El evocador nombre de Bucovina designa un pequeño territorio situado en las estribaciones nororientales de los Cárpatos. El territorio, cuyo nombre podría traducirse como «país de las hayas», fue el origen del Principado de Moldavia. El bucólico paisaje, con verdes valles salpicados por pequeños pueblos y colinas llenas de bosques de hayas y abetos esconde uno de los grandes tesoros artísticos de la humanidad. En el siglo XV Moldavia vivía amenazada por dos poderosos enemigos. En el norte, el Reino de Polonia tenía grandes aspiraciones sobre la región. En el sur, el Imperio Turco no paraba de expandirse y hacía ya incursiones atravesando el Danubio. Los príncipes, conocidos como voivodas, sabían lo importante que era mantener la cohesión de la población. Los dos grandes pilares para esa cohesión eran la lengua y la religión. El problema es que la religión ortodoxa era difícil de comprender entre el campesinado analfabeto lo que les hacía vulnerables a abrazar fácilmente la fe de católicos o musulmanes. Esteban el Grande ideó con ayuda de monjes un programa cultural y político de adoctrinamiento. Fue así como se creó un impresionante conjunto de monasterios que pretendían, a través de la arquitectura y pintura, preservar las tradiciones culturales y convertirse en un baluarte de la fe ortodoxa.
Los ciclos de frescos constituyen un milagro artístico al fusionar el hieratismo de la pintura bizantina con la viveza y expresividad del arte popular local y con algunas características de la pintura occidental. Las pinturas están dispuestas de forma secuencial, por franjas y en pequeñas viñetas, para tratar de facilitar la comprensión de los mensajes. El otro gran milagro es que las pinturas exteriores se encuentran en un espléndido estado de conservación. En esa preservación han tenido mucho que ver las pinturas naturales empleadas, fuente de colores únicos que han llegado a conocerse por el nombre del monasterio: el azul de Voronet, el verde de Sucevita, el dorado de Moldovita, el rojo de Humor y el granate de Arbore. La belleza de los monasterios, su importancia histórica y artística y esas características que los hacen únicos llevaron a la UNESCO a declarar algunos de ellos Patrimonio de la Humanidad.
El Aeropuerto Internacional de Bucarest-Henri Coandă es el mayor punto de entrada al país para los viajeros procedentes de España. Varias compañías aéreas (Air Europa, BlueAir, Iberia, Ryanair, TAROM y WizzAir) vuelan a distintas ciudades españolas (Alicante, Barcelona, Madrid, Málaga y Valencia).
Lo más fácil es alquilar un coche en el aeropuerto para realizar un viaje por el país que incluya los Monasterios Pintados de Bucovina. Se puede viajar a Suceava en avión o tren desde Bucarest pero una vez allí se necesitará un coche o contratar un viaje organizado para visitar los monasterios. Entre Suceava y Bucarest hay alrededor de 450 km, lo que supone alrededor de 6 horas de viaje pero lo mejor es viajar primero a Transilvania y desde allí atravesar los Cárpatos por las Gargantas de Bicaz o el Paso del Borgo.
La región histórica de Bucovina se encuentra actualmente repartida entre Ucrania y Rumanía. La mitad suroccidental, perteneciente a Rumanía, se extiende por las laderas septentrionales de los montes Cárpatos y tiene como capital histórica a Suceava. La nororiental compone la llanura sármata y su ciudad más importante es Chernivtsí.
La Conquista de Dacia
El emperador Trajano conquistó Dacia entre los años 101 y 105 de nuestra era. Las campañas supusieron uno de los mayores despliegues militares de Roma. La conquista dio lugar a un verdadero genocidio. Los dacios fueron exterminados o vendidos como esclavos. El saqueo sistemático realizado para rentabilizar las campañas permitió reunir el mayor botín de guerra conocido. Fue la última vez que Roma amplio sus fronteras en Europa.
La región quedo absolutamente despoblada y Roma organizó, con la misma eficacia con la que habían combatido sus legiones, la colonización del territorio. El cambio en Dacia fue tan profundo que los habitantes de la región terminaron dándole al país el nombre del conquistador: Rumanía, tierra de romanos. Incluso el nombre de Trajano se invoca con orgullo en el himno nacional. Ninguno de los pueblos que en los siglos siguientes invadieron el territorio pudo dejar una impronta semejante a la de Roma. Los dos únicos países que hablan en la región una lengua derivada del latín son Rumania y Moldavia. El territorio de la antigua Dacia.
