a sumergir en una atmosfera gris tras la II Guerra Mundial. En las últimas décadas ha recuperado toda su fuerza y belleza y se ha convertido en uno de los destinos más visitados de Europa.
El Aeropuerto Internacional de Praga Václav Havel está ubicado a 10 km del centro de la ciudad y mantiene conexiones con la mayoría de los países europeos. Un puñado de compañías aéreas (Iberia, Czexh Airlines, Smartywings, Vueling) enlazan Praga con varias ciudades españoles aunque sólo los vuelos a Barcelona y Madrid son regulares durante todo el año.
El aeropuerto está bien conectado con la ciudad. Lo más fácil es utilizar el servicio de taxis, el autobús exprés o los minibuses disponibles. La alternativa más barata (alrededor de 1´5 EUR un billete válido para 90 mn que se compra en la sala de llegadas del aeropuerto) es el autobús urbano hasta la estación de metro Dejvická (líneas 119 y 254 que enlazan con la línea 1 de metro en 20 mn) o Zlicín (línea 100 que enlaza con línea B de metro en 15 mn) y desde allí a la parada de metro más cercana a vuestro hotel.
Fundación. El Reino de Bohemia
Los primeros asentamientos en Praga estuvieron situados en ambos lados del río Moldava, en las colinas de Visehrad y del Castillo. La colina del Castillo, más alta y extensa, fue la elegida por la dinastía de los Premyslidas para ser capital de su joven ducado de Bohemia a finales del siglo IX.
Wenceslao I, tercer duque de Bohemia transformó profundamente la sociedad afianzando el cristianismo y modificando todo el sistema judicial. Fundó y consagró la primera Catedral de San Vito. Asesinado en 935 por una conspiración de la nobleza fue inmediatamente proclamado mártir y santo. En pocos años se convirtió en el padre de la nación.
La capital y el ducado crecieron rápidamente. Hacia finales del siglo X el emperador del Sacro Imperio Germánico nombró reyes a los duques de Bohemia. Para entonces los Premyslidas gobernaban ya sobre Bohemia y Moravia y aspiraban a dominar las regiones fronterizas. La monarquía se hizo hereditaria a partir de Ottokar I en 1198. Poco después su poder se extendía hacia las actuales Austria y Eslovenia llegando hasta el Adriático. Su creciente poder y su aspiración a la corona del Imperio fueron truncados por la dinastía emergente de los Habsburgo.
Carlos IV. La Capital del Imperio
La Casa de Luxemburgo sustituyo a la dinastía de los Premyslidas a comienzos del siglo XIV. Carlos IV, el segundo rey de esta dinastía (1346.1378), marca la época de mayor gloria de la ciudad. Él unió los núcleos urbanos a través del puente que luego llevaría su nombre, ordenó la construcción de la Ciudad Nueva (Novo Mesto) para permitir la expansión de la urbe, comenzó a levantar la nueva Catedral de San Vito y fundó la primera Universidad de Europa Central. El cenit llegó cuando el rey fue coronado Emperador del Sacro Imperio Germánico en 1355 y Praga pasó a ser la capital del Imperio.
Tras la muerte de Carlos IV la ciudad perdió su poder político. El teólogo Jan Hus que llego a ser rector de la Universidad de Praga predicó en Bohemia la reforma de la Iglesia influyendo profundamente en la población. Se le considera el precursor de la Reforma Protestante. Las guerras husitas entre reformadores y católicos, desencadenadas tras la muerte en la hoguera del reformador, y las epidemias provocaron grandes daños en la ciudad aunque conservo su importancia mercantil.
Los Habsburgo y el Imperio Austrohúngaro
En 1526 Bohemia entró a formar parte de los dominios de los Habsburgo y Praga pasó a ser capital de una provincia austriaca. Los Habsburgo, sin embargo, decretaron la tolerancia religiosa en sus dominios por lo que en un principio no se prolongaron los conflictos religiosos del siglo anterior.
