Ana Mendoza de la Cerda, La Princesa de Éboli:
Si existe un personaje magno de la historia de España que quedara ligado para siempre a estos parajes alcarreños, ese es sin duda el de Ana de Mendoza de la Cerda. Nacida en Cifuentes en 1540 fruto del matrimonio entre dos familias nobles, por un lado el nieto del Gran Cardenal Mendoza y del otro la hija del Conde de Cifuentes. Desde muy temprana edad recibió la educación y cultura correspondiente al rango elevado de su estatus social, destacando pronto entre la aristocracia cercana a la Corona. Fue prometida a uno de los nobles con mayor proyección en la Corte de Felipe II, Ruy Gómez de Silva, cuyo cargo principal en su corte fue de Secretario de Estado, aunque su matrimonio no se consumaría sino 7 años más tarde.
Admirada y envidiada en su época
La Princesa de Éboli acuñó una gran fama por su porte, elegancia, e inteligencia. Fue admirada y envidiada. Esposa de uno de los hombres de estado de confianza de Felipe II, que demostró grandes dotes políticas y negociadoras. El matrimonio medró en la Corte y consiguió los favores del Rey, así como los títulos de Duques de Pastrana y Estremera, y el Principado de Éboli, por su participación en una de las campañas españolas en el sur de Italia, el nombre corresponde a una ciudad de la Campania próxima a Nápoles.
Los Duques de Pastrana y Principes de Éboli tuvieron diez hijos. Cuatro fallecieron en la infancia. De los seis hijos que llegaron a adultos, cuatro disfrutarían de títulos nobiliarios por herencia, méritos o matrimonio (Duque de Pastrana, Mujer del Duque de Medina Sidonia, Marqués de la Eliseda, Marqués de Alenquer) otro llegaría a ser Arzobispo de Zaragoza y la más pequeña de sus acompañaría a su madre hasta en su reclusión.
No se sabe con certeza las razones por las cuáles cubría su ojo con un parche. Hay quienes aseguran que debió de tratarse de un accidente de esgrima, pues la Princesa dominaba la espada con maestría, debido a haberse criado en un entorno de nobleza caballeresca. También era una experta amazona. Destacó asimismo por la forma de vestir, al parecer era una de las mujeres que marcaban tendencias y estilo en aquella Corte del siglo XVI. Es por ello, que otros afirman que se trataba sólo de una forma de distinguirse (si bien esto me cuesta un poco creerlo, la verdad). Lo cierto es que nunca pasó desapercibida, y tenía una opinión formada sobre temas de estado, apoyando las causas políticas que le parecían justas, en ocasiones enfrentándose a las corrientes dominantes o incluso a la posición del Monarca en asuntos puntuales.
Sin lugar a dudas su leyenda se acrecentó al haber sido encerrada en su Palacio por orden Real, pasando a la historia, como uno de los personajes femeninos más interesantes, enigmáticos y destacables de la España de los Austrias.
Ana Mendoza de la Cerda, Princesa de Éboli (Cifuentes, Guadalajara 1540 – Pastrana, Guadalajara 1592)
(Imagen tomada de la Wikipedia)
La Villa de Pastrana y la Princesa de Éboli
La Villa de Pastrana había quedado ligada a los destinos de las Órdenes Militares durante siglos, pero en 1541 el rey Carlos I enajena las propiedades a la Orden de Calatrava por Bula Papal y se las vende a la abuela de nuestra protagonista Ana de la Cerda y Castro, que además de Condesa de Mélito, desde ese momento será la Primera Señora de Pastrana. Ella emprendería las primeras obras del futuro Palacio Ducal.
Tras su muerte, fueron dos de sus hijos, los varones Gaspar Gastón de la Cerda y Mendoza y Baltasar Mendoza y de la Cerda (graciosos los nombres… solo faltaba Melchor) quienes sucesivamente por herencia se harían con la titularidad de la Villa. Sin embargo, en 1569 deciden vender el Señorío a su sobrina, Ana Mendoza de la Cerda y su esposo Ruy Gómez de Silva , Secretario de Felipe II y Príncipe de Éboli.
