Pirano: El Faro de Eslovenia

Pirano (o Piran como se dice en Esloveno) ocupa una larga lengua de tierra que penetra en el Adriático en el lado más oriental del tramo de costa esloveno, prácticamente ya en la frontera con Croacia. La península está protegida por una pequeña cadena montañosa coronada por una muralla que separa la ciudad de tierra firme y sella su inequívoca vocación marinera. Desde la muralla la vista de la ciudad es fantástica. La iglesia de San Jorge domina el entramado urbano con su característico campanario de inequívoco sabor veneciano. A sus pies la gran plaza Tartini, junto al recogido puerto que casi llega a tocar la plaza. Más allá, el casco medieval se extiende hasta la punta de la península en la que aún pueden verse los restos del gran faro que da nombre a una de las localidades más bonitas de toda la costa adriática.

El nombre de la ciudad viene del griego pyr que significa fuego y alude al que ardía constantemente en el faro.

En la segunda quincena del mes de agosto Piran celebra el Tartini Festival en honor del más ilustre hijo de la villa, uno de los mejores violinistas de todos los tiempos. Tener la oportunidad de escuchar algún concierto en la Iglesia de San Jorge, el Claustro de San Francisco o en la recoleta plaza del 1º de Mayo convierte la visita en una experiencia única.

Cómo llegar:

El Aeropuerto Internacional Marco Polo de Venecia está a menos de 2 horas de Piran (la mayor parte de los 190 km transcurren por autopista). Varias compañías aéreas vuelan hasta Venecia (Air Europa, Iberia, Volotea y Vueling) desde distintos aeropuertos españoles (Barcelona, Bilbao, Madrid, Santander).

Alquilar un coche resulta imprescindible para conocer la zona. No hay que olvidar comprar la viñeta para circular por las autopistas eslovenas (la válida para una semana cuesta 15 EUR) porque hay muchos controles y seguro que si no la lleváis seréis multados. La viñeta se puede adquirir en todas las gasolineras de Eslovenia y en las cercanas de los países limítrofes.

Un poco de Historia: La Istria Eslovena:

Las costas de Istría fueron colonizadas por los romanos en tiempos de la República (hacia el siglo II AC) y la península fue declarada provincia italiana de Roma bajo el emperador Augusto. No podía ser de otra forma en un territorio tan cercano a la península itálica.

Tras la caída del Imperio Romano Occidental, la región se convirtió en un campo de batalla constante. Fue conquistada por godos, bizantinos, lombardos, francos, imperio carolingio y, más tarde, dependió de distintos duques, hasta su caída definitiva en poder de la República de Venecia en los siglos XI a XIII.

Durante el largo periodo de dependencia de la República de Venecia florecieron especialmente las ciudades costeras de la península cuyos cascos históricos aún conservan las características huellas de la arquitectura veneciana. La propia República impulsó la colonización del interior de la península por croatas y eslovenos a finales de la Edad Media debido a la despoblación de la zona por las epidemias y guerras. A finales del Renacimiento los eslavos ya representaban más de un tercio de la población.

Entre 1797 y 1805 Napoleón acabo con la República de Venecia y agrupo sus territorios bajo el nombre de Provincias Ilirias (1805-1813) con capital en Liubliana. Aquella primera unificación de Eslovenia duro muy poco tiempo. En 1813 los austriacos ocuparon las Provincias Ilirias y dos años más tarde el Congreso de Viena ratifico su anexión al Imperio Austriaco. A pesar de su corta vida, la existencia de las Provincias Ilirias significó un profundo cambio en el pensamiento de la población. Los eslavos crearon poderosos movimientos de liberación que reivindicaban su independencia. La conciencia nacional había nacido.

La Primera Guerra Mundial supuso la disolución del Imperio Austrohúngaro. Los pueblos eslavos del sur se unieron para formar un nuevo país, Yugoeslavia. Sin embargo, Istria y Zadar, con mayoría de población de origen latino, pasaron a Italia y así permanecieron hasta la Segunda Guerra Mundial.