Sólo en los confines del territorio quedaron algunos dacios libres. Precisamente en la Bucovina subsistió la mayor concentración de dacios libres conocidos como la tribu de los carpos. La región fue incorporada a la provincia de Dacia pero la romanización fue débil y el control territorial fue mantenido por los propios carpos que ocasionaron algunos conflictos al Imperio. En el año 297 el emperador Diocleciano los venció definitivamente adquiriendo el sobrenombre de “Carpicus Maximus”.
El Nacimiento del Principado de Moldavia
En el siglo XIV la Bucovina fue el núcleo fundacional de Moldavia. En realidad el nacimiento de Moldavia fue promovido por Luis I de Hungría quién se había hecho con todo el territorio de Transilvania y quería formar un estado al oriente para proteger sus territorios de los ataques tártaros. Fue así como Dragos, un noble rumano de la región de Maramures, se convirtió en el primer príncipe de Moldavia en 1351. El nombre del estado deriva del río Moldova que recorre el corazón de la Bucovina. El Principado escapo al control del Reino de Hungría pocos años después de su fundación pero siguió jugando su papel de escudo frente a tártaros y turcos durante toda su historia.
Moldavia conoció su época de oro entre los siglos XV y XVI, en el periodo comprendido entre el principado de Esteban III el Grande (1457-1504) y el de Petru Rares (1527-1546). El Principado vivía amenazado por el Reino de Polonia al norte y el Imperio Turco al sur. Esteban el Grande derrotó a los ejércitos de ambos reinos en dos grandes batallas. Fue en esa época cuando se emprendió la construcción de los Monasterios Pintados.
En 1513 Moldavia comenzó a pagar un tributo al Imperio Otomano aunque permaneció independiente y siguió gobernado por el príncipe o voivoda (“señor de la guerra”). En 1600 Miguel el Valiente unió por primera vez los tres principados rumanos (Moldavia, Valaquia y Transilvania) en un mismo reino. La unión sólo duro unos meses pero siempre ha sido considerada como la precursora de la Rumanía moderna.
En el siglo XVII el poder del Imperio Turco sobre Moldavia se hizo mucho más importante hasta el punto de que los voivodas comenzaron a ser nombrados directamente por el sultán. Sin embargo, el territorio no fue colonizado por los otomanos sino que ejerció como estado vasallo hasta la formación del Reino de Rumanía, fruto de la unión de los principados de Valaquia y Moldavia, en 1859.
Imperio Austro-Húngaro e Independencia
La guerra ruso-turca de 1768 y 1774 tuvo consecuencias inesperadas para la Bucovina. Los rusos arrebataron este territorio a los turcos al igual que la mayor parte del sur de Ucrania. El tratado de Küçük Kaynarca en 1774 puso fin a la guerra de forma humillante para el Imperio Otomano porque todo el sur de Ucrania paso al Imperio Ruso mientras la Bucovina fue cedida al Imperio Austro-Húngaro a cambio de compensaciones territoriales en Galitzia. El territorio se organizó primero como un distrito de Galitzia y desde 1849 como un ducado dependiente directamente de la corona austriaca. Al concluir la I Guerra Mundial el Consejo del País votó la unión con Rumanía que fue ratificada por el Tratado de Saint-Germain-en-Laye en 1919.
En 1940, durante la II Guerra Mundial, el ejército soviético ocupó la Besarabia (Moldavia oriental) y el norte de la Bucovina. El ejército rumano, aliado de la Alemania nazi, recuperó los territorios un año más tarde pero en 1944 ambos territorios fueron nuevamente ocupados por el ejército rojo. La zona norte de Bucovina, de mayoría eslava, paso a formar parte de la República Socialista Soviética de Ucrania mientras Besarabia se incorporo a la URSS como la República Socialista Soviética de Moldavia. El status quo se mantuvo después de la independencia de las antiguas repúblicas soviéticas. En Rumanía es frecuente ver pintadas pidiendo la anexión de Besaravia (la actual República de Moldavía). Sin embargo, no hay ninguna reivindicación sobre la Bucovina septentrional ya que la gran mayoría de la población es eslava.
En el siguiente mapa interactivo podrás localizar con exactitud la ruta propuesta y todos los lugares de los que se habla en el artículo.
