Mykonos (pronunciado MÍ-konos, aunque los españoles en general nos empeñemos en llamarla Mi-KO-nos), cuenta con tan sólo 105km2, un poquito más grande que los 85km2 de Formentera, la más pequeña de las Baleares. Es una isla que a priori pareciera poco apetecible, árida, agreste y rocosa, sin apenas árboles, barrida por un viento fuerte y constante… Sin embargo es un destino chic, atractivo, pintoresco, divertido… y caro, bueno, al menos para lo que es Grecia en general. Los motivos se entienden nada más llegar a su capital y población principal.
Para quiénes lo visitan por primera vez, es toda una experiencia, se sienten envueltos en un pueblo mágico, como si la palabra encanto se les quedara corta. Calles estrechas de casas irregulares y cúbicas, encaladas como las piedras del suelo, y luz mucha luz. Blanco por todas partes, solo roto por un azul, verde o rojo (siempre colores básicos, vivos y llamativos) de los marcos de las ventanas, puertas y barandillas. Rincones imposibles, pequeñas iglesias ortodoxas…
Para quienes ya han venido más veces, es curioso como meterles en el pueblo, es hacerles de nuevo conectar con sus vivencias y recuerdos pasados…. que te quieren contar a toda costa, y sumergirse en algo así como un estado de relax-ilusión-emoción.
El pueblo (Jora) es un conjunto abigarrado de casas, con un par de calles principales por las que todo el mundo pasa y pasea, en las que se abren todo tipo de tiendas de moda, y últimamente también cada vez más de joyas y marcas de lujo, sobre todo en las cercanías del puerto, que es por donde paran los visitantes de los numerosos cruceros que visitan la isla. Todo ello se mezcla con el sabor inconfundible de las tradiciones griegas, aunque cada vez menos abundantes, de pescadores en la lonja, señoras tejiendo redes en el puerto y otras estampas típicas.
Esa podría ser una descripción acertada del día, porque por la noche, Mykonos se transforma, se llena de terrazas, mejor dicho las terrazas se llenan de gente. Gente que se viste más o menos sofisticada, con esa simpática mezcla de chancleteros de mochila, gays de todo tipo, alguno vestido de forma atrevida como si no hubiese un mañana, caballeros de yate y Rolex, y damas con elegantes trajes vaporosos, lindos collares de perlas o preciosas joyas en pendientes y manos. Y más, mucha más gente, y mucha gente guapa, chicas y chicos, todos morenos, tostados por el sol, y con un inconfundible semblante de buen humor y vacaciones. Y pasean, y visitan los bares y los cafés, y los restaurantes… De los restaurantes ¿qué decir?, algunos exquisitos, otros no tanto y caros, muchos como deben ser, cuidando el detalle y todos parecen mimetizarse con el paisaje colorista sobre fondo blanco e incluir las tradicionales mesas y sillas de madera y esparto.
Es normal que los restaurantes tomen comandas incluso más allá de la medianoche, después copas y música en los bares hasta al menos las 3 de la mañana. Es curioso, Mykonos puede que sea uno de los pocos lugares en los que no es necesario que te indiquen donde se encuentra nada, puedes guiarte tan solo por tus sentidos para encontrar ese rincón romántico, ese restaurante especial, o dejar que la música te lleve hasta los bares más de moda. Un consejo, observa mucho a la fauna humana, además de ser fascinante, te dirá a dónde va cada tipo de gente.
Hay mogollón de hoteles y apartamentos para alojarse en Mykonos. De habitaciones de gran lujo a apartamentos austeros amueblados “a la griega”. Los precios son caros comparados con el resto del país, aunque siguen siendo más baratos que Ibiza u otros destinos chics del Mediterráneo.
Conocer la isla
Una de las mejores maneras de conocer la isla es alquilar un pequeño escúter. Hay muchísimos lugares que los ofrecen y su precio se eleva mucho en temporada. En Agosto, uno de 50cc puede costarte hasta 30€/día, y en mayo raro es que te cobren más de 15€. Lo mejor, como siempre, preguntar en un par de sitios antes de decidir.
Las carreteras de la isla no han cambiado en 30 años, y eso significa que sin ser caminos de tierra, hay que tener cuidado con baches y manchas de aceite. En cuanto a la señalización, bueno, en lugar de calificarla os diré que se llega a todas partes bastante bien, y si hay que dar alguna vueltecilla de más pues ¡tampoco va a ser para tanto!
Lo más bonito de recorrerse la isla en moto, es la sensación de libertad que te da el hecho de ir con unas chanclas, un bañador y una camiseta, portando una bolsita de playa con un poco de bronceador y un pareo. El paisaje es pintoresco, salpicado de capillas (dicen que hay una por cada día del año), berrocales de granito y predios cerrados con cercas de piedra que parecen salidas de Irlanda, aunque el color no sea el verde sino el rubio. Al final sabes que no son más de 15min lo que te separa de la playa que elijas, y el destino es tumbarse al sol y descansar.
Me encanta la sensación de la brisa del Egeo bajo el sol justiciero de pleno verano griego. Te quedas parado y te torras, pero avanzas te da un poco de aire y todo parece más amable, más bonito, más relajante…
¿Qué visitar?
En el pueblo no dejes de ver el pintoresco barrio conocido como “Little Venice” (Pequeña Venecia) o el conjunto de molinos que hay en la colina del antiguo castillo, “Kastro”. Dentro de las callejuelas del pueblo hay dos edificios públicos que alojan un museo arqueológico con discretos hallazgos locales de las culturas clásica y cicládica, un museo naval y un museo etnográfico, con herramientas y objetos de un pasado no tan lejano. No es que sean la bomba, pero entretienen si se tiene la curiosidad.
Para hacer las mejores fotos panorámicas de Mykonos, busca los molinos ubicados en la parte norte de la ciudad, desde sus miradores tendrás las mejores vistas del pueblo. Tanto al amanecer como al anochecer, la luz es preciosa.
Lo que se visita es un conjunto de ruinas griegas clásicas de más de 2000 años de antigüedad, un templo, y una vía flanqueada por esculturas de animales son sus atractivos principales. La sensación de soledad, aislamiento y abandono que trasmiten estas ruinas, hacen de la experiencia, algo memorable, además generalmente las excursiones te permiten deambular por el recinto a tu aire. Llévate protector y gorra, porque no verás ni una sombra, y aunque no notes el calor por el viento, el sol aprieta cosa fina.
Al noroeste, en dirección a Atenas, las islas de Tinos y Siros, también tienen muchas conexiones. La primera está a unos 45’ de navegación, y la segunda no llega a 1h30’. Los precios a partir de 8€. Tinos es famosa por sus palomares y su Santuario Mariano. Siros es conocida como la metrópoli de las Cícladas, ya que su capital, Ermoúpoli, es la única verdadera ciudad del archipiélago, con ejemplos interesantes de arquitectura neoclásica, y barrios con mucho sabor del siglo XIX, época en que grandes armadores griegos tenían su sede en esta ciudad y servían a medio mundo.