En 1618 Fernando II fue elegido rey de Bohemia. Su ultracatolicismo y carácter absolutista, consecuencia de una educación estricta jesuita, le llevo a prohibir el culto protestante y a suprimir derechos a los nobles bohemios. El malestar no se hizo esperar. Los gobernadores imperiales de Bohemia fueron capturados por los nobles y arrojados por la ventana del Castillo de Praga. Curiosamente ninguno de los gobernadores sufrió heridas graves porque cayeron sobre un montón de estiércol. Sin embargo, este hecho conocido como la “Defenestración de Praga” fue el desencadenante de la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), un conflicto global que sumiría particularmente a Centroeuropa en una profunda depresión económica. Los rebeldes bohemios fueron derrotados en la batalla de la Montaña Blanca (1620). La derrota fue seguida de la implacable erradicación del protestantismo, la supresión de los privilegios nacionales y el uso obligado del alemán como lengua oficial. La guerra supuso una drástica reducción de la población de Praga.
Los problemas continuaron para la ciudad en la segunda parte del siglo XVII y primera del XVIII. El fuego, las epidemias y la invasión de Prusia impidieron la recuperación. Sólo a mediados del siglo XVIII, Praga comenzó a resurgir. El reinado de José II, en la segunda mitad de siglo, representa la segunda época de oro de la ciudad. La capital se llenó de elegantes edificios barrocos, símbolo de la nueva pujanza económica.
El nacionalismo checo comenzó a crecer en el siglo XIX. Sin embargo, todas las revueltas fueron aplastadas por el poderoso Imperio Austrohúngaro. El idioma oficial siguió siendo el alemán a pesar del descontento de la población y la ciudad continuó perteneciendo al Imperio hasta su desaparición tras la I Guerra Mundial.
Siglo XX. De Checoslovaquia a la República Checa
En 1918 se proclamó la República de Checoslovaquia que unía en una misma nación a eslovacos, moravos y bohemios. Praga fue designada capital de la República. La nueva nación había heredado la mayor parte de la industria del antiguo Imperio Austrohúngaro y eso la hizo gozar de un gran bienestar económico. Sin embargo, muy pronto el país empezó a sufrir grandes conflictos sociales. Había grandes tensiones entre eslovacos y checos. La minoría alemana generaba también graves problemas tras la pérdida de sus privilegios. En 1939 Alemania invadió el país. Los nazis asesinaron a la práctica totalidad de la población judía de Praga.
El Ejército Rojo entro en Praga en 1945. Poco después se fundo la República Socialista de Checoslovaquia. Los intelectuales de Praga lideraron un movimiento conocido como “socialismo con rostro humano” que llego a transformar el poder político de la nación. El periodo conocido como Primavera de Praga acabó con una nueva invasión soviética a finales de agosto de 1968. Las imágenes de los tanques rusos recorriendo las calles de la ciudad dieron la vuelta al mundo.
En 17 de noviembre de 1989 la policía reprimió con dureza una manifestación estudiantil. La gente llenó las calles de Praga en las semanas siguientes para protestar. La Revolución de Terciopelo acabó pacíficamente con el brutal régimen comunista. El 29 de diciembre el intelectual Vaclav Havel fue elegido Presidente de Checoeslovaquia. Tres años después se produjo la separación pacífica de Eslovaquia y Praga paso a ser la capital de la República Checa.
Jan Neruda. “Cuentos de Malá Strana”. Ed Pre-Textos. 354pags
Jan Neruda es el escritor más representativo de la literatura checa moderna y uno de los creadores de la imagen fantástica y mítica de Praga. Nació en el barrio de la Mala Strana y aunque recorrió toda Europa (es uno de los escritores pioneros en la literatura de viajes) vivió toda su vida en Praga. El poeta chileno Pablo Neruda (en realidad Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto) parece que eligió su seudónimo por la admiración que sentía por el escritor checo.
Los Cuentos de Malá Strana fueron publicados en 1877. Los relatos, llenos de humor e ironía, describen la vida de la sociedad pequeñoburguesa que habitaba el tranquilo barrio del otro lado del puente de Carlos. Son historias de gente común que nos parecen cercanas, perfectamente posibles en nuestros días. Su lectura ayuda a entender también la difícil convivencia entre los diferentes pueblos que habitaban la ciudad como en el magnífico cuento titulado “El señor Rysanek y el señor Schlegel”. Los lugares en que transcurren los cuentos son casi siempre fácilmente identificables al pasear por el barrio. Hoy la avenida principal de Malá Strana, que conduce desde el puente de Carlos al Castillo, lleva el nombre del genial escritor checo.
