Los polacos describen Cracovia como una ciudad mágica. Y es que la indiscutible capital intelectual y artística de Polonia es capaz de emocionar a cualquier viajero. Una ciudad medieval que ha sabido conservar a lo largo de la historia su hegemonía cultural a pesar de perder el poder político. En el casco antiguo, rodeado por los jardines Planty, se resume la esencia del país. La fascinante plaza del mercado muestra su inequívoca vocación comercial. El ambiente universitario, las numerosas librerías y la tradición musical son nítidos reflejos de sus inclinaciones culturales. Los músicos llenan las calles de la ciudad vieja. No se debe dejar Cracovia sin asistir a uno de los frecuentes conciertos de música clásica programados en iglesias, sinagogas y teatros o a un recital de jazz en las bodegas de la ciudad vieja o del barrio de Kazimierz. El antiguo barrio judío de Kazimierz es uno de los lugares con mejor ambiente nocturno de Europa. Al otro lado del Vístula, los restos del Gueto dan testimonio de uno de los episodios históricos más vergonzosos de la humanidad.
Ubicada en el sudeste del país, en el valle formado por el río Vístula al pie de los montes Tatras, Cracovia es la capital del voivodato de la Pequeña Polonia, Malopolska, una de las 16 provincias en que se divide la República. La ciudad se ha convertido en una de las más atractivas de Europa. Un lugar imprescindible para comprender la historia del Viejo Continente.
El Aeropuerto de Cracovia-Juan Pablo II es el segundo más importante de Polonia tras el de Varsovia. Varias compañías aéreas (Iberia, Vueling, Ryanair) tienen conexiones directas con diferentes ciudades españolas (Alicante, Barcelona, Girona, Gran Canaria, Madrid, Málaga, Palma de Mallorca, Tenerife Sur). Resulta fácil encontrar buenos precios para viajar.
La red ferroviaria polaca es muy buena. Hay frecuentes trenes entre las principales ciudades del país y con las capitales de los países vecinos. El trayecto de Varsovia a Cracovia se realiza en alrededor de 3 horas y el precio puede oscilar entre 20 y 40 EUR.
La fundación de Cracovia
Un mercader cordobés, Abraham ben Jacob, es autor del primer documento escrito que menciona la ciudad en el año 965. Ya entonces la describió como un gran centro mercantil. Una de las ciudades de referencia en el este de Europa.
La leyenda atribuye la fundación de Cracovia al príncipe Krakus. En realidad “krak” significa en protoeslavo “la ciudad”. Krakus derrotó al dragón Smok que habitaba en una cueva de la colina de Wawel y tenía aterrorizada a la población de los alrededores. Bueno, más que derrotarlo lo que hizo el príncipe fue ofrecer su hija al hombre que pudiese acabar con el feroz animal. Un zapatero llamado Dratewka fue el que urdió la estratagema para acabar con el dragón. Lleno la piel de una oveja de azufre y se la entregó a la bestia. Éste, tras comerla, tuvo que saciar su sed con el agua del Vístula y estalló. El príncipe de los polacos fundó entonces su capital en la colina de Wawel.
De centro comercial a capital de Polonia
En cualquier caso está claro que en la Edad Media Cracovia ya era un gran centro comercial. Los vestigios de arquitectura románica se han perdido porque en el siglo XIII la ciudad fue totalmente destruida en varias ocasiones por las invasiones tártaras. Sin embargo, el diseño de la ciudad corresponde al propio siglo XIII. Tras la primera invasión tártara la urbe fue reconstruida según la leyes del Derecho de Magdeburgo (un sistema de derecho urbano medieval que regía la vida de las ciudades libres), con un gran espacio central para el mercado y calles adyacentes rectilíneas. Y aunque la ciudad fue destruida posteriormente varias veces, siempre conservo su trazado urbano tras las sucesivas reconstrucciones.
Cracovia volvió a resurgir en el siglo XIV, tras la ascensión al poder de Casimiro III el Grande, el gran reformador de Polonia. Durante su mandato se restableció el papel de la ciudad como centro mercantil y se fundó su Universidad con el nombre de Academia de Cracovia en 1364. La poderosa unión resultante de la fusión de los reinos de Lituania y Polonia entre los siglos XIV y XVI bajo la dinastía Jagellón (1362-1572) conservo la capitalidad de la ciudad y la doto de sus monumentos más importantes.