Tres años más tarde, en 1572, Felipe II les otorgaría el título de Duques de Pastrana, elevando el rango del Señorío de Pastrana y Estremera a Ducado.
La Princesa y su Época
Ascenso de una Princesa
Como esposa del Secretario de Estado gozó de una posición privilegiada e influyente. Además llegó a establecer una estrecha relación con la Reina Isabel de Valois (1559-1568), cuarta esposa de Felipe II. Tomó parte en asuntos de Estado, y apoyó a los partidarios del Partido Pacifista, sección que lideraba su propio marido, cuyos objetivos eran las salidas negociadas, no bélicas, a los conflictos en Flandes o Portugal. Su personalidad fue descrita como intrigante, y parece constatado que participara en numerosas tramas y argucias para aprovecharse de información privilegiada y favorecer sus intereses tanto económicos como políticos.
Tras la adquisición de los derechos del Señorío de Pastrana en 1569, la Princesa ocupa gran parte de su tiempo en dotar a su Villa, Ducal desde 1572, de Conventos dignos del rango, invitando personalmente a Santa Teresa de Jesús a la fundación de un convento masculino y otro femenino. Ambas mujeres se conocen y colaboran juntas con el objeto de hacer realidad dicho proyecto. Los Conventos de San José de Carmelitas Descalzas (para mujeres) y el de San Pedro o del Carmen (para hombres) son fruto de aquellos esfuerzos.
Corte, intriga y caída
En 1573 enviuda e ingresa en el Convento. Sin embargo es el Rey Felipe II quien le pide abandonar el hábito y hacerse cargo de sus herederos y las posesiones y propiedades de su Casa. Tuvo diez hijos, varios heredaron títulos, otros fueron ilustres militares, incluso alguno murió en la Batalla de Lepanto (1570). En 1576 llega a la Corte de Madrid, y continúa apoyando la facción Ebolista del gobierno del monarca. Este hecho le acarreara intrigas y peligros, de los que no saldrá indemne. Según muchos historiadores, no fueron relaciones amorosas las que mantuviera con Felipe II ni con su Secretario Antonio Pérez, como otros sostienen, sino simplemente cuestiones políticas en una época llena de incertidumbres y golpes de efecto en la Historia de Europa.
En 1578 tiene lugar uno de los episodios más oscuros e intrigantes: el Secretario de Juan de Austria, Juan Escobedo, es asesinado por orden de Antonio Pérez, al parecer con un asunto relacionado con el apoyo a rebeldes holandeses y a la candidatura de la Duquesa de Braganza en la sucesión al trono de Portugal, que tras la muerte del Rey Sebastián I (Batalla de Alcazarquivir 1578), había quedado abierta. Felipe II recordemos tenía sus pretensiones dinásticas claramente expuestas, y finalmente en 1580 tomaría finalmente posesión del trono portugués.
En este contexto, en 1579 se les acusa de traición y se extiende una orden de reclusión para la Princesa de Éboli y de captura para Antonio Pérez. Este último huiría a Aragón en un famoso episodio histórico, las Alteraciones de Aragón, que para muchos sería el mismo origen de la Leyenda Negra. La Princesa sería inmediatamente proscrita a la Torre de Pinto, de ahí a la fortaleza de Santorcaz, para finalmente con permiso real, terminar confinada en su propio Palacio Ducal en Pastrana a partir de 1581. Hay pasaría el resto de su vida hasta su muerte once años después (1592); exonerada de sus hijos y propiedades, y como dice la leyenda… con sólo UNA HORA para asomarse al mundo a través de esa ventana que hoy miramos con curiosidad, con esas mismas rejas que ella misma viera.
El Personaje ha atraído la mirada de historiadores, viajeros, curiosos, y también de directores de cine. En 1955 se rodó una primera película sobre el personaje, La Princesa de Éboli, que protagonizó Olivia de Havilland; otras películas como La Conjura de El Escorial (Antonio del Real – 2008) tenían como protagonista a la Princesa; además también se han realizado algunas series de televisión, como la que protagonizó Belén Rueda para Antena 3, de la que aquí podéis ver el tráiler.