En el siguiente mapa interactivo podrás localizar con exactitud todos los lugares de los que se habla en el artículo:
Cualquier recorrido por la ciudad dorada empieza y acaba en el Puente Carlos, el monumento más emblemático de Praga. El puente unió definitivamente las dos orillas del río Moldava a principios del siglo XV. Poco después se construyeron las grandes torres góticas que flanquean las entradas a Stare Mesto (Ciudad Vieja) y Malá Strana (Ciudad Pequeña). La leyenda dice que si el puente ha resistido las riadas del Moldava y las guerras que asolaron la ciudad es por un pequeño secreto de construcción. El maestro de obra agregaba a la argamasa cal, vino y huevos para dar mayor solidez a la estructura. Sea o no por los huevos, el hecho es que el puente sigue ahí. Desde la II Guerra Mundial ya no soporta el tráfico rodado pero a cambio decenas de miles de turistas recorren cada día los más de 500 metros que separan las dos torres.
Siglos después de la construcción del puente, el arte barroco quiso dejar su impronta en el símbolo de la ciudad. Los 31 grupos escultóricos que lo decoran, y que representan a todos los santos y vírgenes importantes para el mundo eslavo, fueron colocados a principios del siglo XVIII. Las estatuas no soportaron el paso del tiempo de la misma forma que el resto del puente. El pasado siglo tuvieron que ser sustituidas por copias para salvarlas de una erosión que empezaba a causarles serios problemas. Será que los escultores no conocían el secreto del maestro de obra.
Sólo en las primeras horas de la mañana es posible recorrer el puente sin tener que abrirse paso entre la multitud. Este es un momento mágico, mientras la luz comienza a iluminar los viejos palacios e iglesias y las aguas del río exhalan una ligera bruma. Merece la pena madrugar para contemplarlo así. El resto del día estará abarrotado. Ni siquiera por ello pierde su encanto. Siempre es posible disfrutar de los grupos de artistas callejeros y contemplar el lento discurrir del río Moldava bajo sus arcos.
Novo Mesto y Stare Mesto. La Ciudad Nueva y la Ciudad Vieja
En el siglo XIV la ciudad no paraba de crecer. Las antiguas murallas se vieron desbordadas por los nuevos edificios. Fue entonces cuando surgió la denominación de Novo y Stare Mesto para distinguir los dos barrios. Hoy el Novo Mesto incluye el centro neurálgico de Praga, la Plaza de San Wenceslao. En realidad, más un bulevar parisino que una plaza. El cierre de la plaza por el Museo Nacional, construido en el siglo XIX en estilo neorenacentista., es un ejemplo más de ese gusto por la estética grandilocuente que pretendía imitar al Paris de la época. Muy cerca de la plaza se encuentran algunos de los más tradicionales pivobares (ver “Dónde Comer”) y uno no puede decir que ha estado en Praga sin conocer estás fábricas de cerveza que se jactan de ofrecer las mejores cervezas artesanales del mundo.
En el Stare Mesto permanecen las grandes joyas de la ciudad. El camino entre la Torre de la Pólvora y la Catedral de San Vito es conocido como la Vía Real. Este itinerario fue recorrido durante siglos por los reyes de Bohemía cuando iban a ser coronados o en otros actos solemnes.
La Torre de la Pólvora es la puerta de entrada a la Vía Real. Fue construida en el siglo XV como adorno de la residencia del monarca, en el lugar de la antigua puerta de las murallas. Su nombre deriva de su función como polvorín en los siglos XVII y XVIII, aunque el aspecto actual se debe a la reforma que se realizó en el siglo XIX dotándola de exuberantes adornos de estilo neogótico. El arco bajo la torre da acceso a la calle Celetná que conduce directamente a la Plaza de la Ciudad Vieja.