La perdida de la capitalidad y la disolución de Polonia
A finales del siglo XVI se creó la República de las Dos Naciones, una continuación de la fusión anterior de los dos reinos pero con la agregación de grandes territorios que abarcaban la actual Bielorrusia, gran parte de Ucrania, Letonia, Estonia y los actuales oblast de Smolensk y Kaliningrado. Un país inmenso, de más de un millón de km2, compuesto por múltiples grupos étnicos pero dominados por los polacos que llego a ser el único idioma oficial. La República estaba basada en un sistema político llamado Democracia de los Nobles en donde la cámara legislativa, Sejm, compuesta por los nobles, ejercía un control sobre el poder del Rey. Este sistema político se considera el precursor de las actuales monarquías parlamentarias.
El problema para Cracovia fue que en los últimos años del siglo XVI el poder económico se había desplazado al norte con la salida al mar Báltico por la Pomerania por lo que en 1596 el rey Segismundo III Vasa trasladó la capital al centro del país. Tras la pérdida de la capitalidad, Cracovia mantuvo su prestigio pero su actividad económica se redujo considerablemente y con ella se acabaron las grandes construcciones en la ciudad.
La República de las Dos Naciones comenzó su decadencia a finales del siglo XVII con la pérdida de grandes territorios en favor del Imperio Ruso. En 1772, se produjo la primera partición de Polonia entre Rusia, Austria y Prusia. A partir de entonces se realizaron varios repartos hasta la desaparición completa del estado en 1795. Polonia no volvería a existir como territorio independiente hasta después de la I Guerra Mundial. Cracovia pasó primero a manos rusas y posteriormente se integró en el Imperio Austro-Húngaro. El Imperio Napoleónico dio una efímera esperanza a los polacos y aunque, tras la derrota de Francia, los territorios fueron nuevamente restituidos a sus anteriores dependencias, Cracovia mantuvo durante unos años su independencia como Ciudad Libre convirtiéndose en el centro intelectual, cultural y religioso de Polonia. La efímera República de Cracovia (1815-1846) se distinguió por su constitución liberal y democrática. Sin embargo, el estallido de una insurrección en 1846 fue la excusa perfecta para que Austria se anexionara nueva y definitivamente a la ciudad.
Durante el periodo de pertenencia al Imperio Austrohúngaro la ciudad ejercía de frontera con el Imperio Ruso por lo que sus defensas fueron reforzadas con una serie de bastiones que podían resistir la artillería pesada. Los habitantes de Cracovia, conocidos por su fervor patriótico, vivieron esta época como un periodo gris, de lucha por la independencia. Pero lo cierto es que la ciudad se desarrollo de forma importante en la última mitad del siglo XIX y principios del XX. Los jardines Planty, que sustituyeron a las murallas y foso de defensa del centro antiguo, y el Teatro Slowacki son las dos construcciones más emblemáticas de esta época.
El resurgimiento y la Segunda Guerra Mundial
La recuperación de la independencia de Polonia al acabar la Primera Guerra Mundial supuso un nuevo auge para la ciudad. El ambiente culto, liderado por la Universidad Jaguelónica (el nombre de la Universidad había cambiado en 1817 durante el periodo de la República de Cracovia para conmemorar a la dinastía Jagellón) competía con los de Viena y Praga. Los edificios art nouveau de este periodo son claramente visibles en todos los barrios de la ciudad pero especialmente en el distrito de Kasimierz, donde se concentraba la boyante comunidad judía.
Seis días después del inicio de la Segunda Guerra Mundial, Cracovia era invadida por las tropas de Hitler. Comenzaban los años más duros en la historia moderna de la ciudad. El demencial objetivo del Reich para la ciudad era borrar su historia y anexionarla como completamente germánica. La antigua pertenencia de la ciudad al Imperio Austriaco era la mejor excusa para la anexión puesto que el Tercer Reich se consideraba legítimo heredero del Imperio. El 6 de noviembre se puso en marcha la operación denominada Sonderaktion Krakau. Todos los intelectuales fueron convocados a una conferencia y durante el acto fueron arrestados y deportados a campos de concentración. Unos meses más tarde, en marzo de 1941, se creó el Gueto de Cracovia en Podgorze, concentrando en minúsculos apartamentos ocupados por varias familias a todos los judíos de la ciudad. Desde allí, fueron progresivamente deportados a los campos de concentración de Plaszów y Auschwitz con lo que el Gueto fue definitivamente liquidado en 1943.