La visita a los Monasterios Pintados de Bucovina es la mayor sorpresa para un viajero que recorre Rumanía. No existe nada igual en Europa. Los monasterios lucen unas pinturas únicas, fruto de la fusión del arte occidental y oriental, con colores relucientes a pesar del paso de los siglos. El paisaje que los rodea es capaz de crear una atmósfera de leyenda. El verde reluciente de los prados contrasta con los bosques de las colinas donde compiten las diferentes tonalidades de hayas y abetos.
Entre los siglos XV y XVI se edificaron en la Bucovina decenas de monasterios siguiendo un claro programa de adoctrinamiento. La mayoría de ellos fueron construidos durante el voivodato de Estebán el Grande (1457-1504), aunque gran parte de las pinturas exteriores fueron pintadas un poco más tarde, durante el voivodato de Petru Rares (1528-1546). Ocho de esos monasterios han sido declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. La ruta que os proponemos permite conocer los cinco más espectaculares situados, además, en medio de un paisaje inolvidable.
Monasterio de Moldovita
La entrada en el Monasterio, sobre todo si es el primero que visitáis en la región, produce una enorme impresión. El recogido jardín interior alberga una armoniosa iglesia cubierta por tejados de pizarra y una esbelta torre y completamente decorada con pinturas de unos colores brillantes que resaltan en medio del verdor del paisaje.
El monasterio fue fundado por Petru Rares en 1532 y decorado con frescos por Tomás de Suceava en 1538. Conserva la mayor parte del gran muro con torres en las esquinas que rodeaba y protegía a la iglesia consagrada a la Anunciación. Los frescos, cuyo color predominante es el dorado, son el ejemplo más representativo de la iconografía de las iglesias pintadas de Bucovina. Las pinturas del exterior se han conservado impecablemente salvo las realizadas en el muro norte, más expuesto a los vientos fríos. En el muro meridional destacan las dedicadas al Árbol de Jesé, la genealogía de Cristo, y al Asedio de Constantinopla, en donde los defensores cristianos parecen salir victoriosos del ataque turco.
El acceso al interior se realiza por un espacio porticado elevado situado a los pies de la iglesia. Los frescos cubren también totalmente los muros interiores y son probablemente el mejor ejemplo del sincretismo entre las pinturas oriental y occidental, especialmente la Crucifixión, la Anunciación y el Cuadro Votivo que representa al voivoda Petru Ares donando la iglesia al Señor.
Monasterio de Sucevita. La Joya Verde.
Después de haber visitado el Monasterio Moldevita parece que ninguno de los siguientes será capaz de producir la misma impresión. Nada más falso. El paisaje que se recorre entre ambos monasterios es en sí mismo un espectáculo. Un enorme bosque de hayas y abetos que al terminar conduce directamente a un estrecho valle donde se encuentra ubicado el Monasterio de Sucevita. Allí los enormes muros con torres en los ángulos que rodean al complejo monástico ya nos revelan que estamos ante otras dimensiones diferentes. Al traspasar la puerta terminamos de comprender porque el monasterio es conocido como la “joya verde”. No sólo por el precioso paisaje montañoso de prados y bosques de abetos sino porque el color predominante en las pinturas es el verde. Un verde tan peculiar que es conocido como «verde sucevita»
El espectacular monasterio fue el último en construirse de las 22 iglesias pintadas de la Bucovina. Sin embargo, es el más grande y el que tiene mayor número de pinturas. Fue levantado entre 1581 y 1601 por los hermanos Jorge, Jeremías y Simeón Movila, miembros de una nueva dinastía de voivodas que habían accedido al trono con ayuda del zar de Rusia.
Los frescos tienen una gran influencia del arte ruso. No es extraño, tanto por el ascendiente ruso en la corte como porque fueron pintados por Sofronio y Juan de Pangarati, pintores de iconos y miniaturistas. Los frescos exteriores son los mejor conservados de toda la región. Incluso en el muro septentrional se ha preservado la magnífica Escalera de las Virtudes, una de las rarezas más espectaculares de la pintura medieval rumana. Un grupo de ángeles dispuestos en filas protegen a las almas que suben por el lado derecho de la escalera, mientras que por el izquierdo van cayendo a un caótico infierno los condenados, semidesnudos o vestidos con harapos. Unos terroríficos demonios, pintados de verde y con un rostro adicional en el vientre, van dando cuenta de ellos. El monumental fresco del Árbol de Jesé llena prácticamente todo el muro meridional.