Los edificios que rodean la Plaza de la Ciudad Vieja pertenecen a los dos periodos de mayor auge de la ciudad: finales de la Edad Media y el siglo XVIII. Gótico y Barroco entremezclados en un espacio que nació como mercado en el siglo XIII y ha funcionado como el gran salón de Praga hasta nuestros días. En ambos extremos de la plaza, casi enfrentadas, la gótica Iglesia de Nuestra Señora de Tyn y la barroca de San Nicolás de Stare Mesto. Dos obras emblemáticas que parecen mirarse con indiferencia. Entre ellas palacios y casas barrocas que rivalizan en grandiosidad como el Palacio Goltz-Kinsky, al lado de la Casa de la Campana de Piedra, el edificio más antiguo de la plaza, o las Casas Storch, adornadas con un fresco de San Wenceslao a caballo.
El gran espectáculo de la plaza es el Reloj Astronómico, construido en el siglo XV y convertido en todo un símbolo del Renacimiento en Europa. Cada hora el Desfile de los Apóstoles encabezados por la Muerte congrega frente al reloj a cientos de turistas. La Casa del Minuto, decorada con un llamativo esgrafiado renacentista, cierra el espacio frente al Ayuntamiento.
Hay que saborear la plaza con calma a pesar de las multitudes que suelen abarrotarla. Muchas terrazas han sido reconvertidas en cafeterías y ofrecen estupendos miradores. Claro que la mejor vista la proporciona la torre del Ayuntamiento. Desde allí se puede palpar en toda su intensidad la vida de la plaza que en pocas horas pasa de mercado a albergar un improvisado espectáculo o un escenario para un concierto. Siempre ha sido así desde que se creó en la Edad Media.
La Vía Real continúa por la sinuosa calle de Carlos hasta el río Moldova. La bordean casas medievales con sótanos góticos y fachadas renacentistas o barrocas. Las últimas manzanas de la calle antes de llegar al puente están ocupadas por el Clementinum, el conjunto arquitectónico más grande de la capital después del Castillo. El recinto fue adquirido en el siglo XVI por la Compañía de Jesús para edificar el gran colegio de la ciudad. El enorme conjunto de edificios renacentistas y barrocos incluye dos iglesias, la de San Clemente y la de San Salvador, la Biblioteca Nacional y famosas salas como la Capilla de los Espejos, la Sala Mozart y la Sala de Matemáticas. En la iglesia de San Salvador y en la Capilla de los Espejos se suelen ofrecer diariamente conciertos por algunos de los músicos más prestigiosos de la ciudad. No se puede visitar la ciudad de la música sin escuchar algún concierto en estos espacios emblemáticos (Ver “Conciertos”).
Josefov. El Guetto Judío
Los judíos comenzaron a asentarse en Praga en el siglo X. En el siglo XIV la comunidad ya sobrepasaba los 5000 residentes. Los judíos vivían en una parte amurallada al norte del Stare Mesto que fue conocida desde el siglo XVI como el Guetto, una palabra importada de Venecia que designaba la ciudad judía. La comunidad fue objeto de persecuciones, incendios y saqueos múltiples a lo largo de su historia. Sólo en 1848 el emperador José II derribó las murallas, reestructuró completamente el barrio y reconoció los derechos cívicos a los judíos. Desde entonces el barrio fue conocido como Josefov. Pero lo peor estaba por venir. En la II Guerra Mundial el 90% de los judíos fueron asesinados. Hoy en Josefov apenas reside un puñado de judíos. El barrio ha sido transformado en una especie de museo al aire libre donde pueden visitarse las antiguas sinagogas, el cementerio viejo y algunos edificios que permiten hacerse una idea de cómo era la vida en esta parte de la ciudad.
El cementerio viejo es el lugar más sugestivo de Josefov. En un pequeño espacio se agrupan hasta 20.000 sepulturas apiñadas unas a otras en un pintoresco caos de piedras y estelas. Hay varios niveles de sepulturas estratificadas y es que el espacio escaseaba en la ciudad judía. Las inscripciones hebreas y los adornos de las lápidas hablan de las condiciones sociales de los difuntos.