La alianza de Italia con las potencias del Eje selló el futuro de sus territorios en Istría y Dalmacia. El Mariscal Tito, jefe del movimiento de resistencia partisano, tuvo buen cuidado en ensañarse con Zadar e Istria porque no quería seguir conviviendo con esos enclaves italianos en su Yugoslavia. Tras la guerra se proclamó la República Federal Socialista de Yugoslavia, que incorporaba definitivamente los territorios de Dalmacia e Istría. Muchos latinos residentes en estos territorios emigraron a Italia.

La desintegración del bloque soviético enseguida alento los nacionalismos en las diferentes repúblicas y comenzaron las guerras de independencia. Eslovenia fue la primera. En 1990 se convocó un referéndum que ganaron los partidarios de la independencia por abrumadora mayoría y en 1991 se proclamó la independencia. La Guerra de Independencia sólo duro 10 días. En realidad el territorio estaba muy diferenciado y no había intereses de minorías de otros pueblos eslavos en Eslovenia. Eso hizo todo mucho más fácil.

En la Istría eslovena todavía queda una significativa minoría de población italiana que reside fundamentalmente en las ciudades costeras. De hecho, todas estas ciudades mantienen también sus nombres italianos y la cultura italiana está muy presente en todos sus habitantes.

Qué visitamos en este post

En el siguiente mapa interactivo podrás localizar con exactitud todos los lugares de los que se habla en el artículo. Podéis usarlo par llegar hasta ellos fácilmente.

Un Fin de Semana en Piran y la Costa Eslovena

La costa adriática eslovena abarca tan sólo 46 kilómetros pero concentra algunos de los sitios más conocidos del país. Aquí el aire de las ciudades y de la gente es distinto. Toda la zona fue parte de la República Veneciana y no compartió historia con el resto del país hasta el siglo XIX, y eso con largas interrupciones, que se prolongaron hasta el siglo XX, en las que dependió de la recién nacida Italia. Las gentes también son distintas, más abiertas, y se habla tanto esloveno como italiano en todos los sitios. Los nombres de las ciudades están en ambos idiomas, Piran es Pirano y Koper es Capodistria.

Llegar a Piran no es fácil, aunque eso forma parte de su encanto. El tráfico está prohibido salvo para la carga y descarga de mercancías y de los viajeros que se alojan en el puñado de hoteles que aún subsisten en el casco viejo. El coche hay que dejarlo en los aparcamientos situados en las afueras. Desde allí los autobuses transportan a la gente hasta el puerto. La fama de la ciudad se paga y en verano suele estar atestada de turistas, sobre todo de la vecina Italia.

La Plaza Tartini, el Puerto y la Iglesia de San Jorge

La Plaza Tartini es el indiscutible centro de la ciudad. Un gran espacio que antaño pertenecía al puerto pero que fue ganado al mar y ahora alberga a los edificios más representativos: los neoclásicos Ayuntamiento y Palacio de Justicia y las medievales Casa Tartini y Casa Veneciana. La estatua del genial violinista preside la plaza y parece pedir silencio para que pueda oírse su música.

Junto a la plaza, prácticamente unida a ella por una ancha calle, se extiende hacia el este el recoleto puerto, repleto de cafeterías y restaurantes. Allí empieza y acaba la jornada cada día. Es el mejor sitio para disfrutar del desayuno mientras la ciudad se despereza y los pocos barcos pesqueros que quedan en el puerto salen a faenar, o saborear la cocina mediterránea al atardecer observando la vuelta de todo tipo de embarcaciones mientras el sol se esconde en el Adriático.

La Plaza Tartini y el Puerto parecen vigilados por la atenta mirada del Campanile de la Iglesia de San Jorge. La única colina existente en la pequeña península fue acondicionada para levantar el templo en honor del patrón de la ciudad. El campanile es la mejor seña de identidad de la pertenencia de Piran a la República de Venecia durante más de 600 años. Todas las torres se construían en la República a imagen y semejanza del Campanile de la plaza de San Marcos. Curiosamente estos campanarios son ahora más antiguos que su modelo que hubo de ser reconstruido a principios del siglo XX.

Las Murallas y el Casco Viejo

Mejor aprovechar las primeras horas de la mañana para subir a las murallas y poder disfrutar del panorama desde sus torres. La subida no es larga pero con el sol dando de pleno el camino puede hacerse eterno.