El interior del templo se encuentra, al igual que en el resto de los monasterios de la región, completamente cubierto de frescos que se distribuyen en tres espacios. En el nártex, la zona dedicada a la vida de los mártires. El pronaos, coronado por el Pantocrátor, alberga las tumbas de los fundadores. En el naos se encuentran los frescos, algo oscurecidos por el humo de las velas, entre los que destacan los dedicados a la Ascensión en el ábside y a la Procesión de Donantes en el muro sur.
Monasterio de Arbore
El paisaje se hace más llano y abierto cuando nos dirigimos al Monasterio de Arbore. Los pueblos, aunque pequeños, son también más frecuentes. La iglesia fue edificada en 1503 por un general de Esteban el Grande llamado Luca Arbore y consagrada a San Juan Bautista. Su hija la mando decorar con frescos algunos años después porque el general había sido ejecutado por una supuesta conspiración.
Las pinturas realizadas por Dragos Coman de Isasi son probablemente las mejores de entre todos los monasterios aunque son también las peor conservadas. Los colores predominantes aquí son el granate y el verde con una gran gama de tonos y matices. El secreto de los colores, de origen vegetal, así como sus combinaciones, se lo llevaron a la tumba los pintores moldavos. Los frescos más impresionantes son los del Juicio Final en el muro meridional y, sobre todo, las escenas del Génesis en la portada occidental.
En el interior se encuentran las tumbas del general Luca Arbore y sus familiares. El fresco del Cuadro Votivo en la pared oeste incluye curiosamente a toda la familia del fundador.
Monasterio de Humor
Las verdes colinas de la Bucovina se van llenando de pueblos en los 35 kilómetros que separan ambos monasterios. La ciudad de Gura Humorului da acceso al pequeño valle de Humor donde se encuentra el monasterio. El monasterio, consagrado a la Asunción de la Virgen, fue fundado en 1530 por un consejero de Petru Rares, el boyardo Toader Bubuiog y su esposa Anastasia. Los magníficos frescos realizados por Tomás de Suceava en 1535 son los de características más realistas de toda la región. El color característico en este caso es el rojo ladrillo.
Los mejores frescos son los del muro meridional exterior con la representación del Himno Acatisto a la Virgen. El Himno Acatisto es la más célebre composición en honor de la Virgen María en las iglesias de rito bizantino. Akáthistos significa “que no está sentado” porque el himno debe ser cantado de pie.
Monasterio de Voronet. La Capilla Sixtina de Oriente.
Esteban el Grande ante la amenaza de la invasión turca consultó a un célebre eremita conocido como Daniel el Anacoreta. Él le predijo una aplastante victoria sobre los turcos. En agradecimiento el voivoda fundó en 1488, un año después de su victoria, el Monasterio de Voronet en el lugar indicado por Daniel. La construcción se realizó en menos de 4 meses y el templo fue consagrado a San Jorge, patrón de Moldavia. Unos años más tarde se pintaron los frescos exteriores por iniciativa de Petru Rares. La iglesia está considerada la “Capilla Sixtina de Oriente” por la perfección de sus formas pero, sobre todo, por el fresco del Juicio Final que cubre la pared occidental.
En las pinturas predomina un azul intenso conocido como azul de Voronet. El color es considerado como único en el mundo ya que nunca ha podido ser reproducido. Hay un evidente contraste entre las pinturas del interior, de la época de Esteban el Grande, con más rasgos bizantinos y eruditos, y las del exterior, de la época de Petru Rares, más descriptivas, coloridas y populares. En la pared meridional destacan los frescos de San Jorge matando al Dragón y el Árbol de Jesé. San Jorge aparece dando muerte al monstruo a las puertas de Suceava con ayuda del propio príncipe.
En la fachada occidental se encuentra la obra maestra del monasterio, el mural del Juicio Final. Presididos por la Santísima Trinidad, en el centro de la representación, una multitud de personajes se mueven en dos direcciones sobre el fondo azul. En la derecha la escena se rasga con una herida roja en el camino por el que se precipitan los condenados al infierno, entre los que figuran papas, otomanos y armenios, principales enemigos del reino. En contraste, a la izquierda una especie de corredor lleno de beatos que llegan a las puertas del Paraíso.