Varias de las sinagogas del barrio han llegado hasta nuestros días. Su visita sirve para hacerse una idea de la evolución de estos templos a lo largo de la historia. Desde la Edad Media, época en la que fueron construidas las pequeñas Sinagogas Vieja y Nueva, pasando por el Renacimiento, periodo en el que se levantó la gran Sinagoga Pinkas, hasta el siglo XIX, cuando se inauguró en estilo neoárabe la Sinagoga Española, la más moderna y espectacular.
El Río Moldava y la Isla de Kampa
El río Moldava que antiguamente separaba los distintos núcleos de la vieja urbe medieval es hoy su columna vertebral. Praga no se entiende sin su río. Su imagen con el Puente Carlos y la silueta de Hradčany es la más icónica de la ciudad. El viejo Puente Carlos ya no está sólo. Otros 13 puentes unen las dos orillas del Moldava.
Casi todos los turistas caen en la tentación de realizar un pequeño crucero por el Moldava. En su lugar es preferible pasear por las orillas del río hacia el sur del puente medieval. La orilla derecha, río arriba, está flanqueada por grandes edificios modernistas que revelan el poder económico de la Praga de principios del siglo XX. Entre las construcciones Art Nouveau resalta el diseño vanguardista de las Casas Danzantes. El edificio diseñado por Frank Gehry estuvo rodeado por fuertes polémicas pero finalmente salió adelante gracias al apoyo explícito de Vaclav Havel, el primer presidente de la nueva República Checa.
La isla de Kampa es la más popular de las 7 que forma el río a su paso por la ciudad. El brazo del río, denominado Certovka, separa la isla del barrio de Malá Strana. En los últimos años se han restaurado varios de los preciosos molinos de agua característicos del Certovka. La isla es un remanso de paz tanto en la parte ocupada por el delicioso parque como en la que acoge al pequeño barrio, al lado del Puente Carlos, con pintorescos edificios.
Malá Strana, Ciudad Pequeña, y Hradčany, el Castillo
En el espacio comprendido entre Hradčany y la orilla izquierda del Moldava surgió un barrio a mediados del siglo XIII que al principio fue ocupado por colonos alemanes pero que pronto se poblaría de palacios construidos por la nobleza de la ciudad.
Malá Strana es el barrio más encantador de Praga. Jan Neruda dejo la mejor descripción de la ciudad pequeña en sus Cuentos de Malá Strana. Todavía hoy se pueden evocar los personajes de los cuentos al pasear por cada uno de sus rincones. No es extraño que la gran avenida del barrio, que une las plazas de San Nicolás y el Castillo, lleve el nombre del genial escritor checo.
El centro neurálgico de Malá Strana es la ajetreada plaza de San Nicolás. La inmensa mole de su iglesia barroca ocupa el gran espacio central haciendo que los palacios renacentistas y barrocos que la rodean parezcan pequeños. La Vía Real continúa por el empinado trazado de la calle Jan Neruda que desemboca en la preciosa Casa de la Estrella de Oro. Desde allí se puede seguir por las escaleras hasta la monumental plaza de Hradčany o, siguiendo los márgenes de la Colina de Petrín, ascender hasta el Monasterio de Strahov.
La numeración de los edificios no empezó en Praga hasta finales del siglo XVIII. Anteriormente las casas se identificaban por sus insignias, dibujos o pequeñas esculturas que generalmente estaban situados por encima de la puerta principal y que a menudo hacían referencia al oficio de la persona que la habitaba.
A los pies de la Colina de Petrín se encuentra la Iglesia de Nuestra Señora de la Victoria, construida para conmemorar la victoria de la Liga Católica sobre la Protestante en la batalla de la Montaña Blanca. Bohemia y Moravia fueron definitivamente católicas tras la batalla. La iglesia es famosa por albergar la venerada Estatua del Niño Jesús de Praga, una imagen realizada en España que se dice que perteneció a Santa Teresa de Jesús.
El Monasterio de Strahov ocupa la parte más alta del barrio. A pesar de que fue fundado en el siglo XII, su aspecto actual es fruto de la última reconstrucción en estilo barroco realizada a finales del siglo XVII. La terraza del monasterio es uno de los lugares más mágicos de Praga, con espectaculares vistas del Castillo y de Malá Strana. La joya del recinto monástico es la Biblioteca distribuida en los dos grandes espacios barrocos conocidos como Sala de la Teología y Sala de la Filosofía.