A pesar del saqueo llevado a cabo por las tropas alemanas, la ciudad apenas sufrió daños en su patrimonio histórico durante la guerra quizás por ese objetivo alemán de logar su anexión completa. El final de la Segunda Guerra Mundial dejo a Polonia bajo control ruso y supuso la creación de la República Popular de Polonia. Los rusos enseguida propusieron la creación de una gran siderurgia en la ciudad y para alojar a los obreros de la nueva factoría construyeron la ciudad de Nowa Huta (Nueva Siderurgia) a pocos kilómetros al sur de Cracovia con la típica arquitectura social-realista soviética. Hoy el barrio ha sido absorbido por la ciudad y ofrece un aspecto un poco fantasmagórico a pesar de su reciente renovación.
Patrimonio de la Humanidad
La excelente conservación del centro histórico de la ciudad, le valió la consideración de Patrimonio de la Humanidad en 1978. Pero la UNESCO ha premiado también a Cracovia con el título de la “ciudad de la literatura”. Todos los grandes escritores polacos (incluyendo los cuatro premios Nobel del último siglo) han estado de una u otra forma ligados a la ciudad, muchos de ellos estudiaron en la Universidad Jagellónica. Pero lo fundamental es el característico ambiente cultural. Cracovia está repleta de librerías y cuenta con una sorprendente programación de eventos culturales.
«El Pintor de Cracovia«. Joseph Bau. Ediciones B 2015. 282 pags
Joseph Bau era todavía adolescente cuando los nazis invadieron Cracovia. Su habilidad para rotular con caracteres góticos le salvo la vida, primero en el Gueto de Cracovia y después en el Campo de Concentración de Plaszow. Él fue uno de los judíos de la Fábrica de Oscar Schindler. Una escena de la película de Steven Spielberg muestra como se casa a escondidas con Rebecca Tennenbaum en Plaszow. Una historia de amor en un campo de concentración. Increíblemente ambos sobrevivieron al genocidio y llegaron a celebrar sus bodas de oro en Israel.
En el libro Bau relata la ocupación nazi de Cracovia, su reclusión y vida primero en el Gueto y luego en el Campo de Concentración y la vida tras la liberación. El duro testimonio de uno de los supervivientes del holocausto acompañado de los desgarradores dibujos que el propio autor realizó durante esos años.
Después de leer el libro se puede entender mejor el museo sobre la historia de Cracovia durante la ocupación nazi ubicado en la antigua Fábrica de Oscar Schindler. Allí, al final del recorrido, figura el nombre de Joseph Bau, uno de los 12oo judíos salvados por Oscar Schindler.
Que no te debes perder en Cracovia:
- Plaza del Mercado: La plaza medieval más grande y bella de Europa. Un cuadrado de 200 metros de lado presidido por la Basílica de Santa María y con el centro ocupado por la Lonja de los Paños.
- Colina de Wawel: El lugar que habitaba el dragón Smog se convirtió en el germen de la capital del nuevo reino. Hoy alberga dos iconos de la ciudad: el Castillo Real y la Catedral de San Estanislao y San Wenceslao.
- Camino Real: La ruta desde la puerta principal de entrada a la ciudad, Puerta de San Froilán, y el Castillo Real, en la colina de Wawel, fue el trayecto que hacían los monarcas que venían para ser coronados o enterrados.
- Murallas: Los espléndidos jardines de Planty sustituyen a los cuatro kilómetros de almenas jalonadas por 47 torres y ocho puertas que rodeaban la ciudad. Sólo quedan restos de murallas alrededor de la Puerta de San Froilán.
- Barrio de Kazimierz: Fundado por el propio Casimiro III el Grande es hoy la zona de moda de la ciudad. Emocionante recorrer las antiguas sinagogas y los cementerios judíos.
- Gueto de Cracovia: Enfrente del barrio de Kazimierz, al otro lado del Vístula, se extiende el barrio de Podgorze. Allí los alemanes aislaron y hacinaron a la población judía para preparar su deportación a los campos de concentración. El Museo de la Fábrica de Oscar Schindler, dedicado a la vida en Cracovia durante la ocupación nazi, es una visita imprescindible.