Al pasar frente al Convento de San Francisco, el sonido de un violín parece poner música a la villa. En el convento estudió Giuseppe Tartini sus primeras nociones de música y el claustro se convierte cada verano en una de las principales sedes del Festival de Tartini (https://tartinifestival.org/home). Dos semanas de conciertos para honrar a uno de los más grandes violinistas de la historia. Hasta aquí llegan algunas de las mejores orquestas de cámara de Europa.

¿Quién fue Giuseppe Tartini?

Giuseppe Tartini nació en Pirano en 1662 en el seno de una familia acomodada de la ciudad. Su padre le destinó a la vida eclesiástica y nada más a mano que ingresar en el Convento de San Francisco. Allí adquirió las primeras nociones de música. Sin embargo, el chico no tenía vocación religiosa y decidió irse a Padua a estudiar Leyes en su famosa Universidad. En Padua parece que fue bastante vividor y pendenciero. Se caso en secreto con Elisabetta, una mujer protegida por un poderoso cardenal, lo que le trajo problemas con la justicia y le obligo a refugiarse en el Convento de San Francisco de Asís.

En Asís recuperó su vocación por la música, se convirtió en un virtuoso del violín y parece que cambio completamente su carácter pasando a ser estudioso y afable. Finalmente, obtuvo el perdón del cardenal y pudo irse a vivir con Elisabetta y empezar una carrera musical de gran éxito que transcurrió fundamentalmente en Padua. Allí murió a la nada despreciable edad de 77 años.

Tartini llego a componer más decenas de conciertos y sonatas para violín, de los cuales la más conocida es el «Trino del Diablo«. Descubrió el fenómeno del sonido diferencial o sonido de Tartini, consistente en que al producir y mantener simultáneamente dos notas se percibe una tercera, y desarrolló una técnica de manejo del arco que aún se utiliza en nuestros días. Publicó varios tratados de música y fue maestro de la Capilla Antoniana prácticamente hasta su muerte.

Aún queda un empinado trecho para llegar a las murallas. La mayor parte de las murallas y torres que separaban la península de tierra firme fueron construidas entre los siglos XV y XVI. La vista desde sus torres es magnífica, casi un cuadro impresionista. A un lado, la alargada península presidida por la Iglesia de San Jorge y rodeada por el reluciente azul del Adriático. Al otro, la recortada costa de Istría y, como telón de fondo, las cumbres de los Alpes Julianos.

Callejeando por el núcleo antiguo se percibe claramente ese pasado veneciano y ese presente más italiano que esloveno. Las estrechas calles empedradas, las casas de colores pastel con típicas contraventanas de madera, el bullicio de los vecinos…todo recuerda a Venecia. Vale la pena perderse por ese laberinto para percibir el ambiente. Tarde o temprano se acaba topando con el mar y uno vuelve a orientarse.

Una especie de paseo marítimo parte desde el coqueto puerto y rodea completamente la ciudad. En algunos lugares se han construido pequeñas pasarelas para que, a falta de playa, todo el mundo pueda darse un chapuzón en las templadas y cristalinas aguas del Adriático. En la punta de la península los restos de un pequeño faro de piedra evocan al antiguo que dio nombre a la localidad.

La Playa de Eslovenia

El problema de Piran es que no tiene playa. Claro que la gente aprovecha todos los espacios de la costa para tumbarse al sol sobre las piedras y darse un chapuzón. Pero los que añoran las playas tienen que visitar la vecina Portoroz a la que se puede llegar fácilmente en autobús o en barco desde el puerto.

Portoroz creció al amparo de sus aguas termales y a finales del siglo XIX ya era una estación balnearia reconocida. El reclamo de la única playa que merece tal nombre en la costa eslovena y la fama de su casino hicieron el resto para que la ciudad llegará a ser la localidad de veraneo más famosa del país.

En el puerto de Piran también hay barcos que llevan a las ciudades vecinas de Izola/Isola, un pequeño pueblo de pescadores convertido hoy también en un popular lugar de veraneo, y Koper/Capodistria, el principal puerto de Eslovenia, con un pequeño casco histórico donde destacan, en la Plaza de Tito, el Palacio de los Pretores y la Catedral de San Nazario, ambos de estilo gótico veneciano.

