San Gimignano es uno de los pueblos más bonitos de Italia, uno de esos rincones donde la esencia de Italia se puede sentir en cada rincón, de esa Toscana rural y elegante, viva y fascinante, que encandila con la excelencia de las cosas sencillas bien hechas.
Se erige sobre la cumbre de una colina, algo habitual entre los pueblos toscanos que heredan su situación de los antiguos poblados etruscos. Dicho pueblo histórico, que da nombre a la región, fundaba siempre sus ciudades situándolas estratégicamente sobre las cimas que ofrecían una mejor defensa y control de los campos circundantes. Viajando por el interior no sólo de la Toscana, sino prácticamente por todo el centro de Italia, es una imagen que se repite a menudo.
Pero San Gimignano es especial, y lo es para empezar por su inconfundible perfil. Apodada “dalle Belle Torri”, e incluso “La Manhattan medieval” por sus trece esbeltas torres de piedra, estas peculiares construcciones medievales fueron construidas entre los siglos XII y XIV por poderosas familias de comerciantes locales. Cada una se hizo construir la suya, a cuál más alta. Hay varias teorías sobre su función; las que parecen más verosímiles, hablan de las distintas alianzas de la nobleza apoyando a Papas o Emperadores, dos facciones que en Italia se enfrentaron durante centurias, los unos llamados Güelfos, los segundos Gibelinos. Dichas facciones se repartían influencias y riquezas, enfrentándose entre sí, o gozando de los favores del Papa o del Emperador, según las circunstancias históricas colocasen a uno u otro como poder predominante. Se dice que desde las torres se tendían puentes entre las familias aliadas para defenderse en caso de ataque.
Algo menos legendaria resulta la explicación comercial, que otorga a las torres una función esencial en la fabricación de telas con el tinte amarillo del azafrán, que durante siglos se conservó como secreto en San Gimignano. El caso es que para la factura de dichas telas, era necesario extenderlas para su secado, y a mayor longitud de la tela, mayor precio alcanzaban en los mercados europeos. De ahí que hubiera anclajes a distintas alturas de las torres para apoyar las fijaciones y sujetarlas.
Visita de San Gimignano
Con leyendas o no, el caso es que las torres dan a San Gimignano una personalidad especial y única, le confieren un paisaje urbano singular, y hacen que su vista sea inconfundible. La más alta de todas alcanza los 51 metros de altura. Se puede y debe subir a lo más alto de ésta, porque las vistas desde su azotea son verdaderamente memorables. Todo el pueblo a tus pies, las otras torres semejan una maqueta y las dos plazas principales parecen diminutas y encantadoras. Todos los alrededores de viñedos y olivos parecen estar al alcance de la mirada, y es sin duda uno de los mejores recuerdos que quedan de una visita a S.G.
El pueblo es bastante pequeño, y se puede recorrer a pie perfectamente. Básicamente hay tres calles principales que desde las dos plazas principales de la Cisterna y de la Catedral se dirigen a las puertas de entrada de la villa medieval. A lo largo de estas calles pavimentadas en piedra y flanqueadas por los característicos edificios ocre toscanos con sus ventanas y contraventanas casi siempre marrones, se encuentran numerosos negocios de productos del país. Es recomendable comprar setas (funghi porcini) deliciosas, el vino blanco típico del país (Vernaccia di San Gimignano) o el aceite de oliva local. Son cuidadosos hasta el extremo con sus productos, y su sabor suele ser “sencillamente” exquisito.
Alternativa o mejor, complementariamente a comprar estos productos, se puede uno sentar en las apetecibles terrazas que se encuentran por todo el casco histórico para comer y degustar una copa o botella de vino. Los precios no resultan demasiado caros, y una cena con plato principal y entradas compartidas, en una mesa en la terraza adornada con velas, y acompañada con vino nos salió a unos 22€ por cabeza.
Hay muchos turistas que sólo llegan a pasar el día; excursiones organizadas desde Florencia o Siena que no pasan la noche aquí, sin embargo, cuando el sol se pone, y se encienden las luces de las calles, es cuando se vive el verdadero encanto tranquilo y plácido de una localidad pequeña como esta. Sin duda una de las experiencias más gratas fue para mí el paseo nocturno que dimos sin rumbo por las calles de S.G.
Qué ver en San Gimignano
La visita de San Gimignano nos da la oportunidad de ver de cerca obras de arte del Renacimiento italiano de gran valor artístico. Estas son las visitas que más recomendaría, incluso si vuestro interés por el arte no es tan intenso.
Ø Colegiata de Santa María de la Asunción. (Duomo). En su interior se pueden admirar frescos del siglo XIII a XV de pintores como Benozzo Gozzoli. Resumen la historia de santos, y escenas del Antiguo Testamento. Son maravillosos por sus colores y por su diseño de perspectivas e innovación pictórica en una época en la que el resto de Europa aún permanecía en un estilo gótico mucho más rígido.
Ø Museo Cívico. Palazzo del Comune. En él se conservan pinturas y esculturas, además de cerámicas y otros objetos artísticos que pertenecieron o fueron realizados por encargo de la ciudad.
Ø Subir a la Torre Grossa.
Ø Visitar la iglesia de Sant’Agostino.
Video de CarlosdeViaje en San Gimignano