Un paseo por la Ciudad Vieja, «Stare Miasto»
En el siglo XIX la expansión de las ciudades europeas convirtió a las murallas en un elemento incómodo para la comunicación urbana. En la mayoría de los casos se opto por derribarlas para construir sobre ellas vías de comunicación o nuevos barrios. En Cracovia, sin embargo, sabían ya la importancia que tenía salvar su casco histórico y decidieron simplemente cambiar las murallas por espacios verdes. Así nacieron los jardines Planty que rodean completamente a la ciudad vieja, preservándola de los ajetreos típicos de una ciudad moderna. El espacio interior, de aproximadamente 1500 por 800 metros alberga los grandes tesoros de la antigua capital de Polonia.
- Plaza del Mercado
El corazón del centro histórico se extiende en torno a la Rynek Glówny, la Plaza del Mercado. La plaza más grande y probablemente más bella de Europa (así la califico en 2005 el Project for Public Spaces que analizó los mejores espacios públicos del mundo) no deja indiferente a nadie. El espacio, diseñado en el siglo XIII como mercado central con las reglas urbanísticas más avanzadas del momento, ha llegado prácticamente intacto hasta nuestros días. El centro del gran cuadrilátero está ocupado por un edificio de raíces góticas (fue diseñado en tiempos de Casimiro el Grande) y aspecto renacentista (por los añadidos del siglo XVI tras la reconstrucción forzada por un incendio) conocido como Lonja de los Paños. La lonja funciona actualmente como un mercado de artesanía en la planta baja. La parte alta está ocupada por la Galería de Arte Polaco pero queda sitio en la terraza para una cafetería cuyas mesas son ideales para disfrutar de una magnífica vista de la siempre bulliciosa plaza. Es un buen lugar para empezar a tomar el pulso a esta ciudad.
La Basílica de Santa María preside la plaza desde su esquina noroeste. El templo gótico, caracterizado por las dos torres asimétricas de la fachada, fue construido en el siglo XIV, a iniciativa de la burguesía de comerciantes de la ciudad que querían tener su propia iglesia al margen de la Catedral. La torre más alta recibe el nombre de “Hejnalica” porque desde su campanario un trompetista tocaba el “hejnal”, una melodía que informaba de la apertura y cierre de las puertas de la ciudad. Hoy la melodía se sigue escuchando cada hora pero sólo con cinco notas, la última de ellas bruscamente interrumpida, en recuerdo del vigía al que una flecha atravesó la garganta cuando trataba de alertar a los ciudadanos de la llegada de los tártaros. El colorido interior de la iglesia es resultado de la remodelación en estilo barroco del siglo XVIII. Lo mejor del templo es el retablo de madera, considerado el más grande de Europa, esculpido por Veit Stoss en estilo gótico tardío a finales del siglo XV.
En el ángulo opuesto a la Basílica, se encuentra la iglesia de San Adalberto, la más antigua de la ciudad, y la Torre del Ayuntamiento, único resto del edificio gótico construido en el siglo XIV.
El perfecto cuadrilátero que forma la plaza está rodeado de casas que, aunque pertenecientes a distintas épocas, han conservado unas líneas muy homogéneas y dan esa sensación de estar contemplando un grandioso monumento medieval. La plaza rebosa de ambiente a todas horas del día. De aquí parten las características calesas, con ese aire de carruaje mágico de cenicienta, que pasean a los turistas por todo el Stare Miasto. Los músicos, interpretando la mayoría de las veces partituras clásicas o jazz, provocan grandes corros de gente deseosa de escuchar unas notas que ponen música al seductor espacio.
En 2010 se inauguró en el subsuelo de la plaza el Museo de la Historia de la Ciudad de Cracovia, un fascinante recorrido amenizado por divertidos medios audiovisuales que permite apreciar la vida en el mercado y las sucesivas reconstrucciones de la plaza en las diferentes épocas. Una de las visitas imprescindibles para entender Cracovia.
- Camino Real
El eje central de la ciudad vieja forma el Camino Real, el paseo que seguían los reyes para todas las ceremonias que tenían lugar en la Catedral. En realidad se trata de dos calles. La calle Florianska va desde la Puerta Florianska hasta la Basílica de Santa María. En el lado opuesto de la Plaza del Mercado, la calle Grodzka lleva directamente a la colina de Wawel. Ambas son las calles más animadas, repletas de tiendas, restaurantes, heladerías y de los típicos puestos ambulantes de rosquillas saladas, Obwarzanek, que caracterizan el ambiente urbano de la ciudad.