Dónde dormir:

La costa adriática es la zona más cara de Eslovenia. Los hoteles en el casco viejo son limitados y eso da lugar a precios elevados. A pesar de todo, se pueden encontrar alojamientos asequibles en habitaciones y apartamentos. Si preferís un hotel, dos magníficas opciones son:

Art Hotel Tartini: Tartinijev trg 15, 6330 Piran. Tf: +38 656711000 (www.arthoteltartini.com). El viejo hotel situado en la plaza Tartini ha sido recientemente renovado y ampliado. El jardín donde se desayuna es una delicia. Alrededor de 150 EUR la habitación doble con desayuno en temporada alta.

Hotel Piran: Stjenkova 1, 6330 Piran. Tf: +38 656667110 (www.hotel-piran.si/en). Un hotel situado en un edificio modernista con acogedoras habitaciones con vistas al Adriático. La terraza chill out es de las más codiciadas de Piran. Alrededor de 150 EUR la habitación doble con desayuno en temporada alta.

Dónde comer:

La pertenencia de toda la zona costera de Eslovenia primero a la República Veneciana y después a Italia hace que la cocina de esta parte del país sea de clara influencia italiana. El masivo turismo italiano favorece también la abundancia de restaurantes dedicados fundamentalmente a las pastas y las pizzas. Desde luego, este no es el mejor lugar para probar los contundentes platos de la cocina balcánica. Eso sí, se encuentran estupendos sitios para saborear la cocina mediterránea.

Restaurante Riva: Prešernovo nabrežje 6, 6330 Piran. Tf: +38 656732180 (www.riva.si). Cocina italiana y mediterránea. En el paseo marítimo, muy cerca ya del Faro que marca la punta de la península, se encuentra la mejor terraza de Piran para saborear la comida mediterránea. Además, hay menos bullicio en esta zona de la ciudad. Nadie que pueda interrumpir la vista del atardecer frente a la costa croata. Alrededor de 30 EUR/persona.

Gostilna Park: Zupanciceva 21, 6330 Piran. Tf +38 659921751. Cocina italiana y mediterránea. Un local sin muchas pretensiones situado en un lugar algo escondido pero muy cercano al puerto. Cocina italiana y mediterránea, con excelentes pescados. Alrededor de 25 EUR/persona.

Excursiones:

Eslovenia es un país pequeño por lo que cualquier lugar puede ser una buena base para conocer el país. Liubliana, la capital, está a menos de una hora y media de Piran y Bled, la localidad más famosa de los Alpes Julianos está a menos de 2 horas de la costa.

Eslovenia es también conocida por sus paisajes kársticos y especialmente por sus enormes cuevas. Una de las más famosas está a poco más de media hora de Piran por lo que la convierte en una visita imprescindible para cualquiera que pase un par de días por la zona.

Las Grutas Skocjan son una serie de galerías de origen kárstico que se extienden siguiendo el curso del estrepitoso río Reka. Toda una inmensidad bajo tierra, considerada uno de los más importantes fenómenos subterráneos del planeta, que ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

El recorrido clásico se llama “A través del Cañón Subterráneo” (“Through the Underground Canyon”). Son 3 espectaculares kilómetros en los que se suben y bajan alrededor de 500 escalones. La ruta comienza por la llamada Cueva del Silencio, una serie de grandes galerías repletas de estalagmitas y estalactitas. De repente, el camino desemboca en un enorme acantilado horadado por las aguas subterráneas del río Reka. Es la llamada Cueva del Murmullo, en relación al sonido de las aguas subterráneas. El cañón subterráneo del río Reka es sobrecogedor. Uno tiene la sensación de estar viviendo dentro de la cueva de los trolls del Señor de los Anillos. El impresionante puente Cerkvenik, suspendido a 50 metros sobre el río (¡cuidado los que tengáis vértigo!) cruza el cañón. La vista desde allí es inolvidable. Sólo quedar ir subiendo lentamente hacia la salida por la dolina Velika y su cascada. En total, suelen invertirse dos horas en completar toda la ruta.