Desde Strahov parte un agradable paseo por el Parque Petrín, el pulmón verde de Praga. En el punto más alto del parque se encuentra la Torre Petrin, construida en 1891, a imagen de la Torre Eiffel, para la Exposición Industrial de Praga. Esta torre de hierro de 60 metros de altura es el mejor mirador sobre la ciudad y el valle formado por los meandros del río Moldava.
Entre el Monasterio de Strahov y la Plaza del Castillo se encuentra el lugar de peregrinación más famoso de Bohemia, el Santuario de Nuestra Señora de Loreto, otra de las grandes obras del barroco en la ciudad. Como su homólogo de Loreto (Italia), el Santuario alberga una réplica de la Santa Casa de Nazaret.
La plaza que da acceso al Castillo es la más monumental de Praga. Un escenario de teatro presidido por la Columna de la Peste. Alrededor de ella se disponen los palacios barrocos más grandiosos de la ciudad: el Palacio Sternberg, sede la Galería Nacional (una de las pinacotecas más interesantes de Europa), el Palacio Schwarzenberg, que acoge al Museo de Historia Militar, y el Palacio Arzobispal, con su característica fachada rococó.
La esencia de Praga es su Castillo. En este espacio fundaron la ciudad en el siglo IX los reyes de la primera dinastía de Bohemia, los Premyslidas. Con el paso de los siglos la fortaleza y sus dependencias fueron ampliándose y reformándose después de ser destrozadas por incendios o guerras. Hoy es una de las mayores fortalezas del mundo. Dentro de sus muros se resume el carácter y cualidades de la capital checa. La pena es que el Castillo ya no es una ciudad viva sino un museo en que las multitudes se agolpan para entrar todos los días.
Como siempre que se trata de conocer un espacio o museo imprescindible en una ciudad turística, lo mejor es madrugar. La mejor forma de evitar las multitudes y que la visita no se convierta a ratos en un agobio. Los espacios imprescindibles del recinto son la Catedral de San Vito, el Palacio Real, La Basílica de San Jorge y el Callejón del Oro.
La mitad del recinto del Castillo está ocupado por la Catedral de San Vito. La iglesia parece una obra homogénea pero los trabajos de construcción se prolongaron durante más de 500 años. Fue Carlos IV, ¡cómo no!, el que mando iniciar la nueva catedral en estilo gótico pero la fachada no se completo hasta 1929 en estilo neogótico. En el monumental interior hay que buscar la Capilla de San Wenceslao, edificada sobre la sepultura del santo y decorada con frescos de la Pasión del siglo XIV enmarcados por piedras preciosas, el Tesoro Real, que contiene las joyas de la corona y que sólo se abre en ocasiones solemnes, y el enorme sarcófago de plata de San Juan Nepomuceno que parece encajado en el ábside.
El Palacio Real fue la sede de los soberanos de Bohemia hasta el periodo de los Habsburgo. Se han conservado casi intactas los grandes aposentos góticos entre los que sobresale la Sala de Ladislao. En esta sala se celebraban las coronaciones de los reyes y se realiza hoy en día la toma de posesión del Presidente de la República. Muy cerca está la Basílica de San Jorge. Tras la fachada barroca esconde la mejor iglesia románica de Bohemia.
El Callejón del Oro o de los Alquimistas es uno de los espacios más buscados en el recorrido por el Castillo. La leyenda dice que aquí buscaban la piedra filosofal para la fabricación del oro los alquimistas de la corte de los reyes de Bohemia. En realidad, las casas se construyeron en el siglo XVI para alojamiento de la guardia real y luego se establecieron en ella los orfebres de la ciudad. En el número 22 del Callejón vivió y escribió a principios del siglo XX algunas de sus grandes obras Frank Kafka.
Un precioso paseo entre jardines desciende desde la puerta este del Castillo hacia el río Moldava. Uno siempre acaba en el Moldava cuando visita Praga.