La Puerta Florianska y el pequeño tramo de murallas adyacentes son los únicos restos de las murallas medievales que rodeaban la ciudad. Enfrente se alza la Barbacana, una estructura defensiva circular construida en el siglo XV para reforzar la defensa de las murallas. Alrededor se extiende uno de los tramos más sugestivos de los Jardines Planty. Muy cerca se alza el monumental Teatro Slowackiego, construido durante la pertenencia de la ciudad al Imperio Austrohúngaro.
En la zona sur de la ciudad vieja se hallan la mayor parte de los edificios de la Universidad más antigua y prestigiosa de Polonia. Entre todos ellos destaca el Collegium Maius, edificado en el siglo XV, que conserva un precioso patio gótico y alberga el Museo de la Universidad Jagellónica. El estudiante más famoso que residió en el Colegio fue Nicolás Copérnico, algunos de cuyos instrumentos de observación astronómica pueden verse en el Museo. En el patio hay una pequeña estatua dedicada al diablo y un curioso reloj que cada dos horas entona una melodía y hace desfilar a una serie de personajes medievales.
La calle de los Canónigos, paralela al tramo final de la calle Grodzka, es probablemente el rincón más encantador de todo el Stare Miasto. Aquí residían los canónigos de la Catedral. A mitad de la calle, la plaza de María Magdalena conecta con la calle Grodzka y deja ver la monumental fachada barroca de la Iglesia de San Pedro y San Pablo precedida de una balaustrada con las estatuas de los doce apóstoles. Cracovia es famosa por su oferta cultural y musical y esta iglesia es uno de los mejores lugares para escuchar conciertos de música clásica a cargo de estupendas orquestas de cámara.
Colina de Wawel
La historia de la ciudad comenzó en la colina situada al lado del Vístula y custodiada por el feroz dragón que pasaría a ser el símbolo de la ciudad. Pronto los ciudadanos fueron desplazados al terreno llano del norte y Wawel fue ocupada casi en su totalidad por las dependencias reales.
Lo que primero era un pequeño edificio de piedra, palatium, fue convertido por Casimiro el Grande en una enorme construcción gótica, el Castillo Real. Tras el incendio sufrido a finales del siglo XV, fue reconstruido por el arquitecto italiano Francesco Florentino. La parte más espectacular es el gran patio central, una joya de la arquitectura renacentista. El Castillo fue la residencia principal de los reyes de Polonia hasta el cambio de capitalidad a Varsovia en 1596. El interior puede visitarse siguiendo diferentes itinerarios que incluyen los Apartamentos Reales, las Salas de Estado, la Sala de Armas, el Tesoro y algunas exposiciones. La joya más preciada en las colecciones de arte del Castillo Real es ahora el cuadro de Leonardo da Vinci conocido como La dama del armiño. En realidad el cuadro pertenece al Museo Princes Czartoryski pero mientras acomete una profunda reforma se expone entre las colecciones del Castillo.
La Catedral de Wawel o Catedral de San Wenceslao y San Estanislao se considera el centro espiritual de Polonia y eso es mucho considerar en un país fervientemente católico. Aquí se han celebrado todas las ceremonias reales; coronaciones, bodas y funerales, incluso cuando Cracovia perdió la condición de capital del reino. Y aquí oficio misa el Papa Juan Pablo II en su calidad primero de obispo y más tarde de arzobispo de Cracovia (1958-1978). Construida en el siglo XIII, es el edificio gótico más importante de Polonia. En la Cripta están las sepulturas de la mayoría de los reyes de Polonia. En el siglo XVI se añadieron las capillas laterales en estilo renacentista. La Capilla de Segismundo, dónde está enterrado el último de los reyes de la dinastía Jagellón, es la obra maestra de Bartolomeo Berrecci. Un magnífico ejemplo del renacimiento toscano en el norte de Europa. La torre septentrional de la Catedral alberga la famosa Campana de Segismundo, forjada en el siglo XIII y de más de doce toneladas.
Al bajar de Wawel hay que rodear la colina por el lado del Vístula para poder ver la Cueva del Dragón. La gruta está custodiada por una estatua del dragón que echa fuego por la boca y con la que pocos turistas resisten la tentación de fotografiarse. El parque que se extiende hacia el oeste desde la colina y el puente Debnicki son los mejores lugares para contemplar la colina y disfrutar de la imagen del río al pie de la ciudadela.
Barrio de Kazimierz
La mayor parte de la comunidad judía de Cracovia, que representaba un tercio de la población, residía en el barrio fundado como ciudad independiente por el propio Casimiro III el Grande. Kazimierz vivió su época de gloria en los años veinte del pasado siglo, tras la independencia de Polonia. Allí convivían judíos y cristianos (aunque los judíos eran mayoritarios en la zona norte y los cristianos al sur). Fue prácticamente destruido durante la Segunda Guerra Mundial y la mayoría de los habitantes fueron trasladados al Gueto. Tardo muchos años en recuperarse pero tras la llegada de la democracia se ha convertido en una de las zonas de la ciudad con mayor ambiente, el auténtico barrio de moda.
En la parte norte del barrio se pueden visitar todavía las siete sinagogas que sobrevivieron a la barbarie de la ocupación nazi. Las tres imprescindibles son:
Sinagoga Vieja (Stara Synagoga): Construida en el siglo XV por los judíos centroeuropeos que llegaron a la ciudad, fue reconstruida en el siglo XVI por un arquitecto florentino. Es la sinagoga más antigua de Polonia y siempre fue la principal de Cracovia. Actualmente alberga la colección judaica del Museo Histórico de Cracovia.
Sinagoga Remuh: Situada en la misma plaza que la Sinagoga Vieja por lo que era conocida como Nueva Sinagoga a pesar de datar del siglo XVI. La sinagoga es famosa por el cementerio judío adyacente, uno de los más antiguos y sugerentes de Europa.
Sinagoga Tempel: La más joven de Cracovia. Construida en el siglo XIX por la Sociedad de Judíos Progresistas. La amplia y ricamente decorada sala de oración del interior templo luce hoy el esplendor de antaño tras una concienzuda restauración. Otro de los mejores lugares para escuchar los frecuentes conciertos de música clásica que se programan.
La plaza Nueva o Nowy, junto a las calles Estery y Józefa, es el centro neurálgico del barrio. El lugar ideal para cenar e ir a tomar una copa o para probar los célebres zapiekanki, una especie de pan-pizza con múltiples ingredientes característicos del barrio e ideales para una comida frugal.
El Gueto de Cracovia
En marzo de 1941 el gobierno alemán de Cracovia tenía ya listo el espacio para hacinar a los 60.000 judíos que vivían en Cracovia. El lugar elegido fue el barrio de Podgorze que se extiende al otro lado del río Vístula. En las casas del barrio se habilitaron minúsculos apartamentos que albergaban hasta 4 familias y desde la plaza central se seleccionaron y deportaron a campos de concentración y a cámaras de gas a la totalidad de la población. En apenas 2 años acabaron con toda la población judía.
Cruzando el río Vístulla desde el barrio de Kazimierz se encuentra enseguida la Plaza de Bohaterów o Plaza de los Héroes del Gueto, decorada con el Monumento de las Sillas. El monumento hace alusión a las pertenencias de los judíos que eran arrojadas a la plaza cuando iban a ser deportados. Allí se encuentra la Farmacia del Águila, el único establecimiento regentado por un polaco no judío que fue autorizado a no abandonar su negocio y que ofreció ayuda y refugio a un buen número de judíos. Tadeus Pankiewitz fue condecorado con la medalla de “Justo entre las Naciones”. Roman Polanski, uno de los pocos supervivientes del Gueto, le dedicó el Oscar que gano por la película “El pianista”. Cerca de allí, en las calles de Lowowska y de Limanowskiego, aún son visibles restos de la muralla que rodeaba el Gueto, con la macabra forma de lápidas judías. Pero quizás el lugar más emblemático del barrio sea la Fábrica de Oscar Schindler, situada a unos 500 metros de la plaza y convertida hoy en museo.
Oscar Schindler fue un hombre de negocios que compro una fábrica de menaje para producir utensilios de campaña, reclutando judíos con el fin de ahorrarse dinero en la mano de obra. Sin embargo, enseguida tomo conciencia de la situación y decidió dar trabajo a cuantos más judíos pudiera para mantenerlos alejados de los campos de concentración logrando así salvar del exterminio a más de 1200 personas. La fábrica, célebre por la película de Steven Spielberg, alberga hoy un museo sobre la historia de Cracovia durante la ocupación nazi. El recorrido permite tomar conciencia de lo que supuso la ocupación nazi para la ciudad y especialmente para los judíos. Un museo, con un montaje espectacular, capaz de transmitir la sensación de sufrimiento y horror durante aquellos largos años. Una visita imprescindible.
En el siguiente mapa interactivo podrás localizar con detalle todos los lugares de los que se habla